RAFAEL LUCIANI 14 de mayo de 2016
@rafluciani
Ante
el drama humanitario que vive el país no nos podemos dejar vencer por la
indolencia y actuar sólo cuando la realidad nos afecte a cada uno o a nuestro
grupo más cercano. Lo más elemental para vivir con humanidad es poder conectar
con la realidad del otro y entender que sus problemas son también los míos. No
se trata de mirar al otro con lástima ni tratarlo simplemente con empatía. Lo
que está en juego es la realización de la condición ética propia de todo ser
humano. Aún más, continuar o no con la deshumanización del país. Por ello, más
allá de lo que podemos decir con nuestras palabras y bellos discursos, lo que
realmente mide los valores y el talante de nuestra humanidad es esta
vinculación ética con el otro.
Durante
la reciente visita a Ciudad Juárez, en México, el Papa Francisco recordó algo
que nos debe llamar a la reflexión: «ya tenemos varias décadas perdidas
pensando y creyendo que todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando,
sacándonos los problemas de encima, creyendo que estas medidas solucionan
verdaderamente los problemas. Pero nos hemos olvidado de concentrarnos en lo
que realmente debe ser nuestra verdadera preocupación: la vida de las personas,
sus vidas, las de sus familias, las de aquellos que también han sufrido a causa
de este círculo de violencia». Volver a poner la mirada en la vida de las
personas, en sus necesidades y desarrollo humano, es el gran reto que tiene la
política en nuestro país. En este sentido urge la reconstrucción moral del país
y esto pasa por entender que la política es el único medio para recobrar la
sindéresis en la resolución de los conflictos y lograr una salida institucional
de la actual crisis que nos agobia a todos.
Ciertamente
se requiere una voluntad férrea para reinstitucionalizar lo público y
desideologizarlo. Es decir, para que el Estado se rija de acuerdo a la
Constitución y las Leyes vigentes. Sólo así podrá existir la plena autonomía de
los poderes públicos para garantizar los intereses comunes por encima de los
grupos políticos o las visiones ideológicas existentes. Ante el peligro
inminente de una mayor destrucción moral y deshumanización de la sociedad
venezolana, queda aún la posibilidad de iniciar un proceso de negociación y
logro de acuerdos mínimos en el marco de la Constitución Nacional. El deseo que
fue manifestado por el pueblo venezolano en las elecciones parlamentarias fue
el de recuperar la estabilidad política y el progreso socioeconómico, dejando a
un lado las políticas de exclusión, escasez y represión.
Los
miembros del Gobierno tienen una deuda moral con el pueblo venezolano y
especialmente con los más pobres y afectados. Si realmente quieren reinstaurar
el bien común perdido, deben dar signos concretos como son el diálogo con todos
los actores públicos y el logro de acuerdos mínimos para responder a la grave
crisis humanitaria. Es una oportunidad para reinstitucionalizar lo público.
La
mayoría de los estudios de opinión pública coinciden en señalar que más del 80%
de los venezolanos quieren una modificación en la conducción del país. Y no se
trata sólo de cambiar al Poder Ejecutivo, sino de recuperar un modo de hacer
política que sea institucional e inclusivo, y que busque el desarrollo de todos
los que viven en el país sin exclusión alguna.
Todos
queremos que se vuelva la mirada a «la vida de las personas». Una mirada que
atienda a las necesidades más urgentes. Una mirada que comience a sanar la
deuda moral que muchos políticos cargan en sus conciencias.
Rafael
Luciani
Doctor
en Teología
rlteologiahoy@gmail.com
@rafluciani
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico