Ángel Lombardi Lombardi 25 de enero de 2022
Sin
salir de la puerta se conoce el mundo.
Sin mirar por la ventana se ven los caminos del cielo.
Cuando más lejos se sale, menos se aprende.
Lao Tse
La
denominada vida moderna de los últimos dos siglos es un impulso permanente a la
exterioridad de nuestras experiencias y emociones. Ni hablar de las últimas
décadas cuando todas las tecnologías y redes sociales han creado una exposición
permanente hacia el mundo exterior. Todo se ha vuelto visual. Nada es secreto,
pero al mismo tiempo todo se simula.
Creo que fue Barthes quién dijo que la desnudez, todo a la vista, de la mujer, acabó con su misterio. Cuando dejamos de imaginar dejamos de desear. Somos individuos expuestos y mientras más expuestos más indefensos. Es cómo haber cambiado la intensidad y vastedad del océano por la predecible piscina.
El
turismo anuló la aventura del riesgo y la novedad. Dedicamos tanto tiempo a
«estar en sociedad» que vivimos todo el tiempo en simulación e imagen. El
silencio y la soledad nos aterran. Huérfanos de privacidad, nos multiplicamos
en muchos iguales indiferenciados.
Nos
consume lo banal y las modas de todo tipo. Otros deciden por nosotros. El
gobernante, el vendedor, el influencer, la marca, cualquier
charlatán, el gurú, las autoayudas, etc. Todo lo que despersonaliza, sirve. Las
generaciones zombis o robóticas se suceden en una cultura de la mediocridad y
el conformismo. Hasta la rebeldía es una mercancía manipulada por los
forjadores de «mercados y clientes».
La
tecnología eliminó nuestros secretos, que es lo que nos hacía interesantes.
Todos somos espiados y llevados a un banco de datos. Basta mostrar interés por
algo para que nos inunden de ofertas similares o parecidas. Ir contracorriente
es el único acto heroico que conozco para protegerme. De allí la cita inicial
de Lao Tse.
El
viaje más interesante siempre es el de tipo espiritual. El silencio más
elocuente siempre lo encontraremos en la cultura: un buen libro, una buena
película, arte y música.
Sensibilidad
y sentimiento y esa magia especial que llaman amor y amistad. Sin compromisos
sociales de cumplimiento (cumplo y miento). Sin exigencias de si «me quieres haz
esto». No somos mercancías. Somos únicos en un tiempo único.
Ángel
Lombardi Lombardi
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