Por Unai Amenabar
En estos días, y a través
de unos panfletos pegados en las paredes de casas y comercios, se anunciaba que
unos concejales iban a discutir junto a los vecinos la manera de “organizar”
las colas frente a supermercados y farmacias a fin de que sólo quienes viviesen
en la comunidad tuviesen derecho a comprar los artículos de primera necesidad
que tanto escasean. La medida, además de ser indignante porque representa la
aceptación de las colas para adquirir lo más esencial como una realidad
cotidiana e inevitable, nos lleva a reconocer que debemos estar sometidos a
vivir en una especia de “guetos” de dónde no podremos salir si queremos
conseguir lo básico.
En una Venezuela como la que vivimos actualmente, rara vez
las personas viven y trabajan en el mismo municipio con lo que este tipo de
medidas se convierten en algo irreal y absurdo. Pero lo que más molesta es que
el régimen nos haya llevado a tener que invertir esfuerzo, tiempo, dinero,
energía en resolver algo que no tiene razón de ser. En definitiva todo ese esfuerzo
debería hacerse para “rechazar” la existencia de las colas (y por ende a
quienes las crearon y promueven), no para “organizar” ese horror de humillación
y maltrato ciudadano.
Pero para lograr eso hay que
plantearse seriamente el repudio real a lo que en el discurso nuestros
dirigentes se oponen. Las líneas deben ir más lejos y apuntar más arriba. En
los cien días que lleva instalada la Asamblea Nacional los otros poderes del
Estado (algunos de ellos constituidos de manera claramente irregular) han dado
muestras más que suficientes de que su intención es y va a seguir siendo el
sabotaje a las funciones de ésta. No va a haber ley o propuesta legislativa que
no vaya a chocar contra el muro de una negativa a priori. Seguir tratando de
convencer a los representantes de esas instituciones impenetrables de que deben
obedecer a sus mandatos constituciones y no a los caprichos del Ejecutivo y sus
inconfesables intereses, está convirtiéndose en un peligroso acto de desgaste
que pone en riesgo cualquier nueva consulta popular que se presente en el país.
Igual ocurre con iniciativas como la convocatoria a concentraciones reducidas
bajo el nombre de Cabildos Abiertos en espacios públicos limitados para
explicar el rechazo a las recientes decisiones del TSJ o el CNE. ¿Qué más van a
explicar? ¿Quién va a acudir a esos lugares? ¿Van a seguir convenciendo a
personas que ya están convencidas y que hasta votaron por ustedes para que
lograran una curul en la AN? Lo que deben hacer es tomar el toro por los cachos
y hacer respetar el poder que el pueblo, el soberano, puso sobre ustedes para
defender lo que dice la tan maltratada Constitución y no agotarse en
actuaciones timoratas o tangenciales.
Poco a poco va creciendo el
número de personas que se sienten decepcionadas, desencantadas y hasta
deprimidas al ver que su voluntad de un cambio profundo se va desvaneciendo
frente a cálculos que apuntan a la llegada del 2018, cuando tengamos frente a
nosotros unas nuevas elecciones presidenciales.
Seguir dándole largas a la
recomposición del Tribunal Supremo de Justicia o a la Directiva del CNE pudiera
traer más inconvenientes que beneficios. Es como “organizar” las colas. No se
termina de atacar el origen del problema, aun cuando se sabe perfectamente
dónde está y qué es lo que hay que hacer.
18-04-16
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