Ismael Pérez Vigil 12 de marzo de 2022
Hay
cosas de las que es necesario hablar a pesar de que algunas personas no les
gusta que se las mencionen. Son temas delicados, dada la polarización política
extrema en la que nos desenvolvemos y que ahora también exacerba la visión que
tenemos de la política norteamericana.
Al observar la discusión política de esta última semana, me viene a la mente una pregunta: ¿Cómo se resolvían las cosas en la “otra” Venezuela?; y la pregunta no es capciosa, porque aquí hubo otra Venezuela, una Venezuela que probablemente no conocen los menores de 30 años −más del 26% de la población−, que solo han vivido en el bochornoso régimen de oprobio, que se instaló en el país desde 1999.
En esa
otra Venezuela vivíamos bajo un régimen democrático, imperfecto, pero
democrático. Y había las instituciones propias de un régimen democrático; había
división de poderes, con un poder ejecutivo encabezado por el Presidente de la
República y su gabinete de ministros; había un poder legislativo con un
Congreso de dos Cámaras, en donde había control político del gobierno, debates
y discusiones políticas sobre todos los aspectos de la vida nacional; había un
poder judicial encabezado por una Corte Suprema de Justicia en donde se
controlaba la justicia del país y se tomaban decisiones que algunas veces
afectaban a los demás poderes; por ejemplo, se enjuició y propició el
allanamiento de la inmunidad parlamentaria a algunos diputados y senadores, e
incluso se llegó a tomar la decisión de enjuiciar a un Presidente de la
República en ejercicio y se precipitó su renuncia al cargo. Es decir, existía
un régimen imperfecto, que en lo económico trataba de garantizar igualdad de
oportunidades y en lo político ofrecía la posibilidad de luchar y alcanzar el
poder, desde cualquier posición u opción, como se vio en la alternabilidad de
la presidencia y hasta en el triunfo de quien llegó amenazando con destruir
todo −y lo hizo−; un sistema que contaba con partidos políticos,
aproximadamente los mismos que tenemos hoy en día, pero que llegaban a
acuerdos, que pactaban, porque para eso son los partidos políticos, para luchar
por el poder y además para defender y negociar los intereses que legítimamente
representan, para llevar adelante sus objetivos e intereses de sus seguidores y
aceptar que los otros, aunque queden en minoría, también puedan defender los
suyos.
Esa es
la otra Venezuela, que no es obviamente la sórdida que tenemos ahora y no es
que la lloremos, porque como bien señalé tenía sus imperfecciones, algunas muy
gruesas, pero funcionaba la política, cumplía su función regulatoria del poder
y la de conseguir que se llegara a acuerdos para que todos pudieran expresar y
defender sus intereses. En otras palabras, se negociaba, se establecían pactos
entre los partidos políticos, para gobernar, o para regular y controlar a quien
gobernaba, se pactaban en el Congreso el presupuesto, las leyes, las políticas,
la composición de la Corte Suprema de Justicia, la designación de altos
funcionarios, como el Fiscal General, el Contralor o la composición de los
organismos electorales, etc.; sí, se pactaba, porque eso es la política:
negociar, pactar. Negociar no es sinónimo de corrupción, de arreglo deshonesto,
negociar es la esencia del ser humano que acepta sus limitaciones, que sabe que
puede estar equivocado y, sobre todo, que reconoce los derechos de los otros
seres humanos.
Todo
este largo rodeo viene a colación por lo que está ocurriendo en este momento en
el país, donde todo se convierte en un escándalo y un exabrupto, donde
cualquier intento de negociar es satanizado; cualquier intento de ponerse de
acuerdo es visto como un acto de suprema corrupción. Tomemos el caso más
reciente, el de un grupo de funcionarios norteamericanos que vinieron a
reunirse con diferentes personas en el país, con Nicolás Maduro y algunos de
sus funcionarios, con el presidente Guaidó y con representantes de los partidos
políticos y obviamente hablaron de diversas cosas, de lo cual no se tiene mayores
conocimientos o si se llegó o no a algunos acuerdos que, pues aún no ha
trascendido mucho de lo que finalmente se acordó. Únicamente sabemos que tras
la visita fueron liberados dos de seis gerentes de Citgo, presos injustamente
desde hace tiempo, privados de sus derechos elementales de defensa, como todos
los presos políticos del país, que son cientos. Tras la reunión, se produjo un
comunicado del Gobierno Interino, explicando lo ocurrido y una declaración de
Nicolás Maduro, en la que tras reconocer la reunión anunció su disposición de
reanudar las negociaciones –cosa que por cierto ha dicho en varias
oportunidades, sin que haya ocurrido nada− y se supone que en México, aunque
eso no está muy claro; lo que sí manifestó fue su deseo de que se amplíe la composición
de la delegación opositora en cualquier negociación.
Desde
luego, la visita y la negociación que se llevó a cabo y los supuestos acuerdos
a los que se llegó, fueron de inmediato satanizados y calificados con todo tipo
de epítetos, tanto hacia los miembros de la oposición democrática, como hacia
el gobierno de los EEUU.
Algunos
han visto lo ocurrido con la visita, con bastante recelo; algunos lo ven con
escepticismo, a otros les parece muy bien; pero, otros se han rasgado las
vestiduras y algunos claramente han mentido acerca de la naturaleza de esta
misión norteamericana, acerca de sus objetivos, acerca de lo que lograron y
acerca del precio que tendrá que pagar la oposición venezolana, y el país en
general, por los supuestos acuerdos a los que se llegó, aunque nadie sepa
exactamente cuáles son. La opinión se ha formado sobre la base de
elucubraciones y en algunos casos, sobre medias verdades o claras mentiras, con
el objetivo político de desprestigiar más a la oposición democrática, al
Gobierno Interino y a Juan Guaidó y en algunos casos al Gobierno de Biden.
Lo
peor es que de nada sirve aclarar, pues ya hay una matriz de opinión formada,
sobre la base de elucubraciones e información parcial; de nada sirve aclarar
que quienes vinieron fueron: el Embajador Story, Juan González, director del
Consejo de Seguridad Nacional para el Hemisferio Occidental y Asesor Especial
de la Casa Blanca para América Latina y al parecer, Roger Carstens, enviado
presidencial especial para asuntos de rehenes −algo que no he podido confirmar,
pues hay informaciones parciales−, pero en todo caso no había funcionarios de
empresas petroleras; de nada sirve decir lo que explican los expertos
petroleros −que sí conocen de la materia− que el régimen venezolano, ni
reuniendo todo el petróleo que le sobra y lo que vende a Cuba, está en
capacidad de cubrir esos 300 mil barriles sobre los que se especula, ni en la
posibilidad de producirlos de manera inmediata o en el mediano plazo (Tampoco
nadie explica porque los EEUU va a venir a buscar petróleo a un país con un
gobierno hostil, enemigo declarado suyo, teniendo un vecino en el norte,
Canadá, que le puede ofrecer todo el petróleo que necesite); de nada sirve
decir que hasta el momento lo único concreto que se ha visto es la liberación
de dos de seis presos por el caso Citgo (y que son una minucia en comparación
con los más de 300 presos políticos que hay en el país) y que el gobierno de
Maduro, una vez más, de tantas que lo ha hecho, dice que va a sentarse
nuevamente a negociar; de nada sirve aclarar, como lo hizo la Subsecretaria de
Estado, Victoria Nuland en el Congreso de los EEUU, que esta visita se coordinó
desde Bogotá con la oposición con cuyos representantes se reunieron primero en
Bogotá y luego aquí con Juan Guaidó; de nada sirve decir, como ha dicho el
gobierno de Biden que no han comprado petróleo a Venezuela y que no tienen
pensado hacerlo próximamente, etc.
