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jueves, 13 de febrero de 2014

El país exige reconocimiento y dialogo


Editorial Revista SIC 761, 12/02/2014

Las elecciones pasadas quedan tan lejos que pareciera que no han existido. Es que estuvieron mal planteadas y los resultados nos retrotraen a las anteriores porque solo fueron un replay. Se plantearon de parte y parte como un plebiscito y su resultado es que el país sigue partido en dos mitades.

Lo que se desprende desde la realidad, pero desgraciadamente no todavía desde los contendientes es que, como hicieron los democristianos y los socialdemócratas en Alemania, pacten las dos facciones para sacar el país adelante porque aunque suicidamente no quiera reconocerse, el país son unos y otros, somos todos los venezolanos, y es todo lo que se mueve en Venezuela.

Es imposible que la mitad del país sean oligarcas vendepatrias y la otra mitad totalitarios vendidos a Cuba. Eso no se lo cree nadie, ni los que enarbolan esas consignas descalificadoras. Nos negamos a pensar que ese diálogo imprescindible sea imposible y de todos modos, a los que nos importa el país, que somos muchos, tenemos que hacer lo imposible porque el diálogo se dé.

Lo que ve la mayoría como horizonte del diálogo

Creemos que la realidad que unos y otros se empeñan en ocultar es que somos mayoría los que no nos sentimos representados por ninguno de los dos bandos, pero que votamos como mal menor por uno de ellos.

Creemos que esta mayoría coincide en considerar que el pueblo debe ponerse en el centro del interés del Estado y de toda la sociedad, que no solo tiene que ser ayudado a que se cualifique y encuentre trabajo productivo y bien remunerado, sino a que tenga expresión propia; es decir, de base, no correa de trasmisión del Gobierno. Una base organizada desde sí misma, deliberante y, en una medida apreciable, decisiva en los asuntos que le conciernen y en la marcha del país.

Pero también hay un amplísimo acuerdo en que los empresarios no pueden ser dejados fuera, que el Estado tiene que pactar con ellos, que no es lo mismo que someterse a ellos como sucede en la mayoría de los países. El Estado tiene que propiciar la responsabilidad social de las empresas, que nada tiene que ver con la propaganda corporativa como sucede habitualmente en el mundo capitalista; tiene que aprobar leyes que la estimulen y que conjuntamente propicien el aumento de producción y, sobre todo, de productividad. Pero para eso tiene que garantizar como algo sagrado la seguridad jurídica.

Tiene que dejar de robar lo que es ajeno bajo el nombre engañoso de rescatar o de expropiar. Más todavía, tiene que reconocer que ha fracasado esa política no solo porque es radicalmente injusta y el Estado no tiene derecho de robar a los ciudadanos, sino también porque esas fincas y empresas han dejado o casi han dejado de producir a pesar de inversiones millonarias.

En suma, lo que pedimos a los contendientes es que antepongan la realidad a la compulsión por mantener el poder a toda costa o por lograrlo sacando a los que gobiernan. Les pedimos que abran los ojos a la situación del país y no pretendan eludirla, porque el país está tan deteriorado que no admite demora.

Se produce cada vez menos, cosa que en cualquier hipótesis es un desastre, pero es que además la renta petrolera ya no basta para comprar en el exterior lo que no producimos nosotros, en parte porque no puede sustituir a la producción nacional, en parte porque también se produce cada vez menos petróleo; por eso cada día hay más escasez de lo más básico y, para más calamidad, los asalariados ven cómo se reduce cada semana su poder adquisitivo por la inflación galopante, además de que los servicios básicos son cada día de menor calidad.

En tan solo catorce años este Gobierno ha dispuesto algo más del doble de recursos que el resto de la democracia durante cuarenta años y sin embargo, no solo no puede mostrar una obra sólida, sino que tiene una deuda al borde de sus posibilidades de solvencia, más todavía cuando buena parte de ella es con venta de petróleo a futuro lo que implica que van a entrar muchas menos divisas por su venta.

