Américo Martín 06
de febrero de 2014
mermart@yahoo.com
@AmericoMartin
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Se nos escapan las cuestiones obvias.
Al gran escritor y humorista inglés Gilbert Chesterton se le ocurrió decir que
si miras una cosa novecientos noventa y nueve veces estás a salvo, pero si la
miras la vez mil corres el horrendo peligro de verla por primera vez.
Cuando se le carga en exceso la mano a
la MUD reprochándole que solo sabe dirigir elecciones se pasa por alto que ese
organismo fue diseñado exactamente para eso, para dirigir elecciones y
esmerarse en encontrar la manera de resolver la cuadratura del círculo: unir
todas las corrientes opositoras a fin de impedir que fueran trituradas por la
máquina ventajista de un gobierno inescrupuloso. Lo mejor es que esas
corrientes divergen en la totalidad de los asuntos, menos en uno: la necesidad
de derrotar el modelo autocrático que les impide seguir debatiendo sin peligro
de parar en la cárcel o ser perseguidos.
Y eso en Venezuela no podía ni puede
lograrse sin derrotar al actual gobierno y restablecer el libre juego de
opiniones en el marco de una democracia más o menos confiable. El pluralismo y
la diversidad son la fuerza, no la debilidad de la democracia siempre que se
sobreponga lo que une por sobre lo que separa. Era la misión de la MUD y sería
bien mezquino no admitir que su desempeño fue francamente bueno.
Pero pasadas las elecciones y a
sabiendas de que no habrá otras sino dentro de dos años, la MUD sencillamente
no está habilitada para dirigir el hervidero económico social que calienta las
impaciencias de la mayoría de los venezolanos. Su estructura plural no le da
para eso. Reprocharle que no se ocupe sino de elecciones, es como molestarse
porque un chef de alta cocina se dedique exclusivamente a sus especialidades
culinarias olvidando las restantes necesidades del país, como por ejemplo la
dirección de los trabajadores de Guayana o del movimiento universitario.
Ahora se trata de solidarizarse con
las protestas legítimas que se extienden por el país y que con más razón lo
seguirán haciendo a lo largo de 2014, un año crítico como pocos en el largo
pasado. Eso hace obligante la reformulación, lo que a su vez pasa por
preguntarse como ejercer funciones de dirección y preservar la carísima unidad,
en un ambiente de liderazgos múltiples, vinculados orgánicamente a cada uno de
los sectores que reclaman con los puños en alto la satisfacción de sus
necesidades. Ese es el verdadero reto y la materia candente a ser resuelta.
Lo mejor es el ensayo y el error. Para
decirlo como Mao Zedong a días de su victoria, cuando aún no se había
encanallado en el poder: ¡Qué florezcan mil flores!¡Que compitan cien escuelas
filosóficas!
Que líderes de distinta procedencia
salgan a la palestra no solo no es malo, sino que es excelente. Lo ingenuo es
contraponer propuestas en el plano del maniqueísmo: tú o yo, lo mío y no lo
tuyo, salir a la calle y no dialogar o dialogar y quedarse en su casa. Esas son
disyuntivas falsas y sin sentido.
El diálogo generalmente favorecerá a
la democracia y perjudicará a los autócratas, siempre que transcurra sin
candidez. Salir a la calle no supone rechazar el diálogo. Los actos emanados de
dirigentes con opción y aspiraciones no tienen por qué excluirse o entenderse
como verdades absolutas. La lucha democrática es en todos los territorios y con
plenitud de formas legales; se da en espacios variados sin que la selección de
unas implique retirar las demás.
El diálogo le quema las manos a un
gobierno por principio negado a propiciarlo. Y si apela a él con el deseo de
desnaturalizarlo perderá en el país y en el seno de su propio movimiento, como
por lo demás ya está ocurriendo.
Los actos públicos de protesta o
animados por el deseo de ampliar las dimensiones del debate son excelentes
siempre que no pretendan erigirse en soluciones únicas. Salir a la calle es
pues una buena –pero no única- táctica
Pero entendamos lo obvio. Hacer actos
públicos no equivale a dirigir procesos sociales. En Guayana o en el área
petrolera los trabajadores ya tienen sus propios líderes y no sería cosa de que
una parte de la MUD pretendiera asumir la dirección de esos trabajadores y la
otra se dedicara a convocarlos a actos públicos.
En las Universidades, igual. En el
área educativa los padres y representantes, junto a maestros, directores,
estudiantes y federaciones magisteriales han consolidado, al calor de luchas
constantes, un movimiento ejemplar, respetado y poderoso como pocos, armado de
programas y líneas para desarrollarlo. En su conjunto respetan a la MUD y
también a los dirigentes que se presentan juntos a exponer otros criterios,
pero no le entregarán la dirección a nadie.
Todos esos procesos deben ir más allá
de sus fronteras, deben alcanzar unidad de objetivos y esa es la nueva
sustancia de la unidad. En su reformulación, la dirigencia opositora ha de
respetar a los líderes emanados de las contiendas parciales. Hay que ayudarlos,
potenciar la unidad y buscarla con
ellos. Se debe ayudar, relacionar, procurar claridad. Es una tutoría.
La amplísima variedad de causas y
corrientes opositoras aconseja combatir unidos en cada pulgada de terreno y
participar sin abstenerse nunca. Porque aparte del célebre Concierto de Maurice
Ravel para la mano izquierda, el piano en realidad debe tocarse con los diez
dedos y las dos manos. El todo es que emane una sola melodía, la melodía de la
unidad, la melodía de la democracia.
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