Por Sergio Arancibia
En noviembre del año
1988 se realizó en Chile un plebiscito para definir si Pinochet continuaba en
el poder por 8 años más, o si se realizaban al año siguiente elecciones
presidenciales con varios candidatos. No era técnicamente un revocatorio, pero
en la práctica funcionaba como tal: definía no solo la permanencia de Pinochet
en el poder, sino la existencia misma de la dictadura y del sistema de negación
de libertades que se había instaurado en el país,
La oposición democrática
-agrupada en la Concertación de Partidos por el No - tuvo que vencer una
primera dificultad: convencer a la población de que se inscribiera en los
registros electorales, que habían sido destruidos 15 años antes por el propio Pinochet.
El gobierno inscribió en forma rápida y expedita a todos los militares, los
funcionarios públicos y a sus adherentes de todo tipo. Desplegaron para ello
todos los recursos y las facilidades propias de uso abusivo del poder.
Los adherentes de la oposición
tenían que ir personalmente a las oficinas del registro electoral, perdiendo
para ello un tiempo laboral que no estaba generalmente disponible. Pero más que
tiempo, se necesitaba fe y esperanza en una determinada opción política.
Confiar en que una dictadura como esa era posible que fuera derrotada en las
urnas.
Los técnicos electorales del
NO habían visualizado que si se inscribía una gran masa de chilenos, superando
un determinado umbral – que si no recuerdo mal era de 7 millones de chilenos -
era posible ganar. Por ello, día a día se publicaban o se hacían circular de
boca en boca los datos sobre la cantidad de inscritos que se habían logrado
hasta el día anterior. La batalla por la inscripción se ganó. Se superó la meta
de inscritos y se pasó a la campaña electoral propiamente tal-.
El acceso a los medios de
comunicación por parte de la oposición democrática era muy escaso en materia de
prensa escrita y nulo en materia de televisión. Pinochet dominaba y utilizaba
intensamente todos los medios de prensa, radio y televisión. Se logró que la
normativa electoral concediera 15 minutos diarios por televisión a la
alternativa NO, pero a las 12 de la noche de cada día. Esos 15 minutos se
convirtieron en los momentos de mayor rating de la televisión chilena.
Todo el país estaba
pendiente, cada día, de los spots del NO, que eran de alto impacto y de alta
calidad técnica y política. La ciudadanía pudo ver nuevamente las caras de sus
dirigentes históricos y pudo escuchar con todas sus letras los mensajes y las
verdades que estos le trasmitían al pueblo de Chile. Al día siguiente, esos
mensajes eran el tema de conversación obligado en todos los buses, calles y
círculos laborales y sociales. Se ganó la batalla mediática y comunicacional.
Quince minutos diarios fueron suficientes.
Los recursos económicos no
eran muchos como para hacer mítines, imprimir afiches, o pancartas, o desplegar
otros instrumentos propagandísticos propios de las campañas políticas. Además
el miedo seguía presente. Se seguía en dictadura. Por ello se hizo un solo
mitin en Santiago, que no dejó a nadie en sus casas. Se demostró fuerza de
calle. Se mostró fuerza de masas. La gente pudo reencontrarse en la calle, con
amigos y camaradas, bajo las mismas consignas y las mismas esperanzas. La oposición
democrática recuperó las calles. Una nueva gran batalla que se ganaba.
En el día mismo de la
votación habían dos aspectos de los cuales había que preocuparse con particular
atención, pues en ellos se podía perder todo lo que se había ganado en los momentos
anteriores. Por un lado había que tener apoderados o delegados en todas y cada
una de las mesas de votación del país.
Eso se logró plenamente. No
hubo una sola mesa de votación que quedara desatendida. La ciudadanía asumió
sin miedo esa tarea, pues ya se habían ganado todas las batallas anteriores,
incluida la batalla contra el miedo. En segundo lugar, había que tener la
capacidad técnica de acopiar y centralizar la información que fluyera de los
escrutinios mesa por mesa, de modo de tener casi en tiempo real los resultados
globales a disposición de la alta dirigencia de la Concertación de Partidos por
el NO. Eso se logró también plenamente.
Los centros de acopio
funcionaron, con eficiencia y con las necesarias medidas de clandestinidad y
seguridad, pues se temía que un asalto a esos focos, dejara incomunicada a toda
la Concertación.
Finalmente, fue
importantísima la presencia internacional. Miles de periodistas y cientos de
observadores políticos - coordinados por el ex presidente del Gobierno español
Adolfo Suarez - estaban atentos a cada circunstancia que pudiera alterar la
normalidad de esa tensa noche. Cuando Pinochet quiso patear la mesa, pasadas ya
las 12 de la noche, los resultados reales los tenía la oposición democrática,
los tenían todos los observadores internacionales, la opinión pública
internacional e incluso los tenían los propios militares. No se pudo, aun
cuando no les faltaron ganas. Ganó la alternativa del No frente a la opción de
continuidad dictatorial. Gano la democracia. Fue posible. Sigue siendo posible.
05-05-16
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