Estos datos, absolutamente objetivos, hacen ver que este modelo es insostenible. El Gobierno tiene que reconocerlo. Tiene que someterse a una cura de realidad, dolorosa pero impostergable. Tiene que dejar su ideología a un lado y atenerse a las magnitudes objetivas. Y lo más elemental que nos dice la realidad, si queremos abrir los ojos, es que tenemos que producir muchísimo más en el país, y que en estos años de ensayos insensatos se ha demostrado que eso no puede hacerlo el Gobierno solo, sino tiene que pactar con la empresa privada.

Por su parte la oposición no puede apostarlo todo a que caiga el Gobierno. Tiene que tener un proyecto que sea en verdad alternativo; es decir, que contenga lo bueno de este, pero realizándolo mejor o, más bien, realizándolo y no reduciéndolo a propaganda corporativa y a incesantes operativos, y que supere sus planteamientos estériles, meramente ideológicos, y sus inepcias, que desgraciadamente son estructurales ya que están derivadas del hecho de manejar las empresas del Estado en base a la fidelidad al Gobierno y no en base a la calidad de la gestión.

En esta visión alternativa no pude retrotraerse a una democracia meramente de ciudadanos; tiene que ir hacia una democracia que discrimine positivamente a los discriminados económicos y sociales, discriminación que no se base en darles, sino en ayudarlos a que se constituyan en sujetos densos en todos los aspectos.

Esto implica que no pueden considerar que el petróleo es de cada ciudadano y que hay que redistribuirlo entre ellos, sino que tiene que conservarse como propiedad indivisa del Estado, diferenciándolo del gobierno, y emplearlo en servicios de calidad y en constituir una seguridad social que estén a la altura del tiempo histórico.

¿Llegará a nacer la democracia local?

Además de lo dicho, la alternativa pasa por lo que estas elecciones han dejado completamente al margen, fuera de excepciones que es, precisamente, lo que constituía su objetivo: la constitución de un poder local lo más representativo posible, de los ciudadanos, y que gobierne con su participación desde los requerimientos de cada realidad y no como aplicación de un plan centralista que desconoce la especificidad de las regiones y los municipios y sus propios recursos que no son los de la propia tolda, sino de todos los vecinos que hacen vida en ellos. El Gobierno ha impuesto muchos candidatos por la lógica de la organización y no por los intereses locales, por esa razón no pocos han constituido sus propias formaciones, algunas de las cuales han ganado las elecciones. También la MUD ha repetido candidaturas sin tener en cuenta el discernimiento de su desempeño y, aunque a veces han vuelto a ganar, ha perdido, creemos, la democracia de base y los municipios. Y, también por esa razón, se han dado varios candidatos y ha perdido la U de la sigla y el municipio.

En la década de los noventa se dio el paso importantísimo de la descentralización del poder. Creemos que es poco lo que se ha avanzado porque sigue privando la lógica de las maquinarias centrales (el caso de muchos del PSUV sin ningún arraigo en la región, sembrados desde Caracas) y, en parte, los caudillos locales (como sucedió en Carabobo y Táchira en la elección de gobernadores). Y, sin embargo, es la base de la democracia cuando ha alcanzado cierto grado de madurez. Sin la experiencia de la participación ciudadana en los municipios ¿en base a qué criterios se vota en las demás elecciones? Solo en base a la propaganda que cada día se parece más a la publicidad; tanto, que en nuestro país en buena medida el Gobierno la ha suplantado, de tal modo que casi se puede decir que es en lo único en que es realmente exitoso y está a la altura del primer mundo. Es una pena. Y tampoco podemos resignarnos.

Dios quiera que el amor al país concreto lleve la voz cantante y comience el diálogo sincero y a fondo. Y que los elegidos gobiernen para todos y que el Gobierno deje gobernar a los elegidos de la oposición.

http://sicsemanal.wordpress.com/2014/02/12/editorial-sic-761-el-pais-exige-reconocimiento-y-dialogo/

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