Estoy en una larga cola de supermercado esperando pacientemente mi turno para pagar. Es una de esas experiencias que se nos han vuelto parte de nuestra cotidianidad a los venezolanos. Colas de una hora y media o dos para comprar “lo que haya”.
Como es habitual, uno en el aburrimiento de la fila, para matar el rato, revisa Twitter y Facebook al tiempo que conversa con los vecinos de la hilera. Conversaciones que siempre se basan en el deterioro de nuestra calidad de vida. En la inseguridad, la escasez, la vida que se nos va en una cola para perseguir un paquete de Harina Pan…
Es 04 de abril, y leo un tuit de Andrea Rocha, una periodista tuitera conocida en la red del microbloging como @andrearochap, que logra crear expectativa y atrapar mi atención:
“Les voy a contar algo que me acaba de ocurrir y que sí no dreno… no sigo trabajando. Voy con varios twitts”.
A partir de allí lanzó cinco tuits más en los que con cortos mensajes logró contar la experiencia que tenía atragantada entre pecho y espalda:
La respuesta llega sin mucho pensarlo. La hegemonía comunicacional, sin duda, está surtiendo efecto. Una vez más, Goebbles resulta exitoso. Es muy difícil contrarrestar el poder de los medios de comunicación oficialistas y las interminables horas de cadenas de medios que llegan a todos los rincones del país todos los días, con solo Twitter, Facebook, blogs, páginas web, televisoras como NTN24 que solo se ve por internet en el país, o CNN que únicamente llega por cable a un sector reducido de la población. Canales que apenas pueden dedicar un pequeño porcentaje de su programación de noticias internacionales a Venezuela mientras que por la vía de la televisión pública los mensajes y la propaganda del régimen no tienen ninguna restricción de tiempo ni de horario.
Mientras el régimen le inyecta diariamente su propaganda día y noche por banda abierta a la población, quienes quieren tener acceso a la otra parte de la información, quienes quieren saber qué pasa y qué hace la oposición tienen que dedicarle tiempo y esfuerzo a la consecución de información. Mientras el mensaje oficialista se cuela por radios y televisoras casi de manera inconsciente, la gente tiene que muy concienzudamente buscar la contra partida si quiere tener las dos versiones de los hechos. Y mientras los medios a favor del régimen repiten sus mensajes y mentiras hasta el cansancio. En esos medios no aparece la versión de la disidencia y, si llega a aparecer, la montan de manera sesgada y manipulada y con tiempo mínimo en el aire.
No resisto la tentación de compartir lo leído y le comento a la señora desconocida que va delante de mí en la fila, acerca de la historia de la tuitera con su mamá y mi conclusión acerca de cómo ha llegado la gente a creer la versión oficial de la historia sin siquiera preguntarse o dejar un mínimo espacio para la reflexión y la duda. Es un “Yo lo estoy viendo pero igual no lo creo. No me da la gana de creerlo”.
La señora, muy simpática, me sigue la conversación y al final me recomienda que busque por internet una película alemana que se llama “La Ola”.
Llego a casa e inmediatamente, busco en YouTube y encuentro el film de 2008 dirigido por Dennis Gansel y que cuenta cómo van surgiendo los regímenes autocráticos. La película está basada en la experiencia real de 1967 de Ron Jones, un profesor de Historia de la escuela Cubberley de Palo Alto en California, quien hiciera con sus alumnos un experimento para demostrarles cómo aún en estos días es posible el surgimiento de regímenes autoritarios y dictaroriales.
La experiencia del profesor Jones acerca de la.autocracia, arranca a partir de una pregunta que se le hace complicado responder. Cuenta Jones que “Estábamos en mitad de una clase sobre la Alemania Nazi, cuando Steve (un alumno) preguntó “¿Cómo pudo el pueblo alemán, los ciudadanos de a pie, alegar ignorancia sobre lo que estaba pasando con los judíos?” Era una buena pregunta, pero yo no tenía ni idea de cómo contestarla.”
Fue así como el profesor decidió dedicarle una semana al tema de la autocracia. Montó un experimento mediante el cual pudo demostrarles a sus alumnos y a la comunidad estudiantil en general cómo a partir de la exacerbación de ciertos “valores” como la disciplina, el sentido de pertenencia a una comunidad, la fuerza de la acción, y el orgullo, la autocracia va cobrando forma y se va progresivamente implantando.
La película de Gansel tiene un final mucho más dramático y terrible que el relato original de la experiencia del profesor californiano pero en los dos casos lo importante es la enseñanza que nos deja y cómo logran responder la pregunta inicial del estudiante. Cuenta Ron Jones en su relato:
“Con lo que ha ocurrido durante esta semana, hemos podido ver lo que suponía vivir en la Alemania nazi. Hemos aprendido a crear un entorno social disciplinado, jurar fidelidad a esa sociedad especial y sustituir la razón por las reglas. Habríamos sido buenos alemanes y nos habríamos puesto el uniforme, listos para traicionar a amigos y vecinos. Ahora sabemos lo que es optar por la solución rápida y quemar las ideas, sentirse fuerte y superior. Conocemos también el miedo a ser excluido, a quedarse fuera, pero también el sentimiento de control y el placer de hacer lo correcto socialmente. Hemos visto que el fascismo no es algo que otra gente hace. No, ha estado aquí, en esta sala, en nuestras conductas y forma de vivir. Basta arañar la superficie para que aparezca. La creencia de que los seres humanos son intrínsecamente malos y que por tanto son incapaces de actuar bien con su prójimo, lo que demanda un líder fuerte y una disciplina para preservar el orden social. Y además, la apología.”
“Esta es la lección final. La lección final es quizás la más importante y responde la pregunta con la que comenzó este experimento. ¿Recordáis la pregunta? La cuestión era la sorpresa en el pueblo alemán ante todo lo ocurrido, alegando ignorancia y desconocimiento. ¿Cómo el ciudadano alemán, el trabajador de la calle, pudo, al final del Tercer Reich, alegar ignorancia? ¿Qué causa que la gente borre su propia historia? Ahora tenéis la oportunidad de responderos vosotros mismos a esta pregunta.”
“Si el experimento ha tenido éxito de verdad, ninguno de vosotros admitirá haber estado aquí hoy. Al igual que los propios alemanes, tendréis problemas para admitir que habéis llegado hasta aquí. No querréis que vuestras familias y amigos sepan que estuvisteis dispuestos a ceder vuestra libertad individual a líderes invisibles. No admitiréis haber sido manipulados, haber aceptado la Tercera Ola como una forma de vida, haber formado parte de esta locura. Lo guardareis como un secreto, un secreto que yo compartiré con vosotros.”
Esto explicaría de alguna forma la reacción y la actitud de la madre de Andrea. Durante hora y media, el director alemán logra condensar lo que nos ha pasado en Venezuela en los últimos 15 años. La experiencia pedagógica de Jones nos da una cachetada con guante de seda que nos debería poner sobre alerta acerca de lo que se ha instaurado en nuestro país y nos debería hacer reflexionar y reaccionar. Posiblemente la madre de Andrea, cuando esto acabe, también borrará de su memoria todo lo sucedido, su ceguera selectiva de hoy se convertirá en oportuna amnesia.
Ojalá quienes leen estas líneas se tomen el tiempo de disfrutar el excelente film y leer la historia de Jones. Muchas cosas que vivimos les quedarán claras. Entenderán cómo llegamos a lo que llegamos y, seguramente con lagrimones en los ojos, como me sucedió a mí, se preguntarán:
¿Cómo podremos ahora desmontar esa “Tercera Ola”? La ola que arrasa con todo a su paso
http://golcarr.wordpress.com/2014/04/09/la-ola-la-tercera-ola/
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