Por Simón García
En el 2006, después de
una abstención de la oposición que entregó todo el Congreso al gobierno, se
produjo la primera rectificación de la línea del derrocamiento como sea a
Chávez. Los mismos que tuvieron éxito en subirlo al poder como el mesías de la
anti-política, no pudieron bajarlo mediante un golpe de Estado.
El golpe es la
anulación de la política. El carmonazo expresó la ruptura de los grandes
sectores económicos con Chávez y el abandono de la vía democrática por parte de
los partidos. Su revés alentó una alteración en la estrategia chavista. La
tentación del modelo cubano comenzó a tener defensores y el 2005 les comprobó
que podían colocar fuera del parlamento a la oposición. Sólo tenían que
empujarla al vacío de la abstención.
El 2015 no se salió del
vació porque no hubo verdadera rectificación. El triunfo se tomó como aval para
reincidir en la línea del golpe y la violencia. Su resultado ha sido que la
mayoría de la población se ha apartado de esta conducta y ha dejado de confiar
en los políticos y en los partidos. Se podría añadir que tradicionales, aunque
no existan aun los alternativos y las señales de renovación en las agrupaciones
opositoras cero coma, sean débiles.
En buena parte de estos
últimos años hemos vivido bajo un dominio militar envuelto en formas civiles.
No es una dictadura a la vieja usanza ni un totalitarismo al estilo soviético.
Tampoco un simple reflejo del comunismo a la cubana. Su especificidad no se
despacha afirmando que es una narco mafia.
La ausencia de consenso
sobre el tipo de poder autoritario que tenemos y sus modos peculiares de
imbricación con el tejido económico y social es uno de los elementos que han
contribuido a las vueltas en círculo de la oposición y al espejismo de
suponerse centro de algo cuando la mayoría la percibe como la prolongación de
un vacío político, social y de valores.
Apenas saliendo de su
asfixia abstencionista insurreccional, inventa otra manera de regalarle
posiciones al régimen: donde haya un opositor de la fracción A con posibilidades
de ganar, la fracción B lanza un candidato para restarle oportunidad. Las dos
oposiciones asumen el visaje de perdedores.
El objetivo del 21 de
noviembre no es ganarle gobernaciones y Alcaldías a Maduro, sino demostrar cual
fracción opositora es más fuerte. El cisma entre las sub cúpulas de la
Plataforma y la Alianza le impone la división al electorado. Ambas rechazan la
inclusión de dirigentes sociales como candidatos y justifican reparto cerrado
de posiciones porque quieren ganar el segundo lugar.
A nombre de la defensa
de la democracia, las cúpulas opositoras escogen autoritariamente candidatos
según criterios de disciplina, lealtad partidista, desconocimiento del otro e
indiferencia ante la justificación social y programática de las candidaturas.
Se reducen a capturar al elector que vota según lo que diga el partido.
Pero en las bases del
bloque opositor, como ocurre en el chavismo con sus descontentos y disidentes,
comienzan a trabajar las dudas y las preguntas. Se está irrespetando al elector,
cuando en las elecciones más asociadas con la vida cotidiana se impone la lucha
entre la oposición.
La pregunta está
pendiente: ¿Qué harán los ciudadanos para votar y elegir bien?
Simón García es analista
político. Cofundador del MAS.
19-09-21
https://talcualdigital.com/desde-el-vacio-hacia-ninguna-parte-por-simon-garcia/
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