Ismael Pérez Vigil 22 de enero de 2022
El
resultado de las elecciones en Barinas disparó muchas elucubraciones e
inquietudes. Es mezquino desconocer el esfuerzo del pueblo barinés, sus
militantes y activistas opositores, afirmando que el triunfo se debió a un
descuido o a la magnanimidad del régimen que permitió que ganara la oposición;
pero es también un error tratar de extrapolar ese resultado, o el de cualquier
otro Estado, más allá de las fronteras del mismo.
En ese microcosmos que es Barinas, el pueblo barinés demostró que, bajo unidad política, el voto puede ser eficaz para tomar revancha cuando le hacen trampa y para sacudirse de una tiranía familiar, feudal, que asoló los recursos del Estado durante 22 años. Barinas es un buen ejemplo del papel de la unidad, del voto, de hacer campaña política “casa por casa” y “cara a cara”, pero hasta allí, dar un salto para proyectar la cifra al país, es un buen deseo, una esperanza que todos tenemos, pero nada más.
Y sin
embargo…, el “viento barinés” levantó otras polvaredas; dejó en carne viva
algunos temas que son considerados tabú en la política venezolana; tabú no en
el sentido de que son temas prohibidos, sino que no se enfrentan, de los que no
se habla pública y abiertamente, sino en corrillos y de manera disimulada, pues
nadie se quiere “rayar”. Por eso los llamo temas tabúes y son muchos: la
unidad, la renovación de partidos y dirigentes, las negociaciones con el
régimen y un largo etcétera; pero solo me referiré a dos: el referendo
revocatorio y la elección presidencial de 2024.
Para
algunos es natural pasar de las lecciones de Barinas −la unidad y el voto como
instrumentos políticos eficaces− a la posibilidad de embarcarse en solicitar la
revocatoria del mandato de Nicolás Maduro, posibilidad perfectamente
constitucional y que se abrió justamente un día después de las elecciones de
Barinas, el 10 de enero de 2022. Para mí, ese paso, tan natural para algunos
después de Barinas, no es tan sencillo.
Y no
me refiero a los argumentos jurídicos a favor (la falta de legitimidad de las
elecciones presidenciales de 2018, el basamento constitucional, lo insoportable
e injusto de mantener esta situación de miseria en el país, etc.) o los
argumentos en contra (cómo revocar a quien no es presidente legítimo, lo ajustado
del tiempo, la aún escasa unidad política, etc.), me refiero a la eficacia
política de esa opción, la cual analicé en mi artículo de la semana
pasada: ¿Barinas significa Referendo Revocatorio? (https://bit.ly/3rjNCO1) y que se puede
resumir de la siguiente manera:
- La resistencia que pondrá el régimen, que
ve una amenaza real y posible de ser revocado
- A menos que se modifiquen las normas
actuales, se presentan dificultades para reunir el 20% de las firmas en
algunos Estados, en los cuales las opciones no oficialistas no alcanzaron
esa cifra en las elecciones del 21N
- Las dificultades para garantizar que el
25% (aproximadamente 5 millones 290 mil) concurra a expresarse en el
proceso y de reunir más de 6 millones 400 mil votos para revocar, habida
cuenta además que hay unos 4 millones de votos en el exterior, de los
cuales, hoy, solamente tienen derecho a votar menos de 109 mil
venezolanos, que además difícilmente podrán votar en un proceso que no
debe pasar de diciembre de 2022.
En
favor de esta opción hay sólidos argumentos y voces muy autorizadas −entre
ellas la del Padre Ugalde− que dicen que no es posible, por justicia, no hacer
cualquier esfuerzo por librar al pueblo venezolano de la ignominia y miseria de
este régimen. De mamera que, no me pronuncio ni rechazo el esfuerzo que algunos
quieren desplegar para revocar el mandato de Nicolás Maduro, todo lo contrario,
alabo ese y cualquier otro esfuerzo por salir de este régimen, simplemente
señalo dificultades que no son menores y que se deben considerar en pro de la
eficacia política −ya tenemos la experiencia que la oposición democrática no
siempre la toma en cuenta− y para evitar un nuevo proceso de frustración de la
población opositora que nos retroceda más en la desesperanza, que es lo que
siempre busca este régimen.
Frente
a ésta algunos le contraponen otra opción, sin que sea válido hacerlo, pues
perfectamente pueden darse las dos, pero que es un tema igualmente tabú,
cerrado a la discusión abierta: la elección presidencial de 2024.
Buena
parte del tabú de esta otra opción, el que no se discuta franca y abiertamente,
viene dado porque nadie se atreve a insinuar a vastos sectores de la oposición
−sobre todo a los más radicales y las “doñas de El Cafetal” − que es necesario
esperar hasta 2024, aguantar casi tres años más, para hacer cualquier intento
por sacudirse de este oprobioso gobierno. Nadie, ningún político, analista,
periodista, empresario, dirigente, se atreve a afirmar eso, pues quien lo haga
es automáticamente execrado, tildado de traidor, colaboracionista, vendido, −o
lo que es peor, pro régimen− y sin embargo esa es la alternativa que luce más plausible
y probable.
Cuando
alguien lo insinúa, tras los ceños fruncidos e insultos ahogados −o abiertos−,
quien logra hacer de tripas corazón y disimular que la razón de fondo es que no
soporta este régimen ni un día más −algo que es perfectamente comprensible−
salta con el argumento o racionalización de que no es posible plantearse ir a
una elección presidencial en 2024, pues implica “legitimar”, reconocer como
válida la elección de Nicolás Maduro en 2018.
Este
argumento de la falta de “legitimidad”, para negar la elección presidencial en
2024, me parece un argumento de retórica baladí, de supuestos principios, con
que arroparse para no hacer nada o evadir una situación real. Igual argumento
aplicaría para quienes proponen el referendo revocatorio este año: Si ir a las
elecciones del 2024 es legitimar las del 2018, de igual manera, ¿Cómo se revoca
a quien no es presidente?; si pagar impuestos e IVA o aceptar un pasaporte de
una autoridad a quien se considera ilegítima no espanta a nadie, ¿por qué
habría que rasgarse las vestiduras por participar en un proceso electoral
contra una autoridad que se considera ilegítima o reconocer que gobierna de
hecho y por la fuerza y se busca revocarlo?
A
riesgo de ser calificado como “colaboracionista”, debo destacar lo que no
podemos cambiar, por carecer de la fuerza para ello, al menos por el momento,
es que Nicolás Maduro gobierna de hecho al país; y no se trata simplemente de
que responda el teléfono desde Miraflores, sino que es reconocido por varios
países muy activos en la geopolítica mundial, es apoyado por la fuerza armada y
controla todas las instituciones y poderes del Estado; en consecuencia, y tal
como ya ha ocurrido en el pasado, en 2024 habrá una elección presidencial
−salvo que algo inesperado ocurra− con participación de la “oposición ad hoc”
del oficialismo, sea que la oposición democrática participe o no. Por mucho que
no nos guste y nos pese, éste es un escenario que no podemos obviar ni evitar,
aunque nos rasguemos las vestiduras con algunos “principios” abstractos. Toca
decidir si se participa o no y cómo −en un evento que se va a dar de todas,
todas− a diferencia de un proceso revocatorio, que es algo que hay que promover
y lograr.
Sin
embargo, el revocatorio y la elección presidencial en 2024, no son los únicos
temas difíciles que la oposición democrática tiene que enfrentar. Hay otros
temas igualmente espinosos, de los cuales debemos ir hablando, como por
ejemplo: la necesaria renovación de la dirigencia y de los partidos políticos;
la necesidad de luchar por rescatar a los partidos que fueron secuestrados por
el régimen y entregados por el TSJ a quienes no son sus legítimos
representantes; la unidad y relación entre las distintas fuerzas opositoras −la
democrática, la exchavista y la “alacrana”− para enfrentarse al régimen y
lograr una ruta política común; la posibilidad de organizar un proceso de
primarias para elegir un candidato a la presidencia, sea que se llegue a una
elección por revocatorio, negociación o esperando al 2024; la necesidad de organizar
la resistencia del pueblo al régimen para lograr algunas reivindicaciones
inmediatas que mejoren la calidad de vida; la necesidad de luchar por
libertades fundamentales, como la de expresión, la de asociación y la libertad
de los presos políticos; y dejemos hasta aquí esta lista que se llena con
muchos temas más, todos urgentes e importantes que han sido sistemáticamente
evadidos por nuestra dirigencia política; esperamos que haya sido por estar
ocupados en otros más urgentes, pero se va acortando el tiempo que obliga a
confrontarlos.
En
todo caso, “revocatorio ya”, o “esperar la elección presidencial en 2024”, esa
dupla de temas, forman el tabú más grande que confronta actualmente la política
venezolana. Lo importante es que se abra sin prejuicios la discusión de los dos
temas inmediatos, el revocatorio presidencial y las elecciones presidenciales
de 2024. Y lo más importante, cualquiera que sea la decisión que se adopte,
ahora sí, no se puede olvidar las lecciones de Barinas: debe ser una decisión
unitaria; debe procurar la movilización popular y la más amplia participación
electoral; debe tener −además del objetivo común o la unidad de propósito− un
candidato único, listo para después del revocatorio −que de lograrse la
revocatoria del mandato, en un mes será convocada la elección− o listo para
competir en la elección presidencial de 2024.
Por
último, lo ocurrido en Barinas dejó sobre la mesa otra importante lección, poco
comentada −apenas vi un articulo de Julio Castillo al respecto (La lección
de Barinas que no se nombra, https://bit.ly/3nuI4PC)
− que, además la fuerza que da la unidad y el valor del voto, se refiere al
“arte de la política”, al “hacer política”, el rescate del trabajo político,
que entre otras cosas, es trajinar casa por casa, cara a cara, de lo cual
hablaré en una próxima entrega.
P.S.
Al momento de publicar esta nota -22 de enero de 2022- ya se conocen las
“condiciones” fijadas por el CNE para el proceso de recolección de firmas del
RR, que como ya dijimos presentaban enormes dificultades para hacerlo; con las
normas establecidas, el proceso del RR fue definitivamente abortado; hasta
puede ser un favor el que nos hicieron, ahora nos podemos olvidar del RR
y concentrarnos en el otro tema tabú: la elección presidencial del 2024 y
emprender tarea de reconstruir los partidos políticos, la dirigencia opositora
y la resistencia ciudadana al régimen de oprobio.
Ismael
Pérez Vigil
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