Orlando Viera-Blanco 29 de septiembre de 2021
@ovierablanco
“El
gran enemigo contemporáneo de la democracia liberal, definida como respetuosa
de la ley, el estado de derecho, el ejercicio de la pluralidad… Ha sido el
populismo redentor aderezado de electoralismo mesiánico”.
La democracia liberal moderna que se ha venido extendiendo como referente [no consolidado] de las luchas políticas de las olas democratizadoras [Asia, África, Latinoamérica]. La doctrina reconoce dos modelos tradiciones de democracia liberal: i.-El liberalismo republicano de los fundadores del sistema representativo, por encima a la democracia participativa como establece Madison, “por contener las amenazas de la mayoría, separar la ciudadanía de la política y seleccionar a las elites más capaces de gobernar en forma democrática y justa”, donde dichas élites mediante elecciones periódicas y un sistema de contrapesos hacen que “la ambición controle la ambición”; ii)El liberalismo elitista y pluralista que ve la democracia como un sistema de competencia pacífica que según Hamilton “por el poder diferentes élites, grupos y partidos luchan por obtener el voto ciudadano, como método político para tomar decisiones legítimas”.
El
gran enemigo contemporáneo de la democracia liberal, definida como respetuosa
de la ley, el estado de derecho, el ejercicio de la pluralidad y la tolerancia,
para pensar, educarse, transitar, elegir, emprender, asociarse o ser juzgado
debida, libre, y responsablemente, ha sido el populismo redentor aderezado de
electoralismo mesiánico, astuto y autoritario.
Despertar
o morir…
Los
padres fundadores de la democracia representativa, James Madison y Alexander
Hamilton, han alimentado una tradición liberal republicana, mientras en los
trabajos de Wilfredo Pareto (1848–1923), Gaetano Mosca (1858–1941), Robert
Micheles (1875–1923), Max Weber (1864–1929) y Joseph Schumpeter (1883–1946)
corresponden a un enfoque de una democracia representativa liberal de élites
partidistas y movimientos sociales, que compiten por el poder. El primer modelo
de democracia liberal es el sistema representativo de Estados Unidos, “quienes
conciben la democracia liberal representativa como el mejor sistema para evitar
la tiranía de la mayoría”.
La
democracia representativa no fue diseñada para que la ciudadanía gobernara ni
como una forma indirecta de gobierno del pueblo, por el contrario, fue creada
para separar a la ciudadanía de las decisiones públicas y evitar su incidencia
en las cuestiones de estado. A contravía una narrativa seductora, redentora, promotora
de la bondad colectiva y de una suerte de fe religiosa en un gran mesías del
reparto, patriotismo, socialismo e inclusión, minó aquella oferta de poder
concebida como aristócrata y excluyente.
Latinoamérica
ha sido penetrada por el método del poder absoluto y totalitario concebido por
el foro de São Paulo, donde el desprestigio de la representación de la voluntad
popular” fabricado por la narrativa de “bondad colectivista” ha venido
socavando la democracia liberal-tanto censitaria como partidista-dando paso
peligroso por artificioso a la justificación de estado centralizador,
planificador, interventor y gendarme.
Inspirado
en Gramsci y su tesis de la cooptación de todos los sectores culturales del de
la nación [revolución cultural del libro rojo de Mao], esto es, el
adoctrinamiento, desmantelamiento de la fe, las instituciones, la academia, las
fuerzas del orden, la justicia, la ley [en un prístino sentido reformista y
ciudadano] y la identidad, el método revolucionario chino, ruso y cubano,
introdujo no sólo la lucha de clases, el poder proletario o el estado central y
planificador, sino además el sensible desplazamiento de la vida, la libertad,
la pluralidad y la propiedad, por ser esas virtudes inalienables del ser
humano, una amenaza “al ideal revolucionario, nacionalista, masivo, popular y
partidista”
Discontinuidad
antropológica de la virtud.
¿Porque
Latinoamérica, Asia Central y África han sido seducidas por este método
ocupacional, nihilista y redentor? Entre otras cosas porque la democracia
liberal no ha logrado preservar la confianza en el factor fundamental de
representación, que no es solo rendir cuenta de los actos de poder, sino hacer
percibir en los ciudadanos que la democracia les representa, les benefician y
en efecto, la libertad que enarbola les resulta por inclusiva, funcional,
apreciable y realizable.
Cuando
existía una elite virtuosa preocupada por los intereses públicos de la nación,
los individuos no resultaban egoístas, sectarios, privilegiados sino personas
con capacidad de actuar y resolver en función del bien público. Pero cuando se
apartaron de esa virtuosidad, el discurso separatista, disfuncional, caótico,
tremendista, revanchista y guerrerista, fundamentalmente anti-ciudadano y
contracultural, hizo estragos. Félix Ovejero lo llama la tesis de la
“discontinuidad antropológica de la virtud” donde a “los traidores” del bien público,
hay que castigarlos, defenestrarlos, liquidarlos, freír sus cabezas en aceite…
Esta
narrativa populista, violenta, maniquea y clientelar, cabalga por las venas
rotas de América latina. Lamentablemente aún no ha se ha podido reconstruir y
relanzar el tejido virtuoso y noble de la democracia liberal, por carecer de un
frente unitario organizado, articulado, coordinado e ilustrado que exhiba la
urgencia de rescatar los conceptos clásicos que fundamentan el liberalismo
moderno como los son la familia, la pluralidad, la cultura, la diversidad y la
tolerancia.
El
Foro de Sao Paulo sigue su avance sin moros en la costa…Pero estamos a tiempos
de despertar y relanzar al decir Siéyes, la elección de los hombres virtuosos
de la cosa pública, como base de la representación liberal, con un sistema de
pesos y contrapesos reales, que contenga las ambiciones de los tiranos. Y como
agrega Dahl solo mediante el consenso [prerrequisito de la democracia liberal]
garantizaremos la estabilidad democrática…
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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