Félix Arellano 14 de septiembre de 2021
Las
expectativas que generaron los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre
del 2001 en los Estados Unidos, con relación a la posibilidad de avanzar en el
fortalecimiento de la gobernabilidad internacional, lo que algunos definen como
el orden liberal internacional 2.0, se han desvanecido, entre otras, por el incremento
de las debilidades y contradicciones del liderazgo americano, la desconfianza
en los valores occidentales y, paralelamente, el progresivo ascenso de la
geopolítica del autoritarismo; tendencias que se han consolidado con los
recientes acontecimientos en Afganistán.
El
orden liberal internacional (OLI) que privilegia las libertades y la
institucionalidad democrática, ha sido promovido fundamentalmente por los
Estados Unidos desde finales de la segunda guerra mundial, básicamente con la
suscripción de la Carta de San Francisco (1945), que permitió la conformación
del sistema de las Naciones Unidas y los acuerdos de Bretton Woods, que
establecieron las bases de la gobernabilidad económica internacional y la
conformación del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, bajo el
liderazgo de los Estados Unidos.
Pero
debemos destacar que en materia de política exterior en los Estados Unidos ha
prevalecido el debate entre dos visiones que se presentan excluyentes y con
significativas repercusiones a escala mundial. Por una parte, los
internacionalistas que asignan fundamental importancia al protagonismo del país
en la construcción del orden internacional, coherente con los valores de la
libertad y, por la otra, una visión más aislacionista, que privilegia la
consolidación de las libertades a nivel nacional, buscando definir al país como
la referencia de la libertad en el mundo, pero sin asumir los compromisos y
costos que implica la construcción de la gobernabilidad internacional.
Desde
la perspectiva del internacionalismo se promueve la creación del sistema de
Naciones Unidas, pero la corriente aislacionista, apoyada en una rígida visión
de la soberanía, presiona para que la arquitectura institucional internacional
tenga un papel limitado, con poca o ninguna capacidad de control o intervención
en los países, particularmente en los Estados Unidos, lo que justifican bajo la
ambigua tesis de su excepcionalidad.
La
corriente aislacionista cuenta con amplio respaldo a nivel mundial lo que, en
gran medida, ha determinado la conformación un orden liberal internacional
limitado, donde la soberanía nacional constituye el epicentro y las
instituciones internacionales, en particular las normativas, son laxas y están
sujetas a la voluntad de las partes, tal dinámica ha sido definida en términos
académicos como el orden liberal internacional 1.0.
Luego,
en la medida que la dinámica internacional se globalizaba y las relaciones
internacionales se tornan más heterogéneas, por el número de temas y actores
involucrados; pero también más interdependientes, y se van diluyendo las
diferencias entre lo interno y lo externo; se presenta la necesidad de avanzar
en la construcción de la gobernabilidad de la globalización, que genere
confianza, estabilidad, certidumbre e incluso equidad.
Tales
circunstancias van estimulando la atmosfera para la formulación de un orden liberal
internacional más ambicioso y eficiente, con normas vinculantes y la
posibilidad de establecer mecanismos de control e incluso sanciones; lo que se
ha definido en la literatura como el orden liberal internacional 2.0.
Esa
nueva dinámica del OLI 2.0, va evolucionando lentamente, enfrentando desafíos y
contradicciones; en particular, la resistencia de las visiones que resguardan a
la soberanía como un valor supremo y, en ese contexto, los gobierno populistas
y autoritarios ocupan un lugar privilegiado.
Los
avances en la conformación del OLI 2.0 son limitados pero importantes, entre
otros, destaca la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC), luego
de las largas y complejas negociaciones en la llamada Ronda del Uruguay (1986),
en el marco del viejo GATT, que culminan con la firma de los Acuerdos de
Marrakech (1994). La OMC representa un importante esfuerzo para avanzar en la
conformación de la gobernabilidad económica internacional, con normas
vinculantes y un mecanismo eficiente de solución de diferencias.
Por
otra parte, la creación de la Corte Penal Internacional, con sus limitaciones y
la ausencia de las grandes potencias, representa uno de los avances
significativos del OLI 2.0, Negociado por Estados, pero dirige su acción
directamente a los individuos, a los funcionarios gubernamentales responsables
de cometer los delitos que se incluyeron en el Estatuto de Roma, superando la
rígida visión de la soberanía. En este contexto, la tesis de la responsabilidad
de proteger (R2P), en un lento proceso de desarrollo, constituye otro proyecto
interesante en la perspectiva del OLI 2.0.
