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martes, 3 de mayo de 2016

. @luisvicenteleon:El gobierno venezolano sabe que perderá el referendo revocatorio, por @leofelipecampos



Leo Felipe Campos 01 de mayo de 2016

Luis Vicente León, presidente de Datanálisis, es uno de los analistas más reconocidos por su neutralidad en Venezuela. Fue entrevistado sobre el inicio del camino hacia un referendo revocatorio contra el presidente Nicolás Maduro, en medio de la crisis económica, política, social y ahora eléctrica que vive su país.

Usted publicó un tuit dirigido a la oposición en Venezuela, en el cual le decía, en abstracto, que presionara el voto, pero no se dejara llevar al plano en el que no podía ganar. ¿A qué plano se refiere?


La oposición debe evitar caer en la radicalización. Es obvio que, además de tener el control institucional del Tribunal Supremo de Justicia, el Consejo Nacional Electoral y la Fiscalía General de la República, el Gobierno también tiene conocimiento de que perdería un referendo revocatorio si fuera convocado, y eso significaría, para ellos, perder casi todo lo que tienen, por eso van a usar ese poder institucional para evitar que ocurra.

La oposición tiene que cumplir los requisitos legales sabiendo que el Gobierno usará el poder que posee para retrasar el proceso y cruzar la frontera del 2016. ¿Por qué? Porque si el referendo ocurriera el año que viene y se revocara el mandato de Maduro, el vicepresidente se quedaría al mando del país hasta el final del período, en 2019.

¿Es suficiente lo que está haciendo la oposición?

Es poco probable que la oposición logre lo que está buscando solamente con la activación de este proceso constitucional, porque tratarán de bloquearlo. Tiene que buscar un mecanismo de presión y lograr que el pueblo se mantenga presionando también por sus derechos, para que el revocatorio se pueda efectuar este año, pero si esa presión política se pasa de la raya y se entra en el campo minado de la anarquía, si esa calle deja de ser pacífica para ser violenta, se podrían generar dinámicas que el Gobierno capitalizaría mejor. La oposición no podría tomar ese escenario como ventaja, porque no tiene los vínculos, la organización ni el liderazgo necesarios.

Al crimen, la inflación y el desabastecimiento se suman a un recorte de luz diario para todo el país. ¿Hasta qué punto genera eso un descontento real? ¿No es posible que se transforme esa energía en una abulia frente al peso del Estado?

Un desabastecimiento importante pero moderado, que le garantiza comida a la gente, aunque no todo lo que necesita, sin que nadie se muera de hambre; el bachaqueo (contrabando) que financia a una parte importante de los sectores más pobres; el ahorro en dólares de las clases media y alta, que les permite abastecerse mediante compras en el mercado negro: todo eso que existe puede generar decepción y agotamiento, pero no necesariamente una explosión. Y puede terminar en una especie de hábito sin reacción, que se termina canalizando sin estimular una protesta fuerte por la defensa de derechos.

Ahora, cuando cruzas la frontera y ocurre una afectación dramática de tu vida cotidiana, cuando también pierdes comida porque te falta el agua y se va la luz, cuando no puedes garantizar compras para tu hogar, eso se vuelve salvaje. Si la estructura se te viene encima y se masifica un perceptual de destrucción de valores, o de tu economía, si no te sientes orgulloso de tu país, sino apenado, los estímulos para esa protesta se amplifican.

¿En qué momento diría usted que nos encontramos actualmente?

Actualmente hay estímulos para una conmoción social, pero eso no necesariamente se traduce en una explosión social. Son cosas diferentes. Hay protestas en varias ciudades del país, y todo eso también complica internamente al sector militar, porque al haber represión de esas manifestaciones podría caerse en abusos o crímenes de derechos humanos. Lo que es indudable es que existe un agotamiento frente al deterioro. Gobiernos de otros países han controlado a sus poblaciones —Cuba, Rusia, China—, pero lo han hecho siempre con represión.

Ustedes tienen un estudio sobre las tendencias del consumidor venezolano. ¿De qué clase de consumidor hablamos cuando se vive para hacer colas o comprar con sobreprecio el producto que haya y por la vía que sea?

De un consumidor en crisis. ¿Cómo acepta este consumidor la crisis severa de abastecimiento, las pérdidas de inversión y de confianza? El venezolano está viviendo una realidad distinta a la que conocía: la inflación más alta de su historia y del mundo en la actualidad. No está acostumbrado a esto, a pesar de que en Venezuela siempre ha habido inflación. Ahora es un consumidor que cambia productos, más sensible a los precios, que está abandonando la fidelidad de marcas. Las marcas desaparecen como valor importante. Aquí te das con una piedra en los dientes porque hay aceite; no te preguntas qué tipo de aceite hay.

Actualmente, más del 50 % del presupuesto familiar se gasta en alimentación. El consumidor venezolano de hoy hace largas filas para comprar productos regulados y venderlos después en el mercado negro a un costo entre 30 y 40 veces mayor. También se han cambiado las rutas de recreación del venezolano: ya no hay tanto dinero para ir a la playa o a un restaurante de vez en cuando, sino que esa salida queda reducida a ir a la casa de los amigos. Hay una conducta de cambios frente a la crisis. La pregunta, entonces, es: ¿a qué se le da valor?

Maduro lo ha llamado con nombre y apellido y ha dicho que usted es una de las pocas personas serias en la oposición. ¿Desde hace cuánto no tiene contacto con altos funcionarios del Ejecutivo?

Siempre tienes contactos con altos funcionarios del Ejecutivo cuando estás midiendo. Tendrían que ser muy bobos para cortar esos contactos. Hago encuestas mensuales de pulso nacional y no desde una óptica opositora. Empresarios, académicos, gente del Gobierno y de la oposición: todos me llaman, me contactan, nos enviamos mensajes. Ese es mi día a día. Soy un analista e intento trabajar desde la óptica más objetiva posible.

Chávez era siempre popular y un favorito permanente para ganar sus elecciones, y era lo que se decía entonces. Si Maduro cae de manera relevante, hay que decirlo. Y hoy está caído popularmente por una crisis que él y su gobierno no han sabido manejar, porque han sido bastante torpes, en mi opinión.

A su juicio, ¿cuál es la estrategia que maneja el Gobierno frente al referendo revocatorio que quiere impulsar la oposición?

La estrategia ganadora es evitarlo, por supuesto, pero es poco probable que lo pueda evitar siempre, así que pienso que intentará cruzar la frontera de 2016.

Como dijimos, si se revocara el mandato de Maduro en 2017, el vicepresidente tendría que asumir el poder hasta el final. ¿Cree usted que se quede en ese cargo Aristóbulo Istúriz o pondrán a un hombre con incidencia en la Fuerza Armada, como Diosdado Cabello?

Es un tema absolutamente imposible de predecir. Diosdado ya fue presidente de la Asamblea Nacional y vicepresidente de Chávez. Es un actor que viene del sector militar y tiene una injerencia importante en el partido y el sistema político del chavismo, pero también Aristóbulo es un actor importantísimo, sobre todo hacia las negociaciones que puedan darse en lo interno del chavismo.

Ellos juegan a que exista un referendo, pero el año que viene tendrán que tener un vicepresidente validado por los diferentes sectores de su corriente política, porque jugará un papel fundamental: luego de una derrota mediante revocatorio, el chavismo quedaría muy debilitado, y ese vicepresidente tendría que representarlos mientras le da al país estabilidad y seguridad. Es un actor que debería abrir las compuertas para que el chavismo tenga un refrescamiento hasta las elecciones presidenciales de 2019.

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