Miguel Méndez Rodulfo 06 de abril de 2016
No
solamente es que como se dijo antes, el país se está apagando (y no nada más
por falta de electricidad), sino que vamos a una paralización o tranca de la
economía nacional y de la producción. No tiene uno sino que reparar en lo que
ocurre en los mercados: es alarmante la visión de los anaqueles vacíos, galeras
de un pasillo de largo sin exhibir productos, el tamaño desmesurado de las
colas, la desaparición intempestiva de productos que hasta hace muy poco se
conseguían con regularidad, la descomunal inflación que hace que sólo ganemos
para comer sin opción a poder hacer las cosas que antes realizábamos y sin
derecho a enfermarnos. Si uno viaja por el interior del país encontrará hoy lo
que va a ocurrir en Caracas dentro de poco. En Puerto La Cruz, por ejemplo, si
usted quiere entrar al mejor automercado de la zona, ubicado en Plaza Mayor, no
lo dejan sino luego de media hora al menos; aunque usted diga que no va a
comprar productos regulados, no lo dejan entrar. En la capital aún podemos
acceder a un supermercado sin restricciones, pero creo que vamos para allá. En
Cumaná, para poner otro caso, las colas para comprar el pan que sale a las 5
pm, comienzan a la una, bajo ese sol abrasador; a las 4:30 pm la cola frente a
la panadería es de una cuadra.
¿Por qué
ocurre esto? Bueno, lo que estamos sufriendo hoy, comenzó hace varios años con
las expropiaciones de empresas, fincas, edificios, hoteles, comercios etc;
siguió con el acoso contra las empresas, el control de precios, la restricción
del acceso al dólar, las gavetas bancarias, la persecución de empresarios, las
leyes que le ponían toda clase de trabas al sector privado, las peleas con
Colombia, la guerra contra Estados Unidos, la importación por parte del Estado
de muchos rubros cuya producción nacional saboteó el gobierno, la corrupción
desbordada de las altas esferas del chavismo, la incompetencia generalizada e
ignorancia rampante de los funcionarios públicos, etc., etc. Es decir, estos
lodos corresponden a aquellos polvos. La flota atunera con sede en Cumaná,
conformada por 30 barcos equipados con tecnología de punta, una de las más
importantes de América latina, que mediante convenios internacionales
tesoneramente bregados por el país, realizaban pesca de altura en el Pacífico,
luego de atravesar el Canal de Panamá, hoy está reducida a tres barcos. La
regulación de precios, la falta de latas, etiquetas, tintas, cajas, junto con
la inamovilidad laboral, espantaron a los empresarios que llevaron sus naves a
fondear en otros puertos, dejando al país sin atún y sin empleos.
Lo que
ocurrió para llegar a esto no pasó con brusquedad, como corresponde a la
sagacidad chavista, la gradualidad también operó en la producción. Con relación
a esto, si hay que reconocer que el régimen fue muy astuto en crear una tupida
red que sofocó progresivamente al aparato productivo nacional y con ello a la
economía, hasta postrarla y reducirla a una caricatura de lo que fue, de allí
los resultados que se refleja en las ausencias de los anaqueles. El país va a
una paralización sistemática y continuada, todo apunta a que esta vela alumbra
cada día menos y cualquier vientecito la apagará.
En
tanto hay una calma chicha en la población, sofocada por la escasez y la
inflación. La gente casi no trabaja, sólo corre de un automercado a otro, sin
poder conseguir todo lo que se requiere. Ya llegó el momento que estamos oyendo
de madres que hacen la cola junto a uno, que dicen que ellas están comiendo dos
veces al día para que sus hijos puedan comer tres. Cuando esto ocurre estamos
en presencia del fantasma del hambre que se sienta a la mesa de la familia
venezolana. Por ahora no pasa nada, pero ¿por cuánto tiempo se aguantará esto?
Caracas,
6 de abril de 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico