Ismael Pérez Vigil 08 de enero de 2022
En mi artículo de cierre del año 2021 (Cerrando 2021, https://bit.ly/3GUNgn4) planteé un par de temas con los que se abriría el año 2022, nada más comenzar éste. El primero, la repetición −o nueva elección− de gobernador en el Estado Barinas, que para el momento en que esté circulando esta nota, se habrá votado y se estarán conociendo los resultados. Contra el pronóstico de algunos y gracias a los buenos oficios de otros, la oposición logró −a pesar de las trampas del gobierno y sus acólitos del TSJ, Contraloría General de la República, CNE y su “oposición ad hoc” − presentar un candidato con amplio respaldo de varios grupos y partidos opositores, que esperamos −y a eso apuntan las cifras de las encuestas y la movilización observada− que salga victorioso. Pase lo que pase, pues no se descartan nuevas trampas y triquiñuelas, ya fue un triunfo obligar al régimen a realizar la burda maniobra de desconocer los resultados del 21N, inhabilitar candidatos opositores y realizar una nueva elección. La más amplia alianza lograda por la oposición, no solo le debe asegurar el triunfo, sino que además es un buen ejemplo del alcance que puede tener la unidad política para enfrentar al régimen, aparte de que nos mostró −con la candidatura “alacrana” de Claudio Fermín− quienes son y quienes no, los opositores a este régimen de oprobio con los que se podrá contar.
El
otro tema que asomó los primeros días del año, del cual mencione algo en
“Cerrando 2021”, es el relativo al Estatuto de Transición, la prolongación de
la Presidencia de Juan Guaidó (JG) y otros colaterales, que ahora, conocidas
algunas decisiones podemos comentar más ampliamente. Lo primero es dejar
sentado que considero que este tema, más que un problema jurídico, es un problema
político, por lo tanto, no perderé tiempo en consideraciones jurídicas, a favor
o en contra, que han sido muy bien explicadas por competentes juristas,
expertos en la materia. Los aspectos políticos y de estrategia, son los que me
interesan.
Lo que
finalmente se aprobó, después de semanas de discusión y dos reuniones de la
Asamblea Nacional electa en el 2015 (AN2015), deja −desde el punto de vista
político− algunas incertidumbres y muchas decepciones e insatisfacciones: en la
práctica se eliminó el Gobierno Interino (GI), se defenestró a JG de la
presidencia, reduciendo sus poderes y dejándolo, ahora sí, más “figura
decorativa” que antes, como Presidente de la AN2015 −Asamblea que ya es una
total entelequia política−, encargado de la relación con los gobiernos que nos
reconocen, sin la mayoría de los embajadores, sin contar con ningún tipo de
funcionarios, consejo asesor, etc. y a cargo de la “defensa de los activos en
el exterior”, de lo cual tiene que rendir cuentas mensuales y sin contar con
recursos para eso, al menos teóricamente hablando. Hasta parece una trampa que
le hubieran tendido, en la cual cayó: hacerse responsable de algo para lo cual
no cuenta con recursos.
Todo
eso se produjo en medio de una crítica feroz, de sectores opositores radicales
y moderados, a la presidencia de JG y al GI; por las cosas realizadas y las que
se dejaron de realizar. Precisamente, una de las críticas que se le podría
hacer −y se ha hecho− a JG y al GI es que nunca fueron gobierno, ni intentaron
serlo; no fueron más allá de la repetición de un mantra –“delito” del que, por
cierto, todos somos cómplices− del que nunca definieron pasos, procesos, modos,
etc.; esa es una de las críticas que se les hace y pudiera ser válida. Digo
“pudiera” porque creo que para hacer eso, para constituirse en gobierno
paralelo, para crear un estado dentro de otro estado, se necesita cierta
fuerza, que nunca se tuvo.
La
demostración más patente −o patética− de esa falta de fuerza fueron: el
nombramiento del TSJ, por parte de la AN2015, cuyos miembros hoy están todos en
el exilio, dictando normas que nadie tiene forma ni fuerza para hacerlas
cumplir; otro ejemplo, el intento fallido de elegir un CNE por parte de la
AN2015, en el que no hubo muchos o calificados postulantes que se presentaran y
que ni siquiera pudieron formar quorum el día que supuestamente la AN2015 lo
iba a intentar designar. Y ni hablar de los intentos fallidos de: introducir
ayuda humanitaria desde Colombia, aquel levantamiento militar en La Carlota,
que ni siquiera logró concentrar una pequeña movilización civil de apoyo, o la
supuesta “invasión mercenaria” por Macuto. De manera que, ser “gobierno” es
algo más que deseos y un nombramiento por una muy legitima AN.
A
todas luces, lo acordado sobre el Estatuto de Transición, la presidencia
interina de JG y la continuación de un GI, parece una decisión “colegiada” de
la llamada Plataforma Unitaria, todavía capitaneada por un G4 muy disminuido.
Se llegó, pensando mal, a una componenda para repartirse y ajustar el poder;
pensando bien, fue un tímido intento de soplar los rescoldos de una unidad,
para que no se termine de apagar o de disolver. Me parece que la “solución” a
la que se llegó no es tal, es algo que satisface a los partidos, quizás no a
todos por igual, pero no resuelve nada y es un error descabezar a la oposición;
menos mal que algo dejaron.
Un
arreglo por arriba, nunca resuelve nada, menos los problemas de un país sumido
en una profunda crisis humanitaria y una oposición errante, sumida a su vez en
una fangosa crisis política. Que los partidos congregados en la AN2015 no
resolvieran los problemas del país, pase, pues no había forma que los
resolvieran sin lograr un cambio de gobierno; pero el problema grave es que no
dieron pistas de por dónde empezar a hacerlo; ni la decisión adoptada resolvió
los problemas de la profunda crisis en que está inmersa la conducción y
dirigencia opositora, apenas se echó un ligero cemento por encima, que se
disolverá con las primeras lluvias, de la profunda división opositora.
Lo
ocurrido deja en carne viva los problemas por los que transita el sector
opositor y que no termina de confrontar de manera seria:
– La
autocritica por los errores cometidos, que son muchos y no vale la pena
enumerarlos de nuevo
– La
patente crisis del liderazgo opositor, que a duras penas parece contar
únicamente con un Guaidó disminuido y ahora golpeado por sus propios
contertulios.
– La
necesidad de reestructuración de los partidos y de renovar la dirigencia
partidista, pendiente desde hace más de 30 años y que siempre se “pospone” para
enfrentar alguna “amenaza externa”: intentos de golpe de estado, la victoria
electoral de un candidato antisistema democrático, la implantación de un
régimen que desconoce derechos humanos elementales y que ha destruido al país,
los clamores de “unidad” para combatir el régimen de oprobio, etc. Siempre hay
una razón para posponer esa necesaria reforma y reestructuración interna.
Por
último, mencionaré solamente un tercer tema con el que arranca 2022, justamente
al día siguiente de las votaciones en Barinas, que es el del posible referendo
revocatorio del Presidente de la República. Como sabemos, el 10 de enero es la
mitad del periodo para el que fue electo por sus seguidores −un escaso, apurado
y no verificado 20% de los venezolanos− Nicolás Maduro. Éste es un tema
pendiente, que obviamente no se discutió ni se resolvió en las recientes
reuniones de la AN2015; tampoco ahora lo voy a desarrollar, apenas lo menciono
como evento político que será objeto de múltiples y airadas discusiones en las
próximas semanas.
Ismael
Pérez Vigil
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