Páginas

martes, 11 de enero de 2022

CRÓNICA DEL ATROPELLO DOMINICANO

 Luego de tres años sin haber salido de Venezuela, el pasado 9 de diciembre volví a tomar un avión para reencontrarme con mi hija. Como las condiciones de nosotros, venezolanos, cambian aceleradamente y siempre hacia peor, en esta oportunidad el viaje era más complejo debido a las pocas rutas aéreas ahora existentes desde nuestro país.

Ir a España me exigió el tránsito por República Dominicana. Sin embargo, debido a que en el último momento pude modificar mi vuelo de retorno, gracias a la apertura de vuelos especiales directos a y desde Madrid, me libré de la obligación de sacar una visa dominicana ya que el vuelo de ida hacia España me exigía un tránsito de tan solo 5 horas en la isla caribeña. No imaginaba que ese corto tránsito se tornaría en horas de indignación y tristeza, al ser objeto del mayor atropello del cual, como venezolana, haya sido objeto.

Al arribar a Santo Domingo un oficial de inmigración preguntó quiénes estaban en tránsito y quienes no tenían visa, la cual no era requerida en tránsito menor a 7 horas. A aquellos que estábamos en esa condición se nos solicitó el pasaporte y se nos pidió ubicarnos en un espacio aparte en el área de inmigración. En virtud de que no nos daban explicación alguna, la solicité señalando que no tenían derecho a retener nuestros documentos de identidad venezolanos, obteniendo una rotunda respuesta de que regresara al sitio donde se me había exigido permanecer, que yo estaba en otro país y que debía atenerme a las normas de ese país, lo cual refuté respetuosamente apelando al Derecho Internacional.

A partir de ese momento, el grupo compuesto por unas 30 personas, estuvimos bajo la estricta custodia de cuatro funcionarios de inmigración con un chequeo constante, persona por persona, durante las 5 horas que duró nuestro tránsito, impidiéndonos libertad de acción para realizar el chequeo de nuestro vuelo en Iberia e ir a comer. 

Describiré cada etapa del proceso…

Retiro de maletas 

Para retirarlas maletas debíamos pasar de dos en dos, acompañados por un oficial de inmigración. Una vez con nuestra maleta en mano, nos regresaban al espacio en el que estábamos confinados hasta que todos los pasajeros venezolanos en tránsito hubiesen recuperado su equipaje. Finalizado el proceso, pasaron lista con cada uno de nuestros pasaportes verificando que todos estuviésemos ahí. Al finalizar el pase de revista nos indicaron que nos trasladarían al área de chequeo de los vuelos y que debíamos ir con los funcionarios ordenadamente en fila. 

Nuevamente pregunté por la entrega de nuestros pasaportes y al recibir por respuesta que los mismos seguirían retenidos, expresé por segunda vez mi malestar por ello.

  •  A usted como que le gusta mucho la tierra de Chávez que desea regresar allá, me dijo uno de los funcionarios. 
  •  Me está dando la impresión de que República Dominicana no está mejor que mi país, le respondí, añadiendo que yo no tenía ningún interés en permanecer en su país y que solo estaba en tránsito hacia España para lo cual no se me había requerido visa. 
Ante mi respuesta, el funcionario indignado me acusó de falta de respeto y me amenazó con montarme en el vuelo de regreso a mi país, momento en el que, indudablemente, sentí el temor de no poder reencontrarme con mi hija después de tres años sin haberla visto.

Sin embargo, fue más el reclamo de algunos venezolanos que me señalaron que “por mi culpa” los iban a retener más a todos, lo que me obligó a tomar un profundo respiro y tranquilizar mi indignación del momento, esperando tan solo llegar al chequeo en Iberia, pensando que ahí finalizaría el trato de delincuentes que estábamos recibiendo. Pero estaba equivocada. 

Chequeo en Iberia

Una vez en el área para el chequeo de vuelos en las líneas aéreas, hubo el segundo control de pasajeros. Antes de ingresar al espacio delimitado con correas para hacer la cola frente al mostrador de Iberia, un funcionario de inmigración fue llamando uno a uno mediante la lectura del pasaporte. El sentido común me decía que, al llamar al pasajero, le entregarían su pasaporte ya que ya estaba ingresando a la cola para hacer su chequeo. 

Pero no, el sentido común no existe en el Servicio de inmigración de República Dominicana, sólo el irrespeto absoluto a los derechos de los venezolanos. Al ingresar a la cola, un lote de pasaportes eran traspasados a otro funcionario que era el encargado de entregar uno a uno al empleado de Iberia, según fuera el turno de cada pasajero.

Llegado mi turno y habiendo el funcionario entregado mi pasaporte al empleado de Iberia, expresé a éste mi indignación por el atropello a los venezolanos, a lo cual discretamente el empleado mostró sentir cierta vergüenza. Quizá por ello, también con discreción, me entregó el pasaporte y mi boarding pass, los cuales recibí con oculta emoción.

¡Alegría de tísica! Otro funcionario de inmigración se percató de que yo iniciaba mi retirada pasaporte en mano y llamó la atención de otro funcionario en voz alta… 

¡La señora se está llevando el pasaporte, retíraselo!

