FÉLIX PALAZZI sábado 5 de abril de 2014
Doctor en Teología
felixpalazzi@hotmail.com
@felixpalazzi
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El asombro y el espanto ante las imágenes y los testimonios de lo ocurrido en estos días nunca imaginamos que pudiesen tener lugar en nuestro propio suelo. A la par de estas imágenes, hay gestos de una profunda humanidad y solidaridad; incluso han surgido personas que sin un beneficio o proyecto partidista han colocado su vida en riesgo por un ideal o una causa. La represión lejos de cumplir su objetivo ha logrado fortalecer a la sociedad civil y resaltar el valor de las organizaciones no gubernamentales.
Y ésta no es la única paradoja que convive en medio de esta crisis. Acostumbrados a pensar que los criterios predominantes de una sociedad son aquellos de una perceptibilidad inmediata, como el precio del petróleo o el flujo de divisas, hoy se impone la urgencia de criterios más sutiles y vitales como la confianza, la solidaridad, el diálogo, la reconciliación. Nadie puede predecir cómo terminará esta crisis, en qué momento se apaciguará, pero la crisis iniciada no culminará hasta que la confianza se establezca en todos los sectores de la sociedad.
Ciertamente evocar la confianza en estos días podría parecer un gesto cándido que no se corresponde con la dureza de la realidad. Pero lo cierto es que ningún esfuerzo por identificar a los responsables de los abusos cometidos tendrá éxito si no existe la confianza en que realmente serán determinados los verdaderos autores y se les procesará debidamente. Mucho menos se puede iniciar un trabajo de pacificación si no se ofrece confianza a través de gestos concretos que dejen claro que todos los sectores no solo serán escuchados sino también atendidos en sus reclamos, así como considerados y respetados como actores activos de nuestra sociedad. No puede existir paz si la misma no está precedida y acompañada de la confianza.
La confianza no puede ser impuesta por medio de la fuerza, muchos menos es el producto de una simple declaración o acuerdo, ella es el resultado del arduo esfuerzo construido a través de acciones específicas que permiten desmontar las barreras que nos separan y dividen como sociedad. La paz, recuerda Juan XXIII en su encíclica Pacem in terris, exige «de un equilibrio fundado en la confianza recíproca, la sinceridad en los pactos y el cumplimiento de las condiciones acordadas» (118).
Si el Gobierno no presenta acciones claras en su condición de principal responsable de desmontar la lógica de la violencia, que permitan generar confianza y el cese el enfrentamiento, cualquier proceso de paz o diálogo estará orientado al fracaso. Un diálogo sin condiciones claras y acuerdos que permitan establecer la confianza es un laberinto sin salida que no conducirá a la paz. Ante la alternativa de la violencia solamente la confianza producto de la verdad, la libertad, la justicia y la reconciliación podrá ser garante de un sólido y exigente proceso de paz.
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