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miércoles, 6 de abril de 2016

PONIENDO A PUTIN EN SU LUGAR, por @GuyVerhofstadt



Guy Verhofstadt 05 de abril de 2016

Por lo menos seis crisis están poniendo a prueba la estabilidad de Europa: el caos regional causado principalmente por la guerra en Siria, una potencial salida británica de la Unión Europea, la llegada de refugiados en una escala nunca vista desde la Segunda Guerra Mundial, desafíos financieros no resueltos, el expansionismo ruso y el retorno del nacionalismo a la política tradicional.


El presidente ruso, Vladimir Putin, ha exacerbado intencionalmente por lo menos cuatro de estas crisis. Además de su aventurismo en Ucrania, ha inyectado obstruccionismo en la política europea a través de su respaldo a partidos populistas y euroescépticos, ha intensificado el conflicto en Oriente Medio con su intervención militar en Siria y, como consecuencia de ello, ha agravado la crisis de refugiados. La UE debe despertar a la amenaza que plantea Putin y empezar a contrarrestar su agresión.

El nacionalismo que se propaga por Europa estuvo alimentado, en parte, por el financiamiento ruso de los partidos políticos de extrema derecha, cuyo ascenso ha impedido que Europa elabore una respuesta colectiva a la crisis de refugiados. En el Reino Unido, el Partido por la Independencia del Reino Unido, pro-Putin, está mordiéndole los talones al primer ministro David Cameron, de modo que el gobierno no se compromete a aceptar la cantidad justa de refugiados que le tocaría a Gran Bretaña. De la misma manera, Suecia ha cerrado sus fronteras, en respuesta al rápido ascenso en las encuestas del partido de extrema derecha Demócratas de Suecia. Esta especulación lamentable se está expandiendo por todo el continente.

Mientras tanto, Putin ha destruido los esfuerzos de la comunidad internacional por negociar una solución política para el conflicto en Siria, el origen de la crisis de refugiados. El respaldo de Rusia al ataque del gobierno sirio en Aleppo ha obstaculizado el proceso de paz, que depende de la cooperación de los actores globales, las potencias regionales y las fuerzas moderadas de oposición que Putin está bombardeando.

El 15 de febrero, por lo menos 50 personas, entre ellas mujeres y niños, murieron como consecuencia de ataques con misiles en escuelas y hospitales en el norte de Siria, según las Naciones Unidas. El gobierno francés calificó a los ataques de “crímenes de guerra” -y con razón-. Rusia negó su participación, pero en la escena se encontraron fragmentos de misiles construidos por los rusos. El grupo de ayuda Médicos sin Fronteras ha dicho que sólo Rusia o el gobierno sirio podían ser responsables de los ataques.

Es más, la lucha en torno de Aleppo ha desplazado a unas 50.000 personas, según la Comisión Internacional de la Cruz Roja. Muchos de estos sirios desesperados -entre los que se encuentran, principalmente, aquellas personas que no lograron huir antes- se dirigirán a Turquía y de ahí a Europa.

Rusia está arrojando bombas inclusive en momentos en que Putin dice respaldar un alto el fuego. Claramente no se lo puede tomar al pie de la letra, como también demuestra lo que sucedió en Ucrania. Ahora que Estados Unidos está distraído con su campaña electoral presidencial, los líderes de Europa se encuentran conversando solos, mientras el oso ruso roe la puerta. Es hora de tomar medidas inmediatas.

Primero, los gobiernos europeos deben poner un freno rápido al financiamiento ruso de partidos políticos al interior de Europa. Si fuera necesario, habría que solicitarle a la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos que colaborara en identificar cómo se transfieren esos fondos. El esfuerzo debe ser sostenido hasta que se cierren definitivamente los canales por los que se envía efectivo ruso a partidos europeos.

Segundo, la UE debe prepararse para imponerle sanciones económicas más efectivas a Rusia. La Resolución 2254 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que ofrece una hoja de ruta para el proceso de paz sirio, obliga a todos los actores, entre ellos Rusia, a detener los ataques indiscriminados contra civiles. Si Rusia no cumple con sus compromisos, deberían dispararse esas sanciones.

Tercero, la UE debe trabajar junto con Turquía y otros actores regionales para establecer lugares seguros en la frontera turco-siria, hacia donde se dirigen los refugiados de Aleppo y otras partes. Si bien esto implicaría ciertos riesgos, no existen otras alternativas creíbles.

Finalmente, Europa debe dejar de facilitarle el trabajo a Putin e implementar una estrategia colectiva para el arribo de refugiados. Como parte de una respuesta de emergencia, deben crearse una fuerza fronteriza y una guardia costera europeas, con la misión de ayudar a Grecia a controlar su frontera, así como salvar vidas y procesar los nuevos arribos.

Al mismo tiempo, se deben utilizar los fondos de la UE para mejorar las condiciones en los campos de refugiados de Turquía, Jordania y otras partes, de manera de ofrecerles a sus residentes al menos alguna esperanza de poder satisfacer sus necesidades básicas. Y sí, los líderes europeos deben aceptar recibir una cantidad justa de personas necesitadas, permitiéndoles a los refugiados solicitar asilo en la UE directamente desde las fronteras en las que residen actualmente.

George Soros tenía razón cuando recientemente sostuvo que la mayor amenaza a largo plazo para la estabilidad de la UE es Rusia. Pero se equivocó al sugerir que la UE se va a desplomar y colapsar bajo el peso de las múltiples crisis que enfrenta. Es hora de que Europa se ponga firme, acomode su poder económico y lo utilice para poner a Putin en su lugar.

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