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viernes, 7 de febrero de 2014

Venezuela 2014: ¡Patria o papel tualé!

JOSÉ LUIS CURBELO 6 FEB 2014

En aras de una quimera dogmática se está destruyendo la economía del país

Con este absurdo y populista dilema sacudía a los venezolanos el 22 de junio de 2013 el procubano ministro de Exteriores Elías Jaua ante las crecientes protestas por la escasez y carestía de los bienes básicos en los supermercados del país. El dilema manifestaba la voluntad del Gobierno bolivariano de profundizar su radicalización frente a las voces que ante el deterioro evidente de la economía nacional y del bienestar de la sociedad, llamaban a mejorar el abastecimiento y, por extensión, a mayor moderación y pragmatismo políticos y a una gestión más ortodoxa de los mercados y la política económica.

La voluntad de radicalización se está profundizando en los inicios de 2014 tras la pírrica victoria de la coalición de Gobierno en las elecciones municipales de diciembre de 2013. En ellas, la inseguridad respecto de los resultados llevó al presidente Maduro a llamar al saqueo de las tiendas de electrodomésticos y otros bienes de consumo duradero (televisores de plasma, ropas de marca, teléfonos celulares, etcétera), que actúan como fetiches del bienestar para amplios sectores de la población, incluida la clase media, y a la detención de varios empresarios.

El de 2013 fue un año desastroso en términos macroeconómicos, a pesar del elevadísimo precio de los hidrocarburos (alrededor de 100 dólares el barril). El país tuvo la mayor inflación del mundo (56%) derivada de la financiación monetaria de la actividad económica y de los déficits fiscales, que se calculan superiores al 15% (Barclays), consecuencia de un gasto desmedido y de una política de precios públicos altamente subvencionados.

La economía decreció un -0,3% en términos per capita. El cambio del dólar en el mercado paralelo es 12 veces el oficial. Las reservas líquidas son insuficientes, incluso, para saldar la deuda del país con las compañías áreas extranjeras por los billetes ya vendidos en bolívares. El índice oficial de escasez (que indica la proporción de productos básicos inexistentes en el mercado) está próximo al 25%, y el desabastecimiento se extiende a casi todas las mercancías e insumos de una economía en la que prácticamente han desaparecido el ahorro y la producción nacional.

Proliferan los mercados negros de todo tipo y la rampante corrupción. La infraestructura física y social se deteriora y los cortes del suministro eléctrico durante horas son comunes en casi todo el país. Y por si fuera poco, a pesar de sus reservas ingentes, la oferta petrolera venezolana (alrededor de 2,75 millones de barriles al día) decayó el 2% en un año por incapacidad técnica y falta de inversión, al tiempo que, por compromisos con terceros países (China, Cuba, otros países del Caribe, etcétera), solo generan divisas 1,3 millones de barriles al día, 500.000 menos que hace 5 años (PetroLogistics).

Ante esta dantesca situación económica (por no hablar de los 25.000 homicidios del año y otras formas de violencia) muchos analistas pensaban que una vez ganados los comicios y con un calendario electoral favorable sin elecciones en los próximos dos años, el Gobierno gozaría de la tranquilidad y legitimidad suficientes como para estabilizar la política económica. Sin embargo, los retales de plan económico que Maduro apuntó hace unos días con ocasión de la presentación de la Memoria y Cuenta de 2013, son decepcionantes. Para no enfrentarse a las raíces de los desequilibrios macroeconómicos, lo que obligaría a alterar los complejos equilibrios políticos de la coalición de Gobierno, se postergan las reformas necesarias, se realizan cambios cosméticos y, sobre todo, se avanza en la dirección de consolidar un modelo de país crecientemente estatista que achica los espacios de libertad económica (y política).

Con un discurso inflamado para “librar la batalla decisiva por el socialismo”, el “señalado” por Chávez: 1. Anunció la promulgación de una severa “Ley de costos, ganancias moderadas y precios justos” que establecerá un límite de beneficios a las empresas del 30%. Esto, aparte de su arbitrariedad y de ser un caldo de cultivo para la corrupción, evidentemente implicará aún menor actividad económica y profundizará el desabastecimiento y el desempleo. 2. Avanzó las líneas generales de una devaluación encubierta del bolívar, ya que en palabras del vicepresidente del Área Económica (Rafael Ramírez) “no podemos hablar de devaluación porque esa es la matriz del enemigo”. Se restringe el cambio oficial (6,3 bolívares por dólar) a las importaciones prioritarias (por definir) y se relega al resto de las transacciones a otra tasa fluctuante de alrededor de 11,3 bolívares por dólar.

La gestión centralizada del proceso se asigna a un Centro de Comercio Exterior encargado de priorizar el acceso a recursos a cambio preferente, así como de seleccionar a los partícipes en las transacciones. De nuevo, se fomentan instituciones proclives a la arbitrariedad y la corrupción. 3. Realizó cambios en el equipo económico del Gobierno, apartando de sus responsabilidades como ministro de Finanzas a Nelson Merentes, partidario de la flexibilización de los precios y el tipo de cambio, y reforzando la posición de los ministros más identificados con el modelo (Jorge Giordani y Rafael Ramírez) y de procedencia militar (Rodolfo Marco y Wilmer Barrientos), partidarios de mayores controles y planificación centralizada.

Tras los anuncios de las medidas económicas el bolívar continuó devaluándose y la deuda reaccionó a la baja. La población y los agentes económicos no confían en la capacidad del Gobierno de gestionar el deterioro de la situación. Para 2014 se espera que la inflación siga subiendo y llegue al 75% (Ecoanalítica). El país, según CEPAL, presenta las peores perspectivas de crecimiento de toda América Latina. Un deterioro que, más allá de las crecientes ineficiencias y corrupción imperante, no es achacable como en otros períodos de estancamiento pasados a los choques externos y/o petroleros, sino al propio modelo de crecimiento.

La incertidumbre respecto del futuro de la economía venezolana es general y el espacio para su deterioro amplísimo, incluso si los precios del petróleo continúan altos. Si se materializaran las perspectivas de inflexión a la baja de los precios del crudo, la situación se tornaría aún más desastrosa. En estas circunstancias, el dilema del título de este artículo adquiere todo su valor descriptivo: la quimera dogmática de construir el supuesto paraíso socialista (la etérea Patria del discurso bolivariano) justifica el atropello de las libertades y el bienestar de la población que, ¡parásitos ellos!, aspiran a que haya en los anaqueles papel tualé.


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