Con
los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre del 2001 en los Estados
Unidos, que representan una clara evidencia de la llamada teoría del cisne
negro (Nassim Taleb), entre sus profundas consecuencias, se percibía una
atmosfera internacional favorable para avanzar en la regulación internacional
más eficiente de diversos temas de la compleja agenda internacional.
Pero
las expectativas pronto se enfrentaron, tanto con la estructural divergencia
entre las dos tendencias que subyacen en la construcción de la política
exterior de los Estados Unidos; escenario en el cual el aislacionismo desde la
administración de Donald Trump ha ganado un creciente respaldo; como con un
conjunto de factores adicionales que desafían la posibilidad de conformar una
gobernabilidad internacional más sólida y eficiente, en la orientación del OLI
2.0.
Entre
los factores adversos al desarrollo del OLI 2.0, cabe destacar el progresivo
ascenso de actores revisionistas que cuestionan el protagonismo y liderazgo de
los Estados Unidos en la formación y sostenimiento del orden liberal
internacional; posición que se expande bajo la narrativa antisistema. Pero
también rechazan los límites y controles que pueden generar las instituciones
internacionales del OLI 2.0, contra las arbitrariedades de los gobiernos
autoritarios, en particular en materia de los derechos humanos.
Los
actores revisionistas se amparan en la tradicional concepción de la soberanía absoluta
y lo máximo que toleran son instituciones internacionales sujetas a la voluntad
de los Estados, un OLI 1.0 limitado. Con el tiempo, China se ha transformado en
un actor crítico y revisionista del orden liberal, una potencia que busca
desplazar el liderazgo de los Estados Unidos y definir nuevas reglas en la
dinámica mundial.
Por
otra parte, una simplificadora vinculación del orden liberal internacional con
el liberalismo económico que tiende a fundamentar la globalización, también ha
contribuido al fortalecimiento de las corrientes cuestionadoras del OLI 2.0.
Tales posturas asumen que el orden liberal representa un factor determinante de
las crisis sociales, desconociendo que, por el contrario, las instituciones del
orden liberal ofrecen las oportunidades para la construcción de normativas e
incentivos que contribuyan a la defensa de los derechos de los más vulnerables.
Conviene
resaltar que el orden liberal internacional constituye la construcción de
gobernabilidad internacional privilegiando las libertades, entre ellas la del
mercado, pero enfatizando en la importancia de la institucionalidad democrática
y los derechos humanos; lo que abre un amplio espectro de posibilidades para
los sectores más vulnerables en las sociedades nacionales, situación que
trasciende la dinámica exclusivamente económica.
Para
los gobiernos autoritarios, tendencia en crecimiento, la existencia de
instituciones internacionales del OLI 2.0 sólidas y eficientes, que puedan
asumir un papel de alerta, control y presión en beneficio de la población que
enfrenta la violación sistemática de sus derechos fundamentales, representa una
seria amenaza para sus intereses, en particular para el objetivo de perpetuarse
en el poder sin límites ni controles.
Otro
factor limitante del OLI 2.0 tiene que ver las paradójicas disfuncionalidades
de la globalización. Las disfuncionalidades que se traducen en las múltiples
crisis que emanan de la dinámica global, entre otras las crisis financieras,
ecológicas o sanitarias como la que estamos enfrentando con la pandemia del
covid-19, se asocian al mundo abierto y liberal, en consecuencia, una reacción
natural es su rechazo; empero, se olvida que es precisamente en el ámbito
global y cooperativo del OLI 2.0 que se pueden construir las soluciones eficientes
y sustentables para tales disfuncionalidades.
Tampoco
podemos desconocer que las debilidades en el funcionamiento de las
instituciones internacionales, su burocratismo, ineficiencias, alto costos;
contribuyen a fortalecer la atmosfera cuestionadora del orden liberal
internacional.
Es
evidente que el orden liberal internacional se ha debilitado y enfrenta serias
amenazas, pero no ha muerto y la dinámica de la interdependencia compleja exige
de instituciones que generen confianza, certidumbre y estabilidad; en
consecuencia, se requiere trabajar en su consolidación. La pandemia del
covid-19 ha demostrado una vez más que los graves desafíos que enfrenta la
humanidad son globales y las soluciones trascienden las capacidades de acción
individual de los Estados.
Félix
Arellano
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico