San Josemaría 18 de septiembre de 2021
@sJosemaria
Te ha
costado mucho ir apartando y olvidando las preocupacioncillas tuyas, tus
ilusiones personales: pobres y pocas, pero arraigadas. –A cambio, ahora estás
bien seguro de que tu ilusión y tu ocupación son tus hermanos, y sólo ellos,
porque en el prójimo has aprendido a descubrir a Jesucristo. (Surco, 765)
Si no
queremos malgastar el tiempo inútilmente –tampoco con las falsas excusas de las
dificultades exteriores del ambiente, que nunca han faltado desde los inicios
del cristianismo–, hemos de tener muy presente que Jesucristo ha vinculado, de
manera ordinaria, a la vida interior la eficacia de nuestra acción para
arrastrar a los que nos rodean. Cristo ha puesto como condición, para el
influjo de la actividad apostólica, la santidad; me corrijo, el esfuerzo de
nuestra fidelidad, porque santos en la tierra no lo seremos nunca. Parece
increíble, pero Dios y los hombres necesitan, de nuestra parte, una fidelidad
sin paliativos, sin eufemismos, que llegue hasta sus últimas consecuencias, sin
medianías ni componendas, en plenitud de vocación cristiana asumida y practicada
con esmero.
Quizá
alguno de vosotros piense que me estoy refiriendo exclusivamente a un sector de
personas selectas. No os engañéis tan fácilmente, movidos por la cobardía o por
la comodidad. Sentid, en cambio, la urgencia divina de ser cada uno otro
Cristo, ipse Christus, el mismo Cristo; en pocas palabras, la
urgencia de que nuestra conducta discurra coherente con las normas de la fe,
pues no es la nuestra –ésa que hemos de pretender– una santidad de segunda
categoría, que no existe. (Amigos de Dios, 6)
Tomado de: https://opusdei.org/es-ve/dailytext/ser-cada-uno-otro-cristo/
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