Ángel R. Lombardi Boscán 24 de septiembre de 2021
@LOMBARDIBOSCAN
Lo que
hizo Maquiavelo con los políticos de su época, una atenta observación a los
hombres de poder, lo hizo Erasmo de Rotterdam (1466-1536) en su famoso tratado
sobre la mundanidad.
Su
metodología fue una hermenéutica al aire libre sin los condicionamientos del
poder regio o el papal. Su obra de libre pensador es básicamente un tratado
sobre el mundo de las convenciones y los status sociales en que nadie se salva.
Su dictamen sobre Adán y Eva es pesimista aunque se sirve del juego de una
ironía fina para bromear en torno a las peripecias de los hombres bajo el
absurdo de un sinsentido vital de grandezas precarias.
La
locura es dueña de la humanidad. Y es lo más auténtico que existe entre las
personas que lo disimulan sin poder escapar de sus garras. El epicentro de la
existencia es la búsqueda del placer aunque el dolor sea lo real, razón por la
cual la verdad no es popular y hacemos de la alegría la utopía soñada.
Los
partidarios del siglo de la razón (XVIII) están en conflicto con Erasmo. Ya que
las pasiones, la forma más intensa de locura, son más poderosas que la
sobriedad de los ecuánimes. «El mayor encanto de la mujer es su locura». Ya en
esto los griegos con Platón y Aristóteles habían discurrido. Hoy, hemos avanzado
a pesar de Erasmo y su actualidad.
«La
mejor parte de la vida se la llevan los que tienen poco seso, pues que así lo
ha querido la Naturaleza. ¿Acaso puede llamarse vida al subsistir tristemente?
Es la tristeza la que realmente proporciona las desgracias a que se ven afectos
los mortales y, desde luego, acompaña a éstas como la sombra al cuerpo. El
hastío es el hermano de la tristeza, y es necesario arrojar a ambos lejos de
nosotros para que no nos priven del disfrute de la existencia».
La
amistad, eje de la vida social, es un tratado de las hipocresías solemnes. Si
manifestáramos a nuestros conocidos lo que realmente pensamos de ellos no
existiría la amistad. Razón por la cual intercambiamos virtudes y vicios desde
una teatralidad galante y diplomática.
El
matrimonio es la suma máxima de la locura entre «amigos de toda la vida». Y sin
el concurso de la adulación, la burla, la cortesía, el engaño y el disimulo la
mayoría de las parejas no se soportarían. Un pacto complicado.
Aunque
el trofeo mayor y esquivo para la inmensa mayoría es la de desconocer los
beneficios del amor propio, de una autoestima como religión de Atlas y Titanes.
Dice Erasmo que la “primera condición de la felicidad es la de hallarse
contento de ser lo que se es”, la filaucía como egoísmo sano. Sólo que no
reparamos en nosotros mismos y nuestra sustancia es la de los seres invisibles
que desprecia lo propio y vive pendiente de lo ajeno como modelo del éxito. La
envidia destaca al definirse como tristeza propia por el bienestar de los demás.
Ángel
R. Lombardi Boscán
@LOMBARDIBOSCAN
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