FERNANDO CASTRO AGUAYO jueves 13 de febrero de 2014
Este artículo no será noticia: trata
de lo normal. En la tradición pluricultural, la celebración del matrimonio
constituye la familia. El anhelo humano universal es la familia: la unión entre
hombre y mujer.. Y los niños reclaman familia: es decir cariño, seguridad,
estabilidad.
El mundo está revuelto. Los derechos y
los deberes de la persona no los da estrictamente la ley, vienen de la misma
naturaleza humana.
Para los creyentes en Dios, es el
mismo creador el que hizo a la persona varón o mujer. Esa condición sexual es
evidente y se manifiesta en todos los órdenes de la vida. Está orientada al
amor, complementario de hombre y mujer, en orden a la procreación, consecuencia
de la condición matrimonial.
Mi experiencia me indica que hay un
pequeño número de personas que tienen su afectividad desligada de su condición
sexual. Son siempre los menos, y en la mayoría, eso tiene causas, tristes y
dolorosas. Sin embargo, debo decir que muchos anhelan la familia, quisieran ser
de otro modo. Son personas, tan dignas, que tienen la mirada de Dios sobre
ellos, con ternura y afecto.
Lamentablemente, es noticia el afán de
inculturar un modo homosexual de ver las cosas. Esto no es cónsono con la
naturaleza humana como no lo es ni el machismo ni el feminismo. Estas
absolutizaciones destruyen, es fácil destruir, el tejido cultural y cristiano
de nuestras tradiciones.
A los matrimonios, a los novios que
piensan casarse, ellos proclaman la belleza del amor humano, de la exclusividad
y la fidelidad. Tienen una gran misión que les da el mismo Dios: proclamar que
la senda áspera de la vida cuenta con un remanso que es la familia, por la que
hay que trabajar y construirla día a día. Esto es de Dios y hay que
conservarlo. ¡Bendita familia!
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