Opus Dei 08 de enero de 2022
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Comentario
de la fiesta del Bautismo del Señor. “Él os bautizará con Espíritu Santo y
fuego”. Dios ha querido que seamos parte de su familia. Con nuestra Madre Santa
María pidamos ser conscientes de la maravilla del bautismo, que nos hace ser
hijos de Dios.
Evangelio
(Lc 3, 15-16. 21-22)
En
aquel tiempo, el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su
interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a
todos: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien
no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu
Santo y fuego”. Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también
Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el
Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino
una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco”.
Comentario
En la
vida de Jesús, vemos muchos momentos en que realiza acciones que,
aparentemente, no tienen una lógica humana ¿Por qué quiso Jesús encarnarse?
¿Por qué estuvo sujeto a María y José toda su vida? ¿Por qué oraba Jesús si Él
mismo era Dios? Y en el caso que nos atañe en el Evangelio de hoy ¿Por qué se
bautiza Jesús? Hasta Juan Bautista trató de disuadirlo “Yo soy el que necesita
ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” (Mt 3, 13) Indudablemente Jesús no
necesitaba hacer ninguna de estas acciones. Entonces ¿Por qué? El Papa
Francisco responde “Porque quiere estar con los pecadores: por eso se pone en
la fila con ellos y cumple su mismo gesto”. Jesús ha querido darnos ejemplo
“conviene cumplir con lo justo” (Mt 3, 13), quiere enseñarnos qué es lo mejor
para nosotros.
Es una
maravillosa realidad considerar que Jesús nos ha enseñado el camino que
nosotros debemos seguir. No lo hizo porque Él lo necesitara, lo hizo porque
nosotros lo necesitamos. Jesús ha querido venir a la tierra para que fuéramos
salvados y pudiésemos ser hijos de Dios. Su Bautismo está estrechamente ligado
con nuestro Bautismo. Jesús se hace cargo de aquello que necesitamos. Y
nosotros somos mendigos del amor de Dios, de nuestro Padre Dios. Esto es lo que
celebramos en el día de hoy.
Tú y
yo, añade el Papa Francisco también podemos imitar a Jesús, bajar y hacernos
cargo de las necesidades de los demás, “es también la forma en la que nosotros
podemos levantar a los otros: no juzgando, no insinuando qué hacer, sino
haciéndonos cercanos, compadeciendo, compartiendo el amor de Dios”. Estamos
llamados a imitar a Cristo, y un modo muy concreto es fijarnos en las
necesidades de los demás y no tanto en las nuestras. Salir de nosotros mismos,
mirar al necesitado, al que requiere nuestra atención, nuestro tiempo, nuestra
sonrisa, etc. Imitemos a Cristo levantando la mirada al prójimo. Este es el
camino de la verdadera felicidad porque hay más felicidad en dar que en
recibir.
Otra
de las gozosas enseñanzas del Evangelio está en que todos los bautizados somos
hijos de Dios. San Josemaría escribía “El Señor, al querernos como hijos, ha
hecho que vivamos en su casa, en medio de este mundo, que seamos de su familia,
que lo suyo sea nuestro y lo nuestro suyo, que tengamos esa familiaridad y
confianza con Él que nos hace pedir, como el niño pequeño, ¡la luna!” (Es Cristo que pasa, 64)
Meditar
sobre nuestra condición de hijos de Dios es una gozosa realidad. ¡Yo soy hijo
de Dios! Y esto nos enseña a mirar el mundo de otra manera. Cuando somos
conscientes de esta realidad, vemos en los demás a una persona que vale mucho.
No vemos si tiene una u otra cualidad, si tiene un color en la piel, si tiene
una determinada idea política, etc. Cuando nuestra identidad la configura el
hecho de que somos hijos de Dios, vemos que no hay “más que una raza: la raza
de los hijos de Dios. No hay más que un color: el color de los hijos de Dios. Y
no hay más que una lengua: ésa que habla al corazón y a la cabeza, sin ruido de
palabras, pero dándonos a conocer a Dios y haciendo que nos amemos los unos a
los otros” (Es Cristo que pasa, 106).
Hoy es
un gran día para meditar sobre el don recibido en el Bautismo. Lo más
importante en mi vida, lo que más me configura como persona es que soy hijo de
Dios. Pidamos a nuestra Madre Santa María que nos haga ser conscientes de la
maravilla de ser hijos de Dios.
Tomado
de: https://opusdei.org/es-ve/gospel/2022-01-09/
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