Por Froilán Barrios
La distancia es cada día más
grande entre quienes gobiernan y la gente, al dilapidar en 3 años el desgastado
capital que heredara del antecesor Comandante, al agotar a nivel de emergencia
el margen de maniobra que disfrutara el régimen de la Va. República a inicios
del siglo XXI, donde todo era justificable ante el guion impuesto desde
la cúpula gubernamental con su versión tropical de lucha de clases, entre
apátridas y patriotas, oligarcas y proletarios y toda suerte de sandeces, para
encubrir la estafa política y la corruptela más voluminosa de la historia de
América Latina.
Por el contrario se expresa
en el alma popular un sentimiento de rabia y frustración ante tanta impunidad
de cancilleres y ministros, quienes se ufanan a los cuatro vientos, con su versión
burlesca de anaqueles repletos de alimentos y medicinas, de plena seguridad
ciudadana, en un país donde todo lo origina la conspiración imperialista y la
guerra económica de la burguesía colonial.
Aun cuando el drama nacional
es conocido a escala universal ya que ha derivado en la diáspora de millones de
venezolanos, al mismo tiempo ha determinado un cierre de fronteras en varios
países del continente y allende los mares, donde comienzan a vernos
como amenaza teniendo como excusa la cuota minoritaria de delincuencia
que emigra, ante una mayoría aplastante de mano de obra de brillantes
profesionales de todo género. Lo cierto del caso es que ahora somos
discriminados y calificados como indigentes, al caer en desgracia una nación
por las políticas de un proyecto político criminal y vagabundo que ha entregado
nuestra soberanía nacional.
De allí la reflexión que
servirá en algún momento para cuando hagamos un merecido balance de nuestra
historia nacional, al nosotros percibir un sentimiento de abandono, de soledad
y de desprecio por parte de la comunidad internacional ante la tragedia que
vivimos como nación, ante un país que fue totalmente generoso con quienes
llegaron por aire, mar y tierra a este territorio de gracia pleno de
oportunidades, donde incluso actuales gobernantes y ministros de varios países
fueron inmigrantes recibidos con los brazos abiertos cuando sus países eran
azotados por crueles dictaduras.
De todos los continentes
vinieron a Venezuela cuando éramos calificados El Dorado del Siglo XX, de
todos los pueblos de Europa cuando era media noche en el siglo como escribiera
Jan Valtin, igualmente del Asia, África y por supuesto de América Latina al
decir de Pepe Mujica que sus sueños de preso político en Uruguay era venir a
Caracas. Otras potencias extranjeras vinieron por intereses económicos y de
aquí con plena satisfacción han multiplicado sus alforjas repletas de
fructíferas inversiones.
se lo dejamos a quienes
viven de eso, quienes hoy nos gobiernan, son los culpables de que nuestra
tierra sea hoy una mercancía de trueque para acuerdos políticos de otras
naciones de América, donde no existe solidaridad alguna solo retórica ante la
quiebra de nuestra economía e instituciones.
11-05-16
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