ALONSO MOLEIRO 12 de abril de 2014
El debate escenificado en cadena
nacional en el Palacio de Miraflores por los dirigentes del PSUV y de la MUD
constituyó un evento político de enorme importancia cualitativa que con
probabilidad sumará unos cuantos gramos de más en torno a la percepción general
de la crisis nacional que se expande con velocidad entre toda la población.
El evento, propuesto a los venezolanos
en calidad de "diálogo", terminó constituyendo una rotunda acta de
acusación en contra del oficialismo en virtud del manejo irresponsable de la
mayoría de los problemas nacionales y su mortificante agravamiento de los
últimos años.
La Unidad obtuvo una victoria política
clarísima y superó con holgura los monocordes argumentos del chavismo, casi
todos invocados para recrear situaciones políticas que tuvieron lugar hace diez
o doce años atrás.
Las colas para consumir alimentos, los
estragos del hampa y los secuestros, la ruina del aparato productivo nacional,
las cuatro devaluaciones de la moneda, la crisis cambiaria, la escasez de
divisas, el fracaso de las expropiaciones. Fueron contenidos vaciados antes los
venezolanos en calidad de argumentos con notable calidad expositiva, por Julio
Borges, Simón Calzadilla, Juan José Molina, Henry Ramos Allup y Roberto
Henríquez, entre otros.
Esta sola circunstancia desnuda de
nuevo cuan equivocados suelen estar quienes hacen aproximaciones tan rígidas y
geométricas de las ciencias sociales. Especialmente precaria luce, en este
momento, aquella oración colocada en las redes en calidad de mantra, según la
cual "el diálogo le lava la cara al régimen", puesto que "los
principios no se negocian". Ni el gobierno se lavó la cara, ni salió
fortalecido, ni se negociaron principios, ni por esto se desmovilizará protesta
alguna en el futuro.
Lo que estamos debatiendo en esta
coyuntura son los contenidos que se escudan detrás de los dos modelos que se
disputan el poder en el país. Muchos venezolanos tenían enorme interés en el
planteamiento. Uno de ellos, el socialista, ha arruinado por completo a
Venezuela y eso era necesario denunciarlo en un escenario en cadena.
La política moderna se alimenta en muy
buena medida de percepciones. No hubo esa noche un solo orador del chavismo
capaz de rebatir con propiedad las reiteradas acusaciones hechas por la
Oposición. Con un panorama mediático secuestrado y hermético, en el cual la
censura y la autocensura están la orden del día, perder la oportunidad de
dirigirse al país para hacer gala de otra inútil exhibición de principismo
habría constituido una auténtica tontería.
Nadie debe olvidar que una buena parte
de nuestros compatriotas tiene al canal estatal como única fuente de información.
El chavismo quedó desenmascarado.
También se equivocan aquellos que
insisten en menospreciar y ridiculizar lo hecho hasta ahora en las jornadas de
protesta que comenzaron el 12 de febrero, y evidencian, todavía, una
inexplicable reserva hacia la presencia de los ciudadanos en la calle como
terreno natural de este problema.
Afirmar que lo que ha sucedido desde
esa fecha para acá constituye "un fracaso", en virtud de los presos,
los heridos y los desmanes registrados, es, cuando menos, una mezquindad. La
sola escenificación del debate lo delata.
Muy mal, muy nervioso, muy consciente
de su debilidad, tiene que estar un gobierno que prácticamente tiene que
implorar a sus enemigos a que asistan a Miraflores para tener que escuchar
aquella reláfica de agravios y acusaciones frente a todo el país y parte de la
comunidad internacional.
Todo eso ha sido posible gracias al
asedio democrático y a la indignación ciudadana. Por muy antipática que algunos
les luzca la consigna de "La Salida".
No se puede afirmar sin simplificar
las cosas excesivamente que lo único que se ha hecho en estas semanas es
trancar las urbanizaciones de clase media con guarimbas. Eso no es cierto.
Afirmarlo, por cierto, es opacar por completo el papel del movimiento
estudiantil en este trance.
En el país ha tenido lugar un despertar
ciudadano en el cual se han escrito capítulos importantes, con victorias
políticas claras, en contra de un gobierno que ha evidenciado muy poco interés
en escuchar a sus adversarios y que no cree en la democracia.
Si este gobierno no es democrático,
como se afirma, ha llegado la hora de las terapias combinadas. Necesitamos más
flexibilidad en las posturas. La agitación política que los partidos estaban
llamados a comandar, y cuya tarea no ejecutaron, se derramó de forma no
planificada en clave de asambleas, protestas con toda suerte de ardides
inteligentes y multitudinarias marchas que han estremecido a la nación.
Gracias a la crisis, y a las
protestas, los venezolanos están hoy mucho más claros en torno a su realidad.
Lo dicen las encuestas.
Las dos estrategias han sido válidas,
y una es aproximadamente consecuencia de la otra. No afirmo esto, "para
estar seguro de no equivocarme", como se podría estar pensando de forma
pueril. No estamos armando una quiniela; quién acierta o quién se equivoca acá es
lo de menos.
Estamos analizando los hechos. Ha
ocurrido en otros entornos igualmente conflictivos: así como es importante
salir a la calle y no dejarse pisotear cuando toca plantarse frente a
autocracias como ésta, también lo es meterse en las aguas de la retórica para
dar la batalla necesaria en el terreno conceptual. Mucho más frente a todo el
país.
La victoria política y comunicacional
obtenida por la MUD en el debate del pasado jueves ha sido tan contundente que
no ha dejado de sorprender a la opinión pública y a la misma oposición. Ha
dejado sin argumentos al inmovilismo amante de soluciones exclusivamente
electorales, que acusa de "antipolítico" a todo aquello que se sale
de cierta ortodoxia, y al eternamente miope costado radical de la disidencia.
Se ha dado un enorme paso al momento
de enviarle mensajes políticos concretos al país nacional, buena parte del cual
no nos escucha porque la disidencia democrática perdió la televisión.
Puede que sea cierto que, en sí mismo,
el dialogo planteado no ofrezca demasiadas posibilidades y no comprometa al
gobierno a las aplicar las rectificaciones que espera el país.
Pero si no lo hace, peor para ellos:
el 2015 es un año que ofrece la costa de una importante consulta electoral, la
de las parlamentarias. Esto en caso de que la Oposición no sea capaz de
presentar otra propuesta antes. Este desarrollo, espontáneo, aproximadamente
anfibio, ha hecho muchísimo para debilitar al chavismo ante el país. Vamos a
aceptarlo.
Es hora de ser más flexible en los
diagnósticos. Acá todo suma. Lo único que falta acá es salir a comandar la
calle con un objetivo político concreto. No estamos muy lejos. El modelo
socialista ha fracasado por completo y ninguna cantidad de spots, componendas,
censuras y presiones puede ocultar eso.
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