ANGEL OROPEZA miércoles 12 de febrero de 2014
@angeloropeza182
No ha sido fácil para la oposición
venezolana enfrentar durante 5 lustros a un enemigo formidable, tan
excedentario en recursos como indigente en escrúpulos. Los juicios
excesivamente severos sobre el trabajo de los sectores opositores suelen obviar
lo difícil que ha sido aprender con el tiempo cómo se combate con muy pocos
medios y siempre en desventaja a un modelo de dominación fuerte, popular y
escasamente democrático, pero cuya caracterización y real naturaleza todavía
están lejos de ser definidas con precisión y consenso, lo cual ha sido un obstáculo adicional a la hora de
combatirlo.
Durante ese tiempo, quienes se oponen
al proyecto militarista de dominación han intentado varias fórmulas de
enfrentamiento, no pocas de ellas surgidas de la improvisación y la ingenuidad
política. Así, los venezolanos hemos presenciado un abanico de propuestas de
"salida" que van desde la infeliz decisión de algunos sectores
minoritarios que jugaron a alimentar insurrecciones y fantasías militares,
hasta la inefable estrategia de la "desobediencia civil", con sus
consecuentes recetas de abstención, "marchas sin retorno" y el
siempre proverbial "no participo más con estas condiciones". Todas estas "salidas" de estéril
radicalismo tuvieron 2 grandes elementos en común: primero, escondían una
profunda ceguera para comprender el comportamiento colectivo del venezolano y
la naturaleza del momento político. Y en segundo lugar, y derivado de esto
mismo, todas ellas –sin excepción– terminaron en un fortalecimiento y
relegitimación del régimen, quien resultó al final en el único beneficiado de
tan desastrosos e inútiles ensayos. Las
tales "salidas" resultaron así en unas auténticas trampas.
Afortunadamente, dentro de la
oposición existen sectores que han mostrado una deseable capacidad de
aprendizaje, y desde hace algunos años se
apostó por una estrategia que incluía alcanzar la unidad de sus
múltiples factores, y asumir sin ambages la tarea de la organización ciudadana
y la acumulación gradual y progresiva de fuerza popular, como la única forma
viable y permanente de conquistar el poder para cambiar al país. Esta es la
estrategia que más teme el gobierno, porque supone retar su liderazgo allí
donde se cree todavía fuerte.
El reto fundamental que el momento
actual plantea a la sociedad democrática venezolana es el relacionado con las
dinámicas económicas, sociales y políticas asociadas con la pobreza. Y para
competir con el oficialismo allí donde está su menguante base de apoyo social y
electoral, es decir, en los espacios que
son asiento de la pobreza urbana y rural,
el discurso y la práctica política de la Alternativa Democrática debe
brindar esperanza y camino a nuestros hermanos de la Venezuela profunda, hoy
rehenes de un proyecto político profundamente injusto.
Con todo el respeto que merecen
quienes hoy vuelven a propugnar "salidas" ya demostradamente
inútiles, hay que insistir hasta el cansancio que el único trabajo político que
realmente funciona, y que debería ser la agenda de la oposición en los meses
por venir, es reanimar y vigorizar la conexión con las organizaciones
populares, acompañar y hacer conectar entre sí las manifestaciones de protesta
social y de lucha por los cada vez más vulnerados derechos del pueblo,
reagrupar y fortalecer sus fuerzas internas, y colaborar con la despolarización
y el acercamiento entre los venezolanos, para hacerlos más fuertes frente a un
gobierno que los golpea diariamente y sin clemencia.
La situación de penuria generalizada
que hoy sufre el país amerita que la oposición
demuestre capacidad de aprendizaje y evite repetir los caros errores del
pasado, que resultarían en un agravamiento de las condiciones sociales y
políticas de los venezolanos al permitir la relegitimación política de sus
explotadores. Nuestro camino tiene que
estar siempre al lado de la gente, contra los falsos radicalismos de salidas
que conducen sólo a las trampas de catarsis emocionales desordenadas, que
adolecen de propuestas políticas factibles y viables para superar la situación
de dominación, que no favorecen el robustecimiento de las estructuras orgánicas
necesarias para el cambio político, que no contribuyen a ampliar la base
popular de la alternativa democrática, y que sólo conducen a profundizar la frustración
social y el fortalecimiento del gobierno.
Quienes insisten en la única
"salida" que verdaderamente funciona, no son "traidores",
ni indignos colaboracionistas del régimen, ni gente despreciable vendida al
mejor postor. Son sólo venezolanos que humildemente han aprendido de la
historia y del comportamiento político y psicológico de nuestro pueblo, y no
quieren repetir los lamentables errores del pasado. Merecen el mismo respeto
que quienes piensan distinto. Ya bastante daño ha hecho a nuestra cultura
política la indeseable penetración del fascismo militarista y pro-cubano, para
que quienes dicen oponérsele terminen adoptando sus mismos códigos de lenguaje.
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