Por Froilán Barrios
La ocasión de la VI
Cumbre de la Celac fue una demostración de la ineficacia de organismos creados
solo para el ejercicio de la retórica, que para promover soluciones a los
descomunales problemas que estremecen a América Latina, entre ellos el impacto
del COVID en la población continental y la ausencia de este ente en el impulso
de políticas de salud que acometan el terrible mal que azota a la humanidad.
Bien sabemos que la
Celac conformada en diciembre de 2011 tenía objetivo fundacional crear un
espacio integrador, en lugar de confrontar la OEA y promover el ideario
chavista y del Foro de Sao Paulo en el continente, pues a la vista es
comprobable que luego de casi 10 años de existencia su presencia es nula en la
realidad económica y social latinoamericana, es solo un escenario propicio para
que tiranuelos y aprendices de dictadores muestren sus indeseables rostros más
allá de sus fronteras, al ser puestas sus cabezas a precio de la justicia
internacional.
Por tanto, no podía
faltar la presencia de Maduro y Díaz-Canel en un evento para lograr espacio y
oxígeno, en un contexto global donde son rechazados por las contumaces y
evidentes violaciones de los derechos humanos cometidas contra la población y
contra quienes encabezan la protesta popular en Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Las contundentes
intervenciones de los presidentes Abdo Martínez de Paraguay, de Guillermo Lasso
de Ecuador y de Luis Lacalle de Uruguay, colocaron el acento contra quienes son
los enemigos de la democracia y violadores permanentes de las aspiraciones
legítimas de los pueblos de vivir en libertad plena.
Al manifestar ambos
presidentes su desconocimiento a Maduro como gobernante legítimo, fue un claro
señalamiento a su talante de dictador, tufo que lo acompañó durante todo el
evento, al que asistió protegido por López Obrador, presidente de México, ya
que cuelgan sobre su cabeza las investigaciones de la CPI por delitos de lesa
humanidad y la recompensa de 15 millones de dólares publicitada por la justicia
de Estados Unidos.
Ahora bien, al calificativo de tirano que lo emparenta con los gorilas que azotaron los pueblos de América Latina, sobre todo en el Cono Sur, hay que agregarle el de destructor de un país porque Venezuela fue reconocida por tener la economía de mayor crecimiento económico a nivel continental en buena parte del siglo XX.
Con la particularidad
de que en esa galería de indeseables dictadores de Suramérica que
desaparecieron a millares de personas, como lo fueron entre otros Castello
Branco en Brasil, Pinochet en Chile, Bordaberry en Uruguay, Videla en
Argentina, no registraron los números rojos en sus economías que
inobjetablemente son identificables en Venezuela.
En definitiva, como
indicara recientemente Diego Fonseca (20/09/2021) refiriéndose a los
autodenominados gobiernos de izquierda, “no han generado propuestas de
crecimiento económico solo de redistribución de la pobreza, no piensa el futuro
desde el presente, encerrada en dogmas.”, para justificar sus tropelías y
disfrutar de la corrupción más abyecta.
Esta cumbre demostró su
objetivo único, el de confrontar la OEA, en lugar de abordar el deterioro
económico y social de América Latina, al punto de que estando en la cola del
desarrollo global para el próximo año 2022 e incluso hasta 2025, se ocupó de
publicitar desplantes ideológicos y no de concretar políticas que inserten al
continente en el desarrollo global.
En resumen, lo que no
podrá evitar AMLO, quien pasó de autocalificarse como neutral a nuevo socio de
este grupo de gobernantes impresentables, es la doble corona de tirano y
aniquilador de un país enrostrada al gobernante venezolano, que le significa un
récord abominable solo comparable a las dictaduras tribales del África y en el
continente a las de Cuba y Nicaragua.
22-09-21
https://www.elnacional.com/opinion/dos-calificativos-lapidarios-dictador-y-destructor-de-un-pais/
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