Por Mario Villegas, 06/04/2014
Cada cierto tiempo se ponen de moda expresiones que, por muy bonitas que puedan sonar o muy profundas que puedan parecer, guardan un enorme relativismo y no sirven más que para adornar un discurso o para insuflarle entusiasmo a los correligionarios de quien las pronuncia.
Por estos días hemos escuchado mucho la frase “Nosotros estamos del lado correcto de la historia”, la cual resuena de boca en boca, como si repetirla santificara automáticamente con la razón a quienes la pronuncian. Pero resulta que la misma también cabe en boca de quienes tienen una línea exactamente contraria.
Quien asume a conciencia y con honestidad una posición política, lo hace en la convicción de que esa es la correcta. Cuesta creer que, bien sea en la actual coyuntura venezolana o en cualquiera otra, alguien asuma deliberadamente una posición política que considere del lado incorrecto de la historia. Pero, además, no porque una tendencia histórica apunte en determinado momento hacia una dirección, significa necesariamente que ese sea el lado correcto. Cómo determinar cuál es el lado correcto si a veces la misma historia parece conducirnos hacia territorios ya transitados, feliz o trágicamente por la humanidad, bien sea en una misma o en otras latitudes.
Aunque no hay conglomerado humano donde no existan algunas mentes y conductas torcidas, como las de los oportunistas, los serviles, los mercenarios, los corruptos y los criminales, entre otros especímenes que generalmente actúan por propia conveniencia y la de terceros, jamás será aconsejable partir del criterio de que quien adopta una determinación política distinta a la de uno lo hace indefectiblemente por mezquinos o siniestros intereses, mientras quien se identifica con nuestros pareceres lo hace inspirado en sublimes motivaciones y elevados componentes éticos y de racionalidad.
Se trata, simplemente, de que en la sociedad proliferan distintas visiones que no solo tienen derecho a coexistir, a exponer sus fundamentos y a luchar para tratar de alcanzar el poder y ponerle su sello a las políticas públicas, sino que además merecen el respeto de la sociedad toda, siempre y cuando, por supuesto, se conduzcan con apego a la legalidad democrática, la institucionalidad republicana, el respeto a los derechos humanos y el pulcro manejo de los dineros públicos.
Hay quienes piensan que la realidad toda se mide a partir del inmediato y reducido círculo que les rodea, razón por la cual corren el riesgo de extrapolar y confundir esa parte de la realidad con el todo. Así, por ejemplo, pueden llegar a creer que la suya es la posición política mayoritariamente predominante en la sociedad solo por el hecho de que su círculo de vecinos y de amigos la comparte, sin tomar en cuenta las condicionantes sociales, económicas, geográficas, culturales, étnicas, religiosas y de otra naturaleza que pueden intervenir en la formación de las ideas o las simpatías políticas de los demás.
Creer a rajatabla que todo un país piensa y siente como nuestro pequeño entorno es un error que lleva a una inevitable desconexión con la realidad, máxime si quien padece de este mal sufre además de ceguera selectiva. Ceguera que no deja ver lo que uno no quiere ver, sino solo aquello que retroalimenta y refuerza nuestras propias ideas y conductas.
El aplauso a un gobernante en algunos segmentos poblacionales no significa que la sociedad toda esté contenta con su gobierno. Pero, así mismo, el rechazo a un gobierno en algunos otros sectores de ningún modo significa que un gobernante esté huérfano de respaldos. Tan legítimo es el derecho a apoyar a un gobierno como legítimo es el derecho a rechazarlo y a protestarlo.
Reconocerse los unos a los otros es mandatorio para todos los venezolanos desde sus diversas visiones políticas.
Hago estas reflexiones en el deseo de que las tengamos siempre en cuenta, si es que queremos salir del foso de incomprensión, intolerancia, descalificaciones, violencia física, verbal e institucional en que hemos caído, y pasemos a construir una Venezuela de inclusión, paz, estabilidad, crecimiento económico, bienestar y justicia social para todos.
BREVES
-El ataque violento de grupos ultrarradicales de oposición contra la sede del Ministerio de Vivienda y Hábitat en Chacao es absolutamente repudiable, como condenable es la posterior agresión brutal de ultrosos oficialistas contra la Universidad Central de Venezuela, estudiantes de esa alma mater y periodistas. La ceguera selectiva de la que hablé antes impide que algunos actores de la política midan con una misma vara los arrebatos de sus respectivos correligionarios.
-Iniciando el 2014, exactamente el 2 de enero, me tocó dar una primicia periodística de la que jamás habría deseado ser portavoz. Gustavo Rodríguez me escogió para dar a conocer al país la terrible enfermedad que horas atrás le habían diagnosticado. Exactamente tres meses después, fallece el primerísimo actor y consecuente luchador democrático. Todo el país, en especial la Venezuela progresista, inclina sus banderas en homenaje a la memoria de este gran artista y ciudadano ejemplar.
ENTREVISTA
David Ruiz Chataing, historiador
“El Pacto de Punto Fijo fue el diálogomás trascendente de nuestra historia”
-¿Cuántas guerras civiles ha sufrido la Venezuela republicana?
-¿Cómo empieza y cómo terminan las guerras civiles?
-Comienzan con una polarización que liquida la capacidad de dialogar y de hacer política. También cuando en una sociedad conviven fuerzas equilibradas y una de ellas pretende imponerle a la otra su visión del país en todos los órdenes. La Venezuela de hoy conjuga ambos elementos.
-¿Los proyectiles verbales pueden ser tanto o más letales que las balas?
-Sí. El conservador Juan Vicente González y el liberal Antonio Leocadio Guzmán tuvieron una alta responsabilidad en el horror que fue la guerra federal. Ambos utilizaron un verbo muy destructivo contra sus adversarios y, aunque no accionaron armas de fuego, incitaron al odio y condujeron a muchos venezolanos a la muerte.
-¿Cuál ha sido el diálogo más trascendente de nuestra heredad nacional?
-El Pacto de Punto Fijo, que representó cuarenta años de estabilidad democrática e innegables progresos, sin obviar su deficiencias y desviaciones, como la corrupción, la partidocracia, el clientelismo y las desigualdades sociales. Este pacto surgió como resultado de la fallida experiencia democrática del trienio 1945-1948, cuyo derrocamiento se debió, entre otras causas, a la excesiva polarización política provocada por el sectarismo de Acción Democrática en el poder, lo cual condujo a la dictadura perezjimenista.
-¿La lucha de clases determina la actual confrontación entre gobierno y oposición?
-La determina en tanto que desde el gobierno se estimula la lucha de clases. Sin embargo, la tendencia mundial es que la prosperidad económica y la convivencia democrática extinguen la lucha de clases.
-Para el chavismo, Hugo Chávez es nuestro segundo libertador. ¿Cuál es, sin exageraciones ni mezquindades, el papel que éste jugó para Venezuela y el mundo?
-Chávez puso sobre la mesa el tema social e hizo visibles a sectores históricamente marginados. De allí a que sea un segundo libertador es una grotesca exageración. A lo largo de nuestra historia ha sido una manía que alguien se asuma como un segundo libertador, como por ejemplo Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez y ahora Chávez.
-¿A qué gobiernos pudiéramos exceptuar en cuanto a la práctica de la represión política?
-Al de Isaías Medina Angarita, que no tuvo presos políticos, ni reprimió a sus opositores, ni expuso al país a un derramamiento de sangre pretendiendo mantenerse en el poder.
-¿Cuánto tiempo necesita una sociedad para curar las heridas de una guerra interna?
-Erasmo de Rotterdam decía que invoca la guerra el que no la conoce. Las sociedades que salen de una guerra sufren una larga convalecencia.
-¿Mejor ser historiador que humorista como el otro Chataing?
-Las dos cosas hacen falta, aunque el humor molesta más al poder porque desnuda su ridiculez.
Mario Villegas
mariovillegas100@gmail.com
Twitter: @mario_villegas
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