Gioconda Cunto de San Blas 04 de marzo de 2022
La
Cúpula de Genbaku,
sobreviviente de la debacle nuclear en Hiroshima (1945), Monumento de la Paz y
Patrimonio de la Humanidad (Unesco, 1996), recoge las cenizas de unas 70 mil
personas, apenas una fracción del total calcinado en la conflagración, estimado
en no menos de 200 mil personas, la mayoría civiles. Como leyenda: «Reposen
aquí en paz, para que el error no se repita nunca».
Quizás sea éste un momento oportuno para recordar ese «error» (¡vaya manera de etiquetar el horror!) y esa promesa grabada en piedra. Casi 80 años han pasado desde entonces y los países, mal que bien, han mantenido la promesa. Hasta ahora. El 22 de febrero pasado, Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa, lanzó una ofensiva bélica contra Ucrania y a manera de chantaje inaceptable ha dejado claro que «quien intente interferir con nosotros desde el exterior debe saber que la respuesta será inmediata y conducirá a consecuencias más grandes de lo que ninguno de ustedes ha visto jamás en la historia».
Ante
tal violencia, obstaculizar desde el exterior a través de rápidas y duras sanciones económicas
y restricciones aeronáuticas, marítimas y de diversa índole, así como apoyar a
Ucrania en su defensa es precisamente lo que han hecho la Unión Europea, la
OTAN, los Estados Unidos y otros países para debilitar a Rusia e intentar detener
las acciones del enloquecido caporal. En respuesta a la reacción de Occidente,
el autócrata ruso dio orden de activar su fuerza nuclear, consistente en cerca
de 6.225
cabezas atómicas.
El
Protocolo de Minsk entre Rusia y Ucrania, firmado en 2014 luego del zarpazo
ruso a Crimea,
apuntaba a poner fin al conflicto entre separatistas pro rusos y combatientes
ucranianos en el este de Ucrania. Pero después de que Putin reconociera hace
pocos días a las regiones rebeldes (Donetsk y Lugansk) como estados
independientes, los líderes occidentales, entre ellos Ursula von der
Leyen, presidenta de la Comisión Europea, manifestaron que «el
reconocimiento de los dos territorios separatistas en Ucrania es una flagrante
violación del derecho internacional, la integridad territorial de Ucrania y los
acuerdos de Minsk». De allí a la invasión de Ucrania quedaba solo un paso y
Putin lo dio el 22 de febrero.
La
inspiradora firmeza del presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, ha sido la
de un verdadero líder que acompaña a su pueblo en los momentos difíciles. Al
pedir formalmente la admisión
de Ucrania como miembro de la UE insistió en la lucha que los
ucranianos llevan en favor de la libertad, de sus derechos y de su
sobrevivencia.
Mientras
tanto en nuestra comarca, el autócrata
local reafirma su compromiso con Putin, al aventurar la promesa de una
«poderosa
cooperación militar». Invirtiendo los hechos, menciona que «el
descarrilamiento de estos acuerdos por parte de la OTAN, promovidos por los
Estados Unidos de América, ha vulnerado el Derecho Internacional y ha generado
fuertes amenazas contra Rusia, su integridad territorial y soberanía».
Casi
diez mil kilómetros separan a Caracas de Kiev o de Moscú. Uno pudiera pensar
que esa distancia nos protege contra cualquier desaguisado. No en estos tiempos
globalizados. El lenguaraz autócrata local tendrá que arrepentirse de sus
palabras cuando, al decir del analista petrolero José
Toro Hardy, «caiga en cuenta del impacto de las sanciones contra el
gobierno de Putin en las finanzas de la maltrecha economía venezolana.
Venezuela
pagará muy caro no sólo por el apoyo que ha brindado al gobierno ruso sino por
haber instalado la oficina de Pdvsa en Moscú, cuyas operaciones financieras
internacionales también estarán sometidas al bloqueo de la banca rusa».
Miles
de rusos protestan y miles son detenidos en las principales ciudades de su país
por oponerse a las continuadas acciones de Putin contra Ucrania. Circula por
redes un manifiesto, «Paren la guerra»,
que al momento que esto escribo supera los 2,3 millones de firmas y que invito
a respaldar. Mientras tanto, más
de 600 investigadores científicos y divulgadores de la ciencia rusos
han suscrito una carta de protesta por la guerra «injusta y sin sentido» de su
gobierno contra Ucrania, que ha condenado a Rusia «al aislamiento
internacional, a la posición de un país paria […] y a su degradación cultural y
tecnológica […]. La guerra contra Ucrania es un paso hacia la nada».
Las Academias
venezolanas, en gesto que las enaltece y en nombre de sus académicos, se
han solidarizado con sus colegas rusos en la enérgica protesta contra la
invasión rusa a Ucrania, y en reclamo contra el apoyo oficial del régimen al
invasor ruso. «Manifestamos nuestra solidaridad con el pueblo ucraniano y
hacemos votos por la restitución de la paz y la convivencia pacífica con
justicia y libertad».
En
palabras lapidarias del historiador Timothy
Snyder (U. Yale), «Ucrania es una democracia atacada por una tiranía».
Gioconda
Cunto de San Blas
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