Noel Álvarez 18 de enero de 2022
@alvareznv
El 14
de enero de 2022, culminé un proceso que comenzó 8 meses antes: autenticación
de mi partida de nacimiento mediante la certificación de Apostilla de la Haya.
Esta es una condición necesaria para que el documento surta efectos ante los
Países contratantes de la Convención de la Apostilla. Poco faltó para este procedimiento
fuera el equivalente al lapso de gestación de un niño, por lo menos en el
tiempo de duración.
Inicié los pasos para lograr apostillar mi documento durante el mes de mayo 2021. En una primera instancia, me lo rechazaron, a pesar de estar registrado regionalmente, porque tenía varios años de emitido. Tuve que tramitarlo de nuevo en Cuicas, estado Trujillo y asentarlo en el Registro Principal del Estado Trujillo. Lo cual me llevó, por las condiciones críticas del país, aproximadamente 2 meses.
En
julio comencé a investigar cuanto tiempo me llevaría obtener la certificación
de apostilla. Me informaron que las citas las estaban asignando para dentro de
tres meses. Sutilmente me decían que, si necesitaba el documento en forma
perentoria, mediante el desembolso de 250 dólares, me lo podían entregar,
totalmente listo, en una semana. Confieso que soy muy malo para transitar por
caminos verdes. Generalmente sigo los canales regulares. Por tal motivo, me
propuse hacerlo personalmente, sometiéndome a la incertidumbre del resultado.
Aprovisionado
con mi partida de nacimiento registrada, me dediqué a escudriñar paginas y
paginitas que recomendaban una y otra cosa. Revisiones van y revisiones vienen
al sistema del Ministerio de Relaciones exteriores. Hoy no puede entrar, mañana
tampoco, me decía el computador. Examiné estados, municipios y ciudades, las
fechas no me convencían y tampoco las vicisitudes de los traslados. Por fin,
logré que me asignaran cita, en la oficina principal de la Cantv en Caracas,
para el 18 de septiembre del 2021. Ilusamente pensaba que mis problemas habían
terminado, sin darme cuenta que apenas comenzaban.
Imprimí
el correo que contenía la cita, tal como se señalaba en él y casi que me
dediqué a contar los días que me separaban de la esperada fecha. Alguien me había
recomendado que mantuviera un ojo en el correo porque era posible que
adelantaran la fecha. Todos los días lo revisaba, esperando que se produjera el
milagro, así arribé a la semana de la convocatoria. El día 14 de septiembre
recibí otro correo, pero no para adelantar la fecha, sino para informarme que,
por motivo de la pandemia, mi cita había sido reprogramada, pero sin decirme
para cuando ¡Extraño caso, no!
En
estos procesos, en donde no tienes una instancia ante quien recurrir, es bien
difícil presentar un reclamo. Así finalizó septiembre sin obtener noticias. Yo
pensaba que en octubre me darían la cita o a más tardar en noviembre con motivo
de las elecciones. A finales de noviembre, decidí no esperar más por la
reprogramación e inicié nuevamente el proceso desde cero. En esta oportunidad,
me asignaron cita para el 13 de enero de 2022, en la oficina de Ipostel
Carmelitas.
Pasó
diciembre y no reconsideraron mi caso, así que inicie el año con las piernas
temblorosas, pensando que me podían hacer igual jugarreta que la vez anterior,
pero además de mí, creo que ellos también se cansaron de molestar y así llegué
tranquilo al día señalado. Previamente a concurrir a la cita, pregunté cómo se
cancelaba el monto por la apostilla, me informaron que podía pagarlo en la
misma oficina a través de un punto de venta. El día 13 de enero, tal como
estaba asignado, a las 5.30 de la mañana me dirigí a la oficina en cuestión. La
calle estaba solitaria, solo dos GN y un vendedor de café se encontraban en los
alrededores. Pregunté a los funcionarios donde debía ubicarme y me indicaron
una puerta de hierro, pintada de negro. No había nadie y me coloqué encabezando
la fila. El vendedor de café, me dijo que esa no era la puerta, sino una que
estaba más atrás.
A las
6 de la mañana llegó una señora, muy decente, se integró a la cola y nos
pusimos a conversar. Poco a poco la cola se fue robusteciendo, hasta llegar a
tener unas 50 personas. A las 8:15 am, abrieron las puertas y nos señalaron
unos banquitos donde podíamos sentarnos, siempre respetando el orden de
llegada. Un poco mas tarde, una joven funcionaría, extrañamente muy amable, nos
informó que debíamos tener en la mano las dos copias de la transferencia o
depósito del Banco de Venezuela. Nuevamente comenzó mi viacrucis, no tenía nada
de eso, ni tampoco cuenta en ese banco. La amable joven, colocó el número uno
en mi planilla para que no perdiera el turno y me recomendó que trajera un
depósito por 23 bolívares.
En
momentos como este, uno comienza a pensar, a quién conozco que tenga cuenta en
ese banco. Dicen que a nadie le falta Dios, la señora que había llegado a las
6am, su nombre es Diana García, tenía cuenta en ese banco, y muy amablemente se
ofreció a ayudarme, a pesar de que su documento había sido rechazado. Ella me
acompañó hasta la entidad bancaría y se concretó la operación. Retorné a la
oficina de Ipostel y logré consignar los recaudos exigidos. En un mundo tan
convulsionado, donde la ausencia de valores pareciera ser la norma, personas
como la señora García, son un oasis y ejemplo digno de resaltar. Con una
confianza inusitada, me dijo que no me preocupara por devolverle el dinero, que
lo hiciera en la medida de mis posibilidades, por supuesto que se lo transferí,
apenas llegué a mi casa ¡Dios le conserve esos nobles sentimientos, a la señora
Diana!
Al día
siguiente 14 de enero del 2022, concurrí a las 11am a la oficina a retirar mi
partida de nacimiento, después de hacer mas de dos horas de cola, nuevamente
tocó en suerte que me atendiera la joven y amable funcionaria del día anterior,
por cierto, la única dama que trabaja en esa oficina de apostilla ¡Al fin!
Lanzo cohetes porque tengo la apostilla de mi partida de nacimiento. Ahora
conjuntamente con el pasaporte que, también me acaban de otorgar, iniciaré los
trámites para los cuales requería estos documentos, pero eso será parte de otra
historia.
Noel
Álvarez
@alvareznv
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