Por Emili J. Blasco
Miembros del
llamado sector del 4-F (militares retirados que participaron en el
intento de golpe de estado del 4 de febrero de 1992 liderado por Hugo Chávez)
están intentando empujar a la cúpula de las fuerzas armadas a que
fuerce la renuncia del presidente Nicolás Maduro.
Fuentes militares aseguran que
personas próximas a Miguel Rodríguez Torres, el general retirado que se ha
puesto a la cabeza de esa facción, se han aproximado al Alto
Mando para que este sugiera a Maduro la conveniencia de abandonar su
puesto.
La vieja guardia chavista
considera que la grave situación que atraviesa el país se ve perjudicada
por la falta de liderazgo demostrada por Maduro desde su llegada a la
presidencia en abril de 2013, de acuerdo con las manifestaciones públicas que
algunos de sus miembros han realizado. En este grupo también opera Diosdado
Cabello, vicelíder del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), otro
veterano del 4-F, quien en este momento está peor situado que Rodríguez Torres
para sumar fuerzas como alternativa chavista.
Aunque en contactos reservados
mantenidos por Rodríguez Torres con el presidente de la Asamblea Nacional,
Henry Ramos Allup, el general ha contemplado un escenario de nuevas elecciones
tras una renuncia de Maduro, tal como establece la ley, nada asegura que
una sucesión propulsada desde el chavismo vaya a suponer inmediatas elecciones
en el estipulado plazo de un mes. Invocaciones a la excepcionalidad de la
crisis económica y social podrían intentar justificar un retraso electoral,
buscando con ello un tiempo de consolidación del sucesor.
El factor cubano
Como ya informó ABC, el
propio Maduro ha tratado con el presidente cubano, Raúl Castro, una posible
renuncia a la presidencia venezolana, de acuerdo con información que las
agencias estadounidenses han trasladado a algunos miembros del Senado en
Washington. Aunque esa conversación pudo obedecer a un momento de inseguridad,
justo tras la victoria de la oposición en las legislativas de diciembre, y
ahora Maduro parece haber encontrado la manera de bloquear a la Asamblea
Nacional recurriendo al Tribunal Supremo, se han desatado movimientos internos.
Esos movimientos
están alineando el chavismo en dos bandos. Por un lado, quienes dicen
reivindicar el espíritu inicial del bolivarianismo, que luego habría sido
malogrado por Maduro, y por otro, una nueva generación de activistas que en los
recientes años ha ido ocupando puestos relevantes. Maduro se está apoyando en
estos últimos para contrarrestar a los primeros.
La mayor parte de esa nueva
savia chavista se ha formado en el Frente Francisco de Miranda (FFM), que
ha sido un instrumento de la influencia cubana en Venezuela. Otros líderes de
más edad que llegaron a dirigir el FFM, como el anterior canciller Elías Jaua y
la gobernadora de Cojedes, Érika Farías, también estarían jugando la carta de
la renovación generacional.
Asimismo, otros dirigentes cercanos
a Maduro igualmente están confluyendo en ese frente de
civiles contrario al sector de los veteranos militares del 4-F. Tareck el
Aissami, gobernador de Aragua, que habría sido una de las primeras opciones de
Maduro como posible sucesor –luego descartado por su prominente relación con el
narcotráfico y con Hizbolá–, también estaría al servicio de esa estrategia de
recambio respetuosa con los tiempos que establezca Maduro.
En el marco de un
enfrentamiento entre los dos bandos apuntados, puede cobrar importancia el
vicepresidente Aristóbulo Istúriz, a quien le correspondería dirigir el país de
modo interino en caso de una renuncia de Maduro si este se marcha sin cambiar
la vicepresidencia. También la figura del ministro de Defensa, Vladimir Padrino
López, podría servir de comodín temporal en el caso de una rápida transición si
los acontecimientos se precipitan.
18-04-16
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