Román Ibarra 12 de mayo de 2016
@romanibarra
La aparición en escena
–lamentable y cobarde por cierto- de Chávez, y sus golpistas en 1992, producto
de un acto primitivo y criminal, significó en principio, tal como quedó
demostrado, la derrota militar de un grupo de delincuentes ambiciosos que
auspiciaban alcanzar el poder político por la fuerza. Para ello, utilizaron un
manifiesto, según el cual, las estructuras del sistema político de entonces
estaban podridas y había que sustituirlas cuanto antes, y a cualquier precio.
Esa misma derrota militar,
a cargo de las fuerzas leales a la Constitución y al gobierno legítimamente
constituido, no fueron suficientes para hacerle entender a las fuerzas
políticas acerca de la necesidad de enmendar los errores habidos hasta
entonces, en términos del incumplimiento
de la demanda social, ni de la aplicación correcta de los instrumentos
jurídico-institucionales para meterle freno al golpismo para siempre. Por el
contrario, un torneo de irresponsabilidades, y demagogias se apoderaron del
espectro de la política para demostrar quien estaba más cerca de ¨la
popularidad del golpista¨.
Así, Caldera en un
discurso oportunista justificó desde el Congreso la intentona, legitimándola de
alguna manera, lo cual desató la vorágine de apoyos interesados para ¨aparecer
en la foto¨ de la nueva vedette.
De ahí en adelante,
Caldera accedió al poder nuevamente sin que le dejara beneficio alguno a la
República, un gobierno gris e innecesario. Con la salida de la cárcel y su
incorporación a la política, comenzó Chávez a cavar la tumba de la democracia
con la recurrente violación de la Constitución que él mismo estimuló, pero se
le convirtió en camisa de fuerza para su ambición totalitaria y megalómana
entregándonos a la colonización de una dictadura vergonzosa, y aprovechadora
como la cubana. Se entregó en cuerpo y alma a lo que supuso sería el liderazgo
de la lucha mundial contra el ¨imperialismo¨, a la muerte de Fidel, pero se
impuso la providencia.
Como si fuera poca la
desgracia que su largo gobierno causó a nuestro país en términos del secuestro
de todas las instituciones para ponerlas a su servicio, como las FAN, el TSJ,
la FGR, la anterior AN, la CGR, la DP, así como la persecución a los medios de
comunicación privados; la inseguridad estimulada por la impunidad que le
garantizó a los ¨buenandros¨, la corrupción desembozada de sus acólitos y
asociados en el gobierno, en fin la ruina que nos produjo como nación, nos
impuso con su liderazgo negativo y deleznable a un sujeto como el actual
presidente Nicolás Maduro, que en realidad es la tapa del frasco en cuanto a
mediocridad, ignorancia, megalomanía, y sin ningún sentido del ridículo.
Quienes advertíamos acerca
del caos que provocó Chávez con su pésima manera de gobernar, luego Maduro
terminó por profundizar el inmenso hueco de calamidades y ruinas de los
venezolanos de nuestro tiempo. Ahora sin dinero, toda vez que el caudal inmenso
que entró por la renta petrolera ellos se lo robaron; lo regalaron a sus amos
de Cuba; lo repartieron a manos llenas entre los chulos del comunismo y el
populismo mundial, hoy no son capaces de levantar la producción nacional en
manos del menguado sector privado por falta de seguridad jurídica para la
inversión, y los controles que llevan más de 13 años.
Por esas razones, los
venezolanos estamos dispuestos a seguir luchando para hacer del referendo
revocatorio una posibilidad constitucional para salvar la continuidad de nuestro país, hoy envuelto en la peor
crisis de su historia, gracias al peor gobernante que hemos tenido. Muera la
¨revolución¨, viva la Democracia.
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