SILVIA AYUSO 06 de mayo de 2016
La
canciller venezolana Delcy Rodríguez viajó este jueves a la sede de la
Organización de Estados Americanos (OEA) en Washington para “presentar la
verdad de Venezuela”. Y, de paso, para dejar claro, en nombre del Gobierno de
Nicolás Maduro, que este no va a permitir ninguna mediación, de ningún tipo, en
su país. Mucho menos la de una OEA cuyo secretario general, Luis Almagro,
“recibe instrucciones de Estados Unidos” y le hace el juego a la oposición
venezolana, según Rodríguez.
El
portazo de la responsable de la diplomacia venezolana a cualquier mediación o
siquiera opinión internacional a la situación
que vive su país, que la oposición denuncia como una grave crisis política, económica
e institucional, fue total. Su no rotundo estuvo dirigido no solamente a la
posibilidad de que la OEA invoque su Carta Democrática para Venezuela, como
está valorando Almagro tras la petición que recibió en este sentido hace una
semana de un grupo de diputados venezolanos y que Rodríguez descalificó como
“grave” y “risible”. Ese no venezolano también incluyó, sin ambages, hasta la
propuesta argentina de algún tipo de mediación mixta y consensuada, una
iniciativa que por otro lado dejó, por su suavidad, atónitos a quienes
esperaban más de la canciller de Mauricio
Macri, que ha criticado abiertamente la situación de derechos humanos en
Venezuela.
“Hemos
venido a informar sinceramente, a hacer la presentación de la verdad de
Venezuela. Pero Venezuela no está bajo examinación de nadie ni lo estará”,
proclamó Rodríguez durante su discurso ante los Estados de la OEA, en una
sesión especial del Consejo Permanente convocada a petición de Caracas.
Según
la “verdad” de Caracas, prácticamente todo lo malo que se dice le pasa a
Venezuela responde a una “operación de índole mediática, financiero,
económico-social para subvertir el orden constitucional y democrático” tras la
que se esconde la mano de un EE UU que tiene también a su servicio al jefe de
la OEA. No importa que Almagro provenga de la izquierda uruguaya tan alabada
por Venezuela en el pasado. Ahora actúa falto de imparcialidad cuando se trata
de Venezuela “conjugando la agenda de la Secretaría General con los factores
opositores en Venezuela y con las instrucciones que recibe desde EE UU”.
Rodríguez ni siquiera se dignó a pronunciar el nombre de Almagro. Y eso que,
durante las dos horas largas que duró la sesión, ambos estuvieron sentados codo
con codo en la mesa que preside la sala. Ni se hablaron ni, siquiera, se
miraron. La ruptura, quedó claro, es total.
Almagro
tampoco quiso tomar la palabra durante la sesión. Según su portavoz, Sergio
Jellinek, eso se debe a que está estudiando la carta de la Asamblea Nacional
que le entregaron la semana pasada los diputados opositores y a la que
agregará, dijo, la información proporcionada ahora por la canciller Rodríguez.
Aunque
hay varios precedentes de invocación de la Carta Democrática desde su firma en
2001, de
decidirse Almagro a aplicarla para Venezuela sería la primera vez que se da
este paso sin la petición o consentimiento expreso del Gobierno legítimo. Y
Caracas se niega en redondo.
La
duda es si se decidirá a dar ese paso, con el que arriesga mucho capital
político, si no consigue asegurarse los apoyos suficientes de los países
miembros. Y necesita al menos 18 para avanzar en primera instancia. Jellinek
aseguró que Almagro “no hace un cálculo político de cuántos votos hay”, sino
que actuará según su “convicción ética acerca de si hay causas” suficientes
para dar ese paso. Pero a nadie se le escapa que los apoyos escasean. Salvo EE
UU, ningún país realizó claramente este jueves una crítica al Gobierno
venezolano.
La
gran sorpresa en este sentido fue Argentina, en cuya representación acudió su
canciller, Susana Malcorra. La llegada de Macri al poder generó expectativas de
que Argentina asumiría un tono más duro contra Venezuela y que hasta intentaría
cambiar de rumbo a otros aliados tradicionales de Caracas como Brasil. Pero
Malcorra bajó el tono en la OEA, donde calificó de “apresurada” la aplicación
de la Carta Democrática.
“La
discusión de la Carta es apresurada, porque es importante, antes de esa
convocatoria, elaborar una oportunidad de mediación y diálogo”, explicó
Malcorra a periodistas tras la sesión. Previamente, durante la reunión, la
canciller había abogado por algún tipo de mediación de varios organismos
regionales que pueda ser aceptado por todas las partes.
“Este
momento reclama de todos nosotros una actitud amplia en la búsqueda de
soluciones”, sostuvo Malcorra. La canciller admitió no tener “soluciones
mágicas” ni “propuestas milagrosas”, pero afirmó que cabe la posibilidad de
encontrar algún tipo de “conciliación y complementación de varias iniciativas”,
como algún tipo de acuerdo entre la OEA y organismos más aceptados por
Venezuela como Unasur, para buscar una “solución consensuada entre las partes”.
En tono conciliatorio, Malcorra le recordó a Rodríguez que “los caminos de
construcción de un camino para todos requieren de una apertura mental” porque
los modelos del pasado “nos llevaron adonde estamos y seguramente no van a dar
resultados demasiado distintos”.
Pero
Rodríguez no quiso recoger ni ese guante de seda y reiteró la negativa de
Caracas a cualquier mediación. En su réplica, la canciller venezolana achacó
estas propuestas a una “confusión conceptual”. “Nosotros vinimos a presentar la
verdad de lo que ocurre allá. No vinimos aquí en este recinto a buscar una
solución, vinimos a compartir la verdad de Venezuela”, zanjó.
HRW: “ARGENTINA HA ABANDONADO EL
COMPROMISO CON LOS DDHH”
La
moderación con la que la canciller argentina, Susana Malcorra, realizó su
propuesta mediadora ante Venezuela ha sorprendido, e irritado, a los que creían
que su presencia en la OEA era una muestra del cambio de rumbo prometido por el
Gobierno de Mauricio Macri. Entre los “decepcionados” se cuenta José Miguel
Vivanco, director de América de Human Rights Watch (HRW) y uno de los mayores
críticos con el Gobierno de Nicolás Maduro.
“Argentina
abandonó en presencia de su canciller el compromiso asumido por el presidente
Macri de velar y luchar por la causa de los derechos fundamentales, las
libertades públicas y la democracia, específicamente en el caso de Venezuela”,
dijo Vivanco tras la sesión en la OEA.
Para
Vivanco, según el discurso “anodino” de Malcorra pareciera que “el problema de
Venezuela es que no hay diálogo entre las partes”. Todo ello cuando, según el
representante de HRW, “el problema de Venezuela se reduce a las prácticas y
políticas de un gobierno autoritario que no está dispuesto a reconocer ni a
respetar los más mínimos estándares y principios democráticos, que concentra
absolutamente el poder y que es hora de que sea objeto de una fiscalización
regional como es mediante la Carta Democrática”.
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