Por Fernando Pereira
Ismenia
era una aguerrida y apasionada dirigente sindical. Coordinaba la escuela de
formación de cuadros de un sindicato alternativo. El cuestionamiento a los
modelos verticales era el pan nuestro de su narrativa y metodología de trabajo.
Era
profesora en la universidad donde estudiábamos Educación comenzando
los 80´s y una noche nos reunimos en su casa para discutir uno de los proyectos
en el que estábamos involucrados.
Su
hijo adolescente nos interrumpió:
—Voy
donde Mario a terminar un trabajo para el liceo mañana.
—¡¿Tú
no has visto qué hora es?! —replicó la madre con una voz de trueno.
—Claro
que sí, no te enrolles, eso lo hacemos rápido.
—No
señor, usted tuvo toda la tarde para hacer ese trabajo y estas no son horas.
—Es
que toda la tarde estuve preparando…
Ismenia
lo interrumpió.
—Ese
cuento ya lo he escuchado antes. ¡Se va para su cuarto inmediatamente!
—¿No
vivimos en una democracia? —soltó desafiante el adolescente.
—Democracia,
de la puerta para afuera. Dictadura de esa puerta para adentro.
El
clima se enrareció. Nos pidió disculpas por la escena y manifestó la impotencia
que estaba sintiendo de tener que ser madre y padre de un hijo adolescente.
Internamente tenía una fuerte contradicción y no se terminaba de creer lo que
tan tajantemente había afirmado. La educación y la coherencia no pueden estar
divorciadas.
Un 23 de Enero que sigue pendiente
Crecimos
entendiendo que la conmemoración del derrocamiento de la dictadura de Pérez
Jiménez constituía un hecho acabado, repetitivo y nos preguntábamos hasta cuándo
deberíamos seguir rememorando un hecho sin vigencia. Nuestras
familias y escuelas, desestimaron su rol en el cuidado de la frágil semilla que
constituye la libertad.
Los
niños y adolescentes comienzan a comprender tempranamente que lo que se dice no
necesariamente está relacionado con lo que se hace. Que la coherencia y la
congruencia no son fortalezas en esta sociedad. Probablemente un padre, una
madre o un educador los reprenderá o castigará porque como niños no fueron
coherentes entre lo que dijeron e hicieron. Poder establecer relaciones
de respeto con ellos requiere de una actitud coherente por parte del adulto.
Cuando
una persona tiene autoridad se presume que tiene condiciones para hacerse
respetar por su responsabilidad o compromiso. En otras palabras, está
autorizada para ejercer un determinado poder, entendiéndose como una forma de
servir a una determinada misión, coherente con principios y valores
democráticos.
La
forma como un directivo, maestro o un familiar ejerza la autoridad dependerá de
cuál es el objetivo que quiere lograr cuando utiliza su poder. Si el poder es
un fin y no es un medio para apoyar, guiar, estimular la participación, el
respeto a la diversidad y toma de decisiones con participación de los demás,
estamos hablando de autoritarismo.
Cabe
entonces la pregunta: En nuestros centros educativos, ¿cuál es el modelo o
tendencia que impera? María Conde (Unicef) indica que los maestros tendrían que
aprender a ejercer su autoridad en un ambiente democrático, en virtud de que es
posible y necesario que sepan “dirigir sin oprimir, orientar sin manipular,
regular sin reprimir”.
La
forma como un directivo, maestro o miembro de la familia ejerza la autoridad
dependerá de cuál es el objetivo que quiere lograr cuando utiliza su poder. Si
el poder es un fin y no es un medio para apoyar, guiar, estimular la
participación, el respeto a la diversidad y toma de decisiones con
participación de los demás, estamos hablando de autoritarismo.
En
las últimas décadas el mundo ha visto la llegada y fortalecimiento de regímenes
que se legitiman en discursos populistas que promueven la mano dura ante
las falencias de las democracias. Ante tal arremetida reivindicamos
que la democracia se debe construir y vivir puertas adentro de hogares y
centros educativos.
20-01-22
https://efectococuyo.com/opinion/democracia-de-la-puerta-para-afuera/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico