José Carlos Cueto 24 de septiembre de 2021
@josecarloscueto
En la
Venezuela de la escasez, el adolescente Andrés López desafía la precariedad con
ingenio.
Tiene
solo 14 años, pero maña de sobra. Con sus manos ensambla chanclas,
'cholas', como se les llama en Venezuela, valiéndose de materiales desechados.
Para
la suela utiliza caucho de neumáticos. Primero descuartiza, luego moldea. Cose
con agujas extraídas de tacones de mujer. Es un trabajo minucioso.
"Había
gente aquí, en Ciudad Bolívar, que ya las hacía. Pero les quedaban
torcidas. A mí me quedan derechas", dice, con satisfacción, a
BBC Mundo.
Ciudad
Bolívar es la capital del estado de Bolívar, localizado al sureste de
Venezuela. Como casi todo el país, la ciudad sufre los estragos de la
hiperinflación, la falta de acceso a dólares, moneda que de facto permite
sobrevivir, y el elevado precio de productos básicos.
Fue en
este contexto donde López, producto de la casualidad, la necesidad y sobre todo
el talento, inventó un negocio para ayudar a su familia a
sortear las dificultades cotidianas de la nación sudamericana.
Extravío
convertido en negocio
Todo
comenzó por un descuido.
Andrés
López perdió sus chanclas y no había dinero para comprar unas nuevas.
Vive
con su madre, su hermano de 17 años y su abuelo. La madre se llama Carla
Cabrera y no puede trabajar porque sufre anemia severa y debe quedarse en casa.
"Entonces
cogí un poco de caucho para hacerme unas para mí mismo. Quedaron bien y pensé
en que las podía vender", cuenta el adolescente.
"A
raíz de mi enfermedad, el niño se animó a vender cholas", dice
su madre.
La
decisión vino provocada por las dificultades familiares para conseguir dólares
en efectivo y comprar comida.
La
creatividad y habilidad artesanal las heredó Andrés de su abuelo, un
carpintero español que conservaba su taller al lado de la casa.
Abuelo
y nieto pasaban varias horas juntos y Andrés aprendió así a usar sus manos.
El
niño solía buscar el caucho desechado por ahí, cerca del barrio, pero
últimamente escasea y ahora debe comprarlo o cambiarlo por algunas de las
cholas.
"La
suela y el hilo las saco del caucho. Las agujas, de la parte trasera del tacón
de las mujeres. La agarro, la pulo y le hago una punta", describe.
La
falta de dólares y el escaso valor del devaluado bolívar es tal en Venezuela
que, al comienzo, a veces no recibía dinero por las chanclas. Debía
hacer trueques.
"Las
cambiaba por harina u otro alimento, aunque yo le insistía en que siempre
tratara de venderlas para que también pudiera comprarse algo para él",
cuenta Cabrera.
La
familia jamás imaginó que la venta de cholas se convertiría en su principal
fuente de ingresos y hasta en fenómeno viral en las redes.
Sustento
"Ahora
mismo hago cholas por encargo. La gente me da su talla y el color que prefieren
y entonces las hago. Elaboro un par al día y las vendo por cinco o seis
dólares", cuenta el adolescente.
La venta
arrancó despacio.
Cabrera
reconoce que los primeros ejemplares de su hijo no quedaban tan bien: "La
técnica la ha ido perfeccionando poco a poco".
Por
eso agradece la confianza e implicación del barrio, que desde el comienzo le
confiaba encargos al adolescente para ayudar a despegar el negocio.
"Ahora
es curioso, porque nos sentamos fuera de casa y casi todos los que pasan llevan
las cholas de Andrés", dice su madre.
"En
el barrio hay gente alérgica y con hongos en los pies. No les pasa con las que
yo hago. Además, son antideslizantes", cuenta el chico sobre su producto.
Madre
e hijo consideran que el negocio tiene éxito, aunque en esta Venezuela el éxito
es relativo.
Las
ganancias se van fundamentalmente en comida, cara de conseguir y los pocos
dólares en efectivo disponibles.
Por
eso, para ellos es muy importante la repercusión en redes sociales, aupadas en
par de ocasiones gracias a la implicación de famosos e influencers.
También
caridad
Andrés
López también pone su ingenio al servicio de obras caritativas.
Tanto
él como su madre siguen de cerca la labor de la doctora venezolana María
Torrealba en Instagram, donde hace pública su trabajo como pediatra.
En su
cuenta comparte las dificultades de familias venezolanas para obtener
medicamentos para sus niños. De ahí que organice campañas buscando apoyo para
ellos.
A
Andrés y su madre se les ocurrió escribir a la doctora y ofrecerle
algunos pares de cholas para donarlas a niños que las necesitaran.
Se
sorprendieron cuando Torrealba hizo público el ofrecimiento en su perfil. Un
impulso más para el oficio del adolescente.
"Enseguida
muchas personas de fuera escribieron para encargar pedidos y ayudar. Una ex
Miss Venezuela, Daniela De Giacomo, pagó 30 pares de cholas que entregamos a la
doctora Torrealba el día del niño para entregarlas entre la comunidad",
cuenta la madre de Andrés.
Hace
poco, la familia donó por el barrio otros 15 pares de cholas.
La
persona que las encargó y compró le dijo a Andrés que las entregara a quien
quisiera. Las distribuyó entre niños y personas mayores de la comunidad que lo
necesitaban.
Planes
de futuro
A
Carla Cabrera le preocupa que su niño tome la responsabilidad de la casa.
Sin
embargo, Andrés asegura que en el futuro quiere
montar una empresa, recuperar su taller y conseguir mejores
herramientas.
El
local cerca de casa, donde su abuelo hacía la carpintería, sufrió un accidente
y se quedó sin techo. Un incendio alcanzó unas bombonas de gas y reventó, por
lo que quedó prácticamente destruido.
Mientras,
la cuenta de Instagram de Andrés suma casi 11.000 seguidores y el negocio se ha
expandido más allá de Bolívar, vendiendo en Caracas, Valencia y
otras zonas del país.
Tomado
de: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-58651963
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