Pedro Luis Echeverria 23 de septiembre de 2021
Nicolás
Maduro, trata de recomponer su decadente e inexistente liderazgo. Así lo ha
hecho y lo seguirá haciendo porque carece de un perfil propio que lo
identifique con el país y su gente. Siempre se le ha visto y percibido como un
advenedizo que llegó hasta donde está por el póstumo capricho del que se fue.
Esa es su angustia y su tragedia y eso explica la militarización del régimen y
su infamante entrega a los mandos militares que gobiernan con él.
Tal
situación, nos exige a todos los ciudadanos reflexionar seriamente sobre los
alcances y consecuencias del significado que ella tiene para el futuro de la
Nación y sobre la perspectiva inmediata de un gobierno que carece de viabilidad
y voluntad política de actuar para evitar la secuela de circunstancias
negativas que asolan a todos los ciudadanos sin distingos de ninguna
naturaleza. No olvidar que la impune corrupción que ha saqueado al país, la
escasez, desempleo, inflación e inseguridad afecta, por igual, a los seguidores
del gobierno y a los que disentimos de su forma de gobernar.
La
indiferencia frente al estado de cosas que vivimos no excluye a nadie de las
consecuencias del resultado; el indiferente se verá involucrado aun cuando no
lo quiera y por tal razón no debería nadie aceptar pasivamente que sean otros
los que resuelvan sobre las situaciones actuales y futuras en las que
indefectiblemente todos estamos envueltos.
Debemos
internalizar que el país discurre en un clima de extrema incertidumbre. Los
recientes acontecimientos y su imprevisible desenlace nos obligan a situarnos
mentalmente mejor para prepararnos a enfrentar las eventuales acciones que
podrían derivarse de la desesperación y angustia que actualmente atenazan a las
facciones chavistas y a su espurio liderazgo. Actitudes indiferentes de nuestra
parte, podrían cerrar las posibilidades al necesario proceso de recambio que
requiere y reclama el país. Ya basta de permitir que los menos capacitados y
los más corruptos conduzcan, intencionalmente equivocados, la nave del Estado e
impidan el acceso al poder de nuevas generaciones de venezolanos llamados a modernizar
las caducas visiones de los que han gobernado durante tanto tiempo.
Ser
indiferente no resuelve los seculares problemas que nos afectan, por el
contrario, garantiza que el país siempre tendrá lo peor de “más de lo mismo”
como lo demuestran fehacientemente los continuos fracasos del gobierno actual
durante el tiempo que ha gobernado con la anuencia pasiva de nuestra parte. Hay
cosas básicas que debemos realizar para nuestro beneficio como ciudadanos y
para deslastrarnos de un liderazgo ladrón, mediocre y decadente y para eso se
impone la necesidad de tomar decisiones. Ese momento ha llegado. Tengamos
presente que de cada uno de nosotros dependerá la suerte de la República y la
de nuestro entorno familiar.
Es
evidente que actualmente el gobierno tiene las bazas a su favor, pero
paulatinamente los inexplicables y costosos errores de su gestión lo han
llevado al ocaso de su tiempo histórico que podría ser acelerado, siempre que
la participación y la voluntad opositora por un cambio aumenten sensiblemente;
de otro modo, aun cuando los errores sistemáticos del gobierno sigan presentes
y deterioren aún más al país, no debemos permitir que sea solo la inercia de su
deterioro, el catalizador de su final.
Lo que
vivimos es un problema de todos, que todos debemos resolver. Tenemos ante
nosotros, en caso que fracasen por insuficiencia de apoyo político y/o por
negligencia opositora todas las iniciativas tendentes a encontrar una salida a
la situación planteada, el inminente peligro de dirimir nuestras diferencias
con el régimen mediante una confrontación fratricida o, en su defecto, que el
continuo deterioro del país, por omisión de parte nuestra, lo desgaste y lo
convierta en una entelequia, un remedo de sociedad, un frustrante recuerdo de
lo que pudimos haber sido y, con ello, se imponga definitivamente la visión
gubernamental que nos quiere así.
La
vigencia de las agendas personales, la irresponsabilidad política, las
mesiánicas visiones de ser los porta estandarte de la cabal interpretación de
la historia y la comodidad de los que no se quieren involucrar, son las
actitudes que indefectiblemente nos podrían conducir a situaciones que ninguno
de nosotros, en su sano juicio, podría querer que se dieran en nuestro país.
Hay
que focalizar la crítica al gobierno en desenmascarar y denunciar a los
ladrones y corruptos del régimen. La sociedad venezolana no puede continuar
siendo simple espectadora del sistemático saqueo con que los validos del
régimen impunemente han colocado a la nación al borde de la bancarrota.
La inmensa
cantidad de dinero mal habido que ahora está depositada en cientos de diversas
cuentas bancarias en USA, Andorra, Suiza, Luxemburgo, entre otros países, a
nombre de los funcionarios corruptos y sus testaferros es de tal magnitud que
sobrepasa con creces lo acumulado por las mafias que tradicionalmente han
operado bajo diversas formas del crimen organizado.
Tales
circunstancias no nos permiten ser indiferentes y más aún cuando fácilmente se
constata que la inmensa cantidad de recursos birlados por estos desalmados, de
haber sido utilizada adecuada y honestamente habría permitido al país resolver
las carencias conocidas en los sectores de salud y educación.
Fortalezcamos
nuestras potencialidades y voluntades para auspiciar el cambio del régimen
político que nos desgobierna y para el avance y consolidación de una democracia
no excluyente y honesta como la forma de gobernar a nuestra sociedad.
Incorporemos de forma proactiva y organizada nuestras actitudes y capacidades a
la formidable y enaltecedora tarea de cerrarle el paso definitivamente a los
que transitoriamente detentan el poder y que han saqueado al país en forma
inmisericorde e impune.
Pedro
Luis Echeverria
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