PAULINA GAMUS 1 ABR 2014
¿Cómo se puede culpar de
algo o recriminar al hombre que mueve y conmueve a las masas con su verbo
encendido de redentor de los pobres?
¿Cuántos niños de mi generación no
disfrutamos del maravilloso Libro de los Porqués? Formaba parte de El Tesoro de
la Juventud, una enciclopedia infaltable en las familias con muchos niños y con
deseos de que éstos se hicieran afines a la lectura y fuesen personas
cultivadas. Aquellos porqués tenían respuestas científicas para la curiosidad
infantil ¿por qué no se mezclan el agua y el aceite?¿por qué la marea crece?
¿de dónde obtienen las flores su color? ¿por qué el sol sale de día y la luna
por las noches? Y hasta alguna bastante racista: ¿cómo obtienen su color los
negros? Ese inocente libro hecho para mentes inocentes jamás respondería
preguntas de carácter personal, como por ejemplo ¿por qué me persigue la mala
suerte? Y menos de tinte político como una que cuando menos la mitad de los
venezolanos y el resto del mundo se hacen a diario: ¿por qué Chávez arruinó a
Venezuela? La respuesta más común, la que salta de inmediato es: Chávez era
comunista y todos los gobiernos comunistas han sido desastrosos porque
liquidaron el aparato productivo y abolieron la propiedad privada con lo cual
la población perdió todo incentivo de prosperar. Les pasó a Stalin, a todos los
países satélites de la URSS y a Mao, que antes era Tse Tung y ahora hay que
decirle Zedong, que para los efectos da lo mismo.
Pero no es necesario ir tan lejos en
el espacio y el tiempo, vamos a limitarnos al continente americano. Fidel
Castro arruinó a la floreciente Cuba con solo nacionalizar la producción de
azúcar, todas las empresas privadas y promover el exilio de los profesionales
mejor formados y de los industriales más exitosos. Cuba no era un país minero o
petrolero como Venezuela, fue bastante sencillo hundirla en la miseria. Ya lo
dijo ese sabio santón Jorge Giordani que ha manejado la economía venezolana
durante Chávez vivo y Chávez muerto: “Solo desde la escasez (y la pobreza) se
construye el socialismo”. Para ahondar más la catástrofe, Cuba fue sometida a un
embargo y su madrina generosa, la Unión Soviética, se desplomó. Por ningún lado
aparece el hecho, ni siquiera la sospecha, de que la causa del naufragio haya
sido la ayuda dispendiosa de Fidel Castro a otros países.
Demos un salto al extremo sur,
Argentina era un país floreciente, el granero del mundo lo llamaron en los años
40. Llegó un militar llamado Juan Domingo Perón que de comunista no tenía un
pelo, era un fascista formado en la escuela de Mussolini y admirador, además de
cooperante, del nazismo hitleriano. Su populismo y el de su esposa Eva,
destruyeron la economía argentina que jamás ha podido recuperarse porque jamás
ha podido curarse de esa peste que se llama peronismo. Pueden ser peronistas de
derecha, de centro o de izquierda pero todos confluyen en la misma incapacidad
para dar pie con otra bola que no sea la de fútbol. Cuando llegaron los gorilas
que derrocaron a Isabel Perón e instauraron una dictadura sangrienta,
fundamentalmente anticomunista, en los 70, tampoco lograron algún bienestar y su
dictadura terminó no solo por el fracaso rotundo de la guerra de Las Malvinas
sino por el desastre económico en que sumieron a su país. Para seguir con los
militares recordemos que Velasco Alvarado, también un populista irredimible,
fue una maldición para la economía peruana. Pero miramos, remiramos y ni Perón,
ni los militares argentinos de los 70, ni Velasco Alvarado, ni los peronistas
posmodernos arruinaron a su país por regalar dinero a manos llenas a naciones
vecinas y no tan vecinas. Pero es que tampoco eran ricos países petroleros que
cada vez que disparaban un tiro en el Medio Oriente, veían incrementar sus
ingresos por la exportación del excremento del diablo…. ¡y que excremento!.
Y así llegamos al teniente coronel
Hugo Chávez Frías, que de golpista fracasado pasa a presidente electo por una
indiscutible mayoría, de allí a caudillo y al poco tiempo a clon de Simón
Bolívar y semidiós. ¿Cómo se puede culpar de algo o recriminar al hombre que
mueve y conmueve a las masas con su verbo encendido de redentor de los pobres?
En las cientos de miles de horas que destinó en catorce años de gobierno, para
sus “Aló Presidente” y otras peroratas radiotelevisadas en cadena nacional,
jamás, ni una sola vez, habló del trabajo como fuente de progreso y de riqueza
de un país. Se hizo electoralmente imbatible no solo por el ventajismo y los
abusos de poder, sino por ese voto duro de la gente a la que acostumbró a vivir
de la dádiva. Muy pocos salieron de la pobreza pero todos amaron a ese
distribuidor de maná que les permitió vivir sin trabajar.
Si tan solo hubiese sido eso, al
presidente constitucional Carlos Andrés Pérez lo enjuiciaron y defenestraron en
1993, por un aporte jamás comprobado de diecisiete mil dólares a la campaña
electoral de Violeta Chamorro, en Nicaragua. Chávez le envió a Cuba más de
100.000 barriles de petróleo diariamente, en condiciones privilegiadas, además
de otras inversiones, créditos blandos, subsidios y contratos mil millonarios
como intermediario de importaciones venezolanas de alimentos, bienes y equipos
a terceros países. Bolivia, que dos décadas atrás era el país más pobre de
América Latina, hoy acumula reservas por 14.000 millones de dólares, las más
altas a nivel mundial en relación al tamaño de su economía (China figura en
segundo lugar) Todo gracias al dinero venezolano que Chávez envió para un
sinfín de desarrollos como aeropuertos, adquisición de aviones, ambulancias,
etcétera. Evo Morales a quien tantos creyeron un indiecito ignaro incapaz de
ejercer la alcaldía de un villorrio, ha resultado un gerente que bien podría
dictar cátedra de economía a los ineptos herederos del Atila de Venezuela.
Sigamos con Nicaragua, en la que el dinero venezolano ha construido refinerías,
carreteras y paremos de contar. Solo en un trimestre de 2012 la ayuda de
Venezuela a Nicaragua fue de 323 millones de dólares. El seudo socialista
Daniel Ortega ha sabido utilizar esa ayuda para impulsar el desarrollo
económico de Nicaragua, incentivando la inversión extranjera que Chávez expulsó
de Venezuela.
La petrochequera de Chávez sacó del foso
del default a la Argentina y, por la relación afectiva que se entabló con los
Kirchner, se originó el escándalo de la valija con 800 mil dólares para la
campaña electoral de la viuda en ciernes. Pero esa chequera alegre y saltarina,
no se quedó encerrada en los límites de América, incluidas las islas
angloparlantes del Caribe. En los más remotos e ignotos lugares del planeta el
nombre de Hugo Chávez se conoció como una suerte de Papá Noel tropical. Miles
de millones de dólares salieron de las arcas venezolanas para mejorar las
condiciones de vida en otros países y para abultar las cuentas bancarias de
unos cuantos corruptos, estafadores y vividores que engañaron al prócer eterno
con pececitos de colores. A un año de su muerte, Venezuela es hoy un país en bancarrota,
el de las deudas impagables con medio mundo, el reino de la escasez, el de los
pobres y no tan pobres haciendo filas kilométricas desde la medianoche para
obtener un kilo de harina de maíz, de azúcar, de leche en polvo, un litro de
aceite o un paquete de papel higiénico.
Y de nuevo pregunto ¿Por qué? La única
explicación que me cuadra es la del odio a su propio país, odio nacido de un
profundo resentimiento que arrastró desde la infancia, más por el maltrato
materno que por las condiciones socioeconómicas de su familia. En su obra
“Tiberio, historia de un resentimiento”, Don Gregorio Marañón, quizá el más
agudo analista de ese terrible sentimiento, dice: “… al triunfar, el resentido,
lejos de curarse, empeora. Porque el triunfo es para él como una consagración
solemne de que estaba justificado su resentimiento; y esta justificación
aumenta la vieja acritud. Esta es otra de las razones de la violencia vengativa
de los resentidos cuando alcanzan el poder. Llegado al poder, el resentido es
capaz de todo”. ¿Qué si lo es? Ya vemos a donde nos llevó el resentido mayor y
por dónde nos conducen los resentiditos que lo sucedieron.
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