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domingo, 2 de febrero de 2014

Venezuela y la reforma mexicana

Miguel Méndez Rodulfo Caracas 1 de febrero de 2014

En el último año hemos observado como la nación mexicana ha emprendido el camino de las reformas estructurales y ha modernizado sus instituciones y su legislación para ponerse a tono con los nuevos tiempos y cortar la brecha que la separaba de los países competitivos que hoy lideran el mundo. Por muchos lustros México no pudo descontar el rezago que presentaba frente a los países desarrollados. Las luchas entre los partidos, el sectarismo político, incluso las confrontaciones a lo interno de los propios partidos, los factores ideológicos y una combinación de atraso político e incomprensión de los factores de competitividad, hacían imposible dar el salto hacia adelante, de manera que la nación azteca acumulaba déficits económicos, políticos y sociales. Esto cambió, afortunadamente, y se produjo el milagro del acuerdo político para llevar adelante lo que se llamó el Pacto por México, que incluyó el acuerdo en materia social: sistema de seguridad social universal, sistema de lucha contra la pobreza, reforma educativa, reforma ambiental. El acuerdo en materia económica: reforma en telecomunicaciones, reforma energética, reforma fiscal, reforma laboral. El acuerdo en seguridad y justicia: reforma policial, reforma penal, reforma del sistema de justicia, reforma penitenciaria. El acuerdo en materia de transparencia: reforma de la rendición contable, comisión nacional anticorrupción. El acuerdo de gobernabilidad: reforma electoral, reforma de los partidos políticos.

El Pacto por México fue un gran acuerdo social que involucró a todos los actores de la sociedad mexicana y que motorizó el sector político. Los diferentes acuerdos comerciales suscritos por México con USA, Europa, Asia, etc., y la posibilidad de verse en manos del populismo corrupto e ineficiente que ha colonizado a varios países de América Latina, fueron factores fundamentales para arribar a este pacto. México tuvo el acierto de comenzar por la reforma educativa planteando el problema no solamente como un asunto de planta física, cantidad de maestros, remuneración, modernización del currículo, que son aspectos esenciales a considerar, sino que inició la transformación educativa por la evaluación de los docentes en cuanto a su capacidad de impartir conocimientos adecuados a los tiempos y al avance tecnológico, además enfrentó la lucha contra la corrupción que propiciaban los sindicatos docentes. Siguió con la reforma electoral, continuó con la reforma en telecomunicaciones, abordó de seguidas la reforma laboral y sólo entonces introdujo el polémico tema de la reforma energética que también logró aprobar.

Venezuela al momento de que ocurra el cambio político que dé al traste con este oprobioso régimen, debe abordar una transformación semejante. Los actores políticos, sociales, económicos, religiosos, culturales, comunitarios, etc., deben comprender que sobre las ruinas de un modelo político fracasado debe construirse una edificación moderna, funcional, ecológica, acogedora, que pueda albergarnos a todos en forma inclusiva y que nos permita el tránsito hacia un futuro seguro, lleno de progreso y desarrollo. Habremos entonces dejado atrás el populismo barato, la mediocridad, el clientelismo vulgar y corrompido y las anclas que nos ataban a un proceso decadente y ruinoso. Lo que no debe guiar al liderazgo es el temor al cambio, el miedo a innovar en materia económica, en materia de la gestión pública, en el abordaje de la política, rescatando los valores éticos, el cuido del ambiente y estimulando la productividad.

Los cambios estructurales proporcionan el piso jurídico, institucional y organizacional, a la nueva visión del desarrollo; a la vez que privilegian las políticas públicas y definen los procesos que aseguren la competitividad, la innovación y el progreso. Las políticas públicas por si mismas no posibilitan el cambio, debe haber reformas profundas en la gobernabilidad de los países.


Miguel Méndez Rodulfo

Caracas 1 de febrero de 2014

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