Por Simón García
A punto de concluir la
imposición de su hegemonía, la fortaleza relativa del gobierno comenzó a
crujir. Su éxito consistió en pasar de ganar el gobierno por los votos a
invadir todo el Estado por la astucia, controlar la economía y cautivar a la
sociedad para controlarla. Pero, en este último punto peló el peldaño.
El proceso ganó muchas
batallas y perdió la guerra. El control totalitario del poder en vez de generar
igualdad nos empobreció; la confiscación y la destrucción del aparato
productivo nos impuso el tiempo de las colas y la escasez; el manejo populista
de los ingresos nos llevó al record mundial en inflación; la adulancia y las
distorsiones en nuestra Fuerza Armada hicieron que ella cediera el monopolio
del uso de la fuerza a bandas que controlan diversos territorios.
Millones de venezolanos
abandonaron el proceso a medida que fueron comprobando la incompetencia, los
errores y la debilidad ética de una cúpula que, empeñada en replicar el modelo
político y económico cubano, comenzó a destruir sin construir, a poner en
crisis en todo lo que tocaba, a permitir el mayor festín de corrupción
perpetrado por un Gobierno en y contra Venezuela.
Sin embargo, un cuarto de
población, a pesar de que también andan descontentos y algunos piden
rectificación, todavía no cambia de posición.
La pérdida de la mayoría y
la reconquista democrática de la Asamblea Nacional, puso fin a la comodidad
para seguir tratando a la democracia como una apariencia. Esa pérdida parcial
de poder obligó a Maduro y a Diosdado a negarla rotundamente porque la
democracia es el antídoto específico contra el totalitarismo.
El desconocimiento de la
Asamblea Nacional y la obstrucción del referendo marcan la fase terminal de
Maduro y su cúpula. Escogió violar el mandato chavista de que fuera de la
Constitución nada. Pretende sacrificar el papel actual y el futuro del PSUV al
pasar a un ejercicio del poder abiertamente contrario a la ley. A menor apoyo
popular, mayor necesidad de apelar a su naturaleza totalitaria.
Si ilegalmente el CNE impone
el aplazamiento del referendo, con el apoyo del TSJ y el silencio dela F.A, se
habrá consagrado la desaparición de la democracia. El primer deber del pueblo,
cualquiera sea el proyecto político al que se adscriba cada quien, es cumplir
con la obligación de restituir la democracia y lograr la vigencia plena de la
Constitución Nacional.
Maduro no podrá eludir por
mucho tiempo su revocación. Si el CSE avanza en su desafuero, la lucha por el
cambio pasará a tener cuatro objetivos: la realización del referendo; la
elección de gobernadores, la sustitución de la polarización por la convivencia
y la formación de un nuevo gobierno producto de un entendimiento que reunifique
al país y lo saque de la crisis. Cuatro elementos de una lucha que necesita
presión de calle y diversificación de la movilización social y la protesta
desde el barrio hasta la Asamblea Nacional.
La vía del cambio pacífico
no está agotada, pero salvarla supone doblegar las provocaciones oficialistas.
Es una vía que requiere, desde ya, la participación del pueblo chavista. Una
vía plural y aferrada a la Constitución para encontrar juntos soluciones a la
catástrofe que en materia de medicinas, alimento y seguridad están sufriendo
los venezolanos. Con votos y en paz.
16-05-16
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico