Por René
Nuñez, 08/05/2016
Más allá de los aspectos
políticos que en estos momentos privan en la toma de decisiones públicas, hay
una realidad inocultable de empobrecimiento a todo nivel; a pesar de que la
cancillera de la república en su discurso de la semana pasada ante la OEA haya
invertido la valoración veraz del contexto nacional: una Venezuela con una
crisis institucional, económica, moral y ética extrema. Se le olvidó el
empobrecimiento progresivo de sectores de alto, medio y bajo niveles sociales,
cuyos testigos somos casi 30 millones de venezolanos.
Cuando llegaron al poder los
actuales conductores de los destinos de la nación, había una base ancha y
sólida clase media; hoy fracturada y reducida por la mala e indebida
distribución en los últimos 17 años de los ingresos petroleros. Los
desiguales niveles de educación, la destrucción de la institucionalidad
(poderes públicos politizados), el fracaso de un modelo contrario a la
productividad y al trabajo libre, creativo e independiente del Estado, al
excesivo y desigual control de la economía privada, a la casi total
impunidad frente a vicios y arbitrariedades, suman una cadena de desaciertos
que hoy nacionales justos por pecadores pagamos las consecuencias directas.
La dependencia en un 97% de
los ingresos petroleros, la destrucción y sometimiento de los medios de
producción nacional, encuentra a la república desvalida, incapacitada y
vulnerable ante la baja sensible de los precios petroleros. No se
invirtió, no se ahorró, ni se hicieron lo que toda administración pública seria
y responsable con excedentes de recursos financieros hubiera aprovechado para
mejorar la calidad de vida integral de los ciudadanos.
Los poderes político y
económico están en manos de una minoría. Los del gobierno. Responsables
directos de la marginación y de la división de la sociedad. La clase media ha
pasado, en los últimos años, por un indetenible proceso de empobrecimiento. Los
que ya estaban en la pobreza, ese entonces, incrementaron su vulnerabilidad a
condiciones extremas. Los empleos y oportunidades, sobre todo para la gente
joven, se redujeron.
La democracia no funciona
correctamente. La baja calidad del voto, sigue presente, los electores lo hacen
con poca seriedad o con ignorancia.
Todo ello ha conllevado a una
acelerada pérdida de credibilidad, confianza y esperanza en el sistema político
en general. El problema del círculo de poderes político y económico bajo el
control absoluto del Ejecutivo no solo genera e incrementa la pobreza sino
también la división, desigualdad e injusticia. No hay conciencia de Estado en
la estrategia y prioridad de la educación para el desarrollo de una nación
justa, sana y democrática. Se está ante un país disfuncional, uno de
apariencias y uno pragmático. Más preocupado y ocupado en mantenerse en el
poder como objetivo ideológico. Entretanto, la emergencia económica y social
desatendida.
La buena educación (privada)
está reservada para quienes pueden pagarla, la misma situación tenemos en los
marcos de vivienda y salud. Esto limita la profesionalización de los jóvenes y
ensancha el círculo de la pobreza.
Salir de este estado de
exclusión social, obliga a cada integrante de la sociedad a entender que la
democracia no funciona si no se participa activa y comprometidamente en ella,
eligiendo como gobernantes, a personas capacitadas, decentes y
comprometidas con la producción diversificada, el trabajo, las libertades, la
prosperidad, la seguridad, la justicia y el bienestar de todos sin distingo
alguno. Apoyando y estimulando a los inversionistas nacionales y extranjeros a
invertir en áreas productivas de interés nacional (“hecho en Venezuela”).
La salida constitucional de
Maduro no es suficiente, sino se está preparado para entender y afrontar los
días siguientes de su partida. “El político se convierte en estadista cuando comienza
a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”, Winston
Churchill.
Presidente del Ifedec Capítulo
Bolívar
@renenunez51
Los domingos, 8 a 9 am, en
Onda Global por Onda 97.3 FM
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