San Josemaría 20 de marzo de 2021
@sJosemaria
Si
el demonio mudo –del que nos habla el Evangelio– se mete en el alma, lo echa
todo a perder. En cambio, si se le arroja inmediatamente, todo sale bien, se
camina feliz, todo marcha. –Propósito firme: “sinceridad salvaje” en la
dirección espiritual, con delicada educación..., y que esa sinceridad sea
inmediata. (Forja, 127)
Vuelvo a afirmar que todos tenemos miserias. Pero las
miserias nuestras no nos deberán mover nunca a desentendernos del Amor de Dios,
sino a acogernos a ese Amor, a meternos dentro de esa bondad divina, como los
guerreros antiguos se metían dentro de su armadura: aquel ecce ego,
quia vocasti me -cuenta conmigo, porque me has llamado-, es nuestra
defensa. No hemos de alejarnos de Dios, porque descubramos nuestras
fragilidades; hemos de atacar las miserias, precisamente porque Dios confía en
nosotros.
¿Cómo lograremos superar esas mezquindades? Insisto,
por su importancia capital: con humildad, y con sinceridad en la dirección
espiritual y en el Sacramento de la Penitencia. Id a los que orientan vuestra
almas con el corazón abierto; no lo cerréis, porque si se mete el demonio mudo,
es difícil de sacar.
Perdonad mi machaconería, pero juzgo imprescindible
que se grabe a fuego en vuestras inteligencias, que la humildad y -su
consecuencia inmediata- la sinceridad enlazan los otros medios, y se muestran
como algo que fundamenta la eficacia para la victoria. Si el demonio mudo se
introduce en un alma, lo echa todo a perder; en cambio, si se le arroja fuera
inmediatamente, todo sale bien, somos felices, la vida marcha rectamente:
seamos siempre salvajemente sinceros, pero con prudente educación.
Quiero que esto quede claro; a mí no me preocupan
tanto el corazón y la carne, como la soberbia. Humildes. Cuando penséis que
tenéis toda la razón, no tenéis razón ninguna. Id a la dirección espiritual con
el alma abierta: no la cerréis, porqué -repito- se mete el demonio mudo, que es
difícil de sacar.
Acordaos de aquel pobre endemoniado, que no
consiguieron liberar los discípulos; sólo el Señor obtuvo su libertad, con
oración y ayuno. En aquella ocasión obró el Maestro tres milagros: el primero,
que oyera: porque cuando nos domina el demonio mudo, se niega el alma a oír; el
segundo, que hablara; y el tercero, que se fuera el diablo. (Amigos de
Dios, nn. 187-188)
Tomado
de: https://opusdei.org/es-ve/dailytext/seamos-siempre-salvajemente-sinceros/
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