Pero
la verdad es que me ha parecido muy “característica” −y a la vez deprimente−
toda la discusión y argumentación sobre la “visita” de la delegación
norteamericana y que se reuniera con Nicolás Maduro. Si es verdad lo que se ha
especulado −y sobre lo que algunos han mentido− que vinieron a: 1) negociar
petróleo, 2) liberar a los presos de Citgo; o/y 3) presionar para que NM
continúe negociando en México −una de las tres cosas o las tres cosas− ¿Por qué
se sorprenden que se hayan reunido con Maduro?, ¿Con quién iban a hablar?
¿Quién les puede vender petróleo? ¿Quién tiene presos a los de Citgo y cientos
de presos políticos más? ¿Quién es, sino Maduro, quien no quiere seguir
negociando con la oposición?; y por último, de todas maneras, a los que no
creen en Guaidó, ni en el Gobierno Interino, ni en el G4, ¿Qué les importa si
la delegación norteamericana se reunió o no con ellos?
En
resumen, lo que sabemos por fuentes distintas −prensa nacional e internacional,
el gobierno de los EEU, el gobierno de Juan Guaidó y el gobierno de Nicolás
Maduro− es:
- que un grupo de altos funcionarios
norteamericanos hicieron una visita a Venezuela;
- que vinieron a tratar asuntos energéticos
y otros temas, como parte del plan del gobierno norteamericano de aislar
al gobierno de Putin;
- que la visita fue preparada hace tiempo en
Bogotá y consultada con lideres de la oposición democrática, antes de
realizarse;
- que se entrevistaron con Nicolás Maduro y
funcionarios de su gobierno y con Juan Guaidó y miembros de la oposición
venezolana;
- que después de la visita Nicolás Maduro
liberó a dos de los seis rehenes o presos de Citgo que tiene en su poder y
anunció su disposición a continuar negociando con la Plataforma Unitaria;
- que el Gobierno de Biden, tras la visita,
anuncio que únicamente sigue reconociendo a Juan Guaidó como el legítimo
Presidente de Venezuela; y
- que no ha comprado ni piensa por lo pronto
comprar petróleo a Venezuela y tampoco levantar sanciones si no hay
avances en las negociaciones en Venezuela entre el régimen de Maduro y la
Plataforma Unitaria.
Claro,
se bien que siempre habrá quien diga que nada de esto es cierto y que todo es
para disimular.
A lo
mejor es una ingenuidad de mi parte, seguramente lo es, pero, permítanme pensar
fuera de la caja, como dicen los anglosajones: ¿Cabe la posibilidad de tener un
pensamiento positivo acerca de la intención de la Administración Biden al
reunirse con Nicolás Maduro? Por ejemplo, conocido el manifiesto interés de
Maduro de negociar directo con los EEUU, tratar de reducir las sanciones y dado
que fue él quien solicito esta reunión: ¿Es posible pensar que el Gobierno de
Biden decidiera aprovechar la coyuntura para rescatar a los presos de Citgo,
presionar a Maduro para que aceptara negociar en México, de una manera más
flexible y se lograra unas elecciones libres?, ¿O ese pensamiento está negado,
pues rinde mejores dividendos políticos, aquí y allá, afirmar que fue una
negociación, a espaldas de la oposición? ¿Qué no fue más que una negociación de
petróleo por sanciones y que todo lo demás −la liberación de los presos de
Citgo, reanudar negociaciones en México, o donde sea, etc.− fue algo colateral
o para disimular?
Como
quiera que haya sido esta misión norteamericana, para mí está claro que
vinieron hacer algo que nos hace falta hacer en el país: política; vinieron a
hacer política, vinieron a negociar, vinieron a llegar a acuerdos; el problema
es nuestro, pues para nosotros todas esas son malas palabras, más allá de que
no se haya conducido la información de la forma más adecuada por los dirigentes
opositores, que tenían y tienen el deber de informar.
Ismael
Pérez Vigil
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