Con mi indignación multiplicada a la N potencia me di vuelta y le dije, esta vez sí en voz alta, ¿Por qué? ¡Es MI pasaporte! Ya estoy chequeada, ya mi maleta está entregada. ¿Qué más quieren? 

  • Señora, vaya a donde están todos los pasajeros al final de la sala y quédese tranquila. No busque problemas.  
La imagen que vi al dirigirme hacia donde se me exigió,me generó aún más indignación y una profunda tristeza. Venezolanos sometidos sentados en el piso, comiendo apenas de unas bolsas de papitas, esperando a la siguiente orden de los funcionarios de inmigración.

Negada a ser parte de aquella imagen, me mantuve parada y literalmente con “cara de perro”; mi rabia ante aquel atropello me hizo rememorar las numerosas veces que estuve frente a un pelotón de la GNB reprimiendo nuestras protestas.

Una joven se me acercó y me dijo… Señora, ¿usted cree que la dejen montarse en el avión? 

  • CLARO QUE SÍ, respondí... Y me montaré con la cabeza BIENen alto. 
La abogado que había hecho el vuelo desde Caracas a mi lado, también se me acercó y le dije… Usted sabe que esto es un atropello. Usted sabe que es ilegal que retengan nuestros pasaportes durante todas estas horas sin motivo alguno. 

  •  Sí, pero hay miedo
MIEDO, la terrible emoción que tanto daño nos ha hecho a los venezolanos desde que nos la sembraron. El miedo se ha impuesto a la dignidad y a nuestra capacidad de hacer valer nuestros derechos. La tristeza de aquella imagen de venezolanos en el piso se hizo aún mayor. El miedo nos ha doblegado, nos ha hecho sumisos, nos ha dejado en el piso.

Finalizado el chequeo de todos los pasajeros en Iberia, vino el tercer control por los funcionarios de inmigración, como si aún después de chequeados para salir para España, alguno hubiese decidido escaparse para quedarse en esa isla.

Nuevamente, pasaporte por pasaporte. Amí no me mencionaron. Minutos antes un funcionario había ido llamando a Beatriz Elena y al identificarme, me preguntó si yo me había quedado con el boarding pass. En efecto, al quitarme el pasaporte yo había mantenido mi pase de embarque conmigo. El funcionario me dijo, que no importaba que me lo quedara. Era obvio que lo importante era dejarme sin identidad. Ante la ausencia de mención, no me inmuté. Yo sabía que él tenía mi pasaporte.

 Control de seguridad por RX

Antes de acceder al espacio de control de seguridad, debíamos subir por escaleras mecánicas. Un cuarto control, nombre por nombre, antes de que cada pasajero pusiera un pie en esa escalera. Nuevamente no me mencionaron, pero no me inmuté y subí.

Como suele hacerse, en esta zona debemos retirarnos zapatos, correas, carteras y colocarlas en una bandeja. En este paso mi indignación subió a otro nivel y debí hacer un esfuerzo sobrehumano para no expresarlo al ver al funcionario vaciar en la bandeja los sobres donde estaban nuestros pasaportes, quitarse sus zapatos y colocarlos sobre nuestros documentos de identidad. No tuve la rapidez para tomar una foto antes de que el funcionario tomara la bandeja para colocarla en la correa. 

Puerta de embarque 

Finalmente, después de cinco horas de haber tocado tierra dominicana, estábamos en la puerta de embarque, sin haber comido, sin haber ido a un baño, privados de libertad. Ya era el quinto control, pero esta vez a cada pasajero que era llamado le era entregado su pasaporte para ingresar al avión. Terminaron de entregar los pasaportes y no me mencionaron. Sin inmutarme, aunque ciertamente con un frío por dentro, hice un gesto con mis manos expresando la demanda de mi pasaporte al funcionario que me había estado ubicando anteriormente.

  •  Yo no lo tengo. ¿Tú tienes el pasaporte de la señora? Le preguntó al que obviamente era de rango mayor. 
  •  Yo no lo tengo, respondió el otro. ¿Lo tienes tú? preguntó a un tercero que respondió negativamente.
Sin inmutarme, siendo casi la única que quedaba en la puerta de embarque, sola con aquellos tres hombres, hice un gesto con la cara queriendo decir ¿Y entonces?

El funcionario mayor sacó mi pasaporte de su bolsillo, batiéndolo con una sonrisa cínica y diciendo ¿Lo quería? Aquí lo tiene.

Tomé mi pasaporte y le dije… Usted es un falta de respeto, usted es un grosero. Ustedes nos han atropellado, violando nuestros derechos.

Mientras me dirigía a la puerta del avión, aquel violador me amenazó tres veces más… La voy a devolver a Venezuela. La voy a deportar. La voy a montar en el mismo avión en el que se vino, queriendo amedrentar, a toda costa, a una señora sola y de la tercera edad (aunque me cueste describirme como tal). 

Es así como estamos siendo tratados en uno de los muy pocos países a los que el régimen de Maduro nos permite volar. República Dominicana no debe ser un país de tránsito para los venezolanos que aún tenemos dignidad. 

Escribo esto después de haber disfrutado de un merecido y feliz reencuentro con mi hija… con mi cabeza BIEN en alto.


Los venezolanos ya chequeados en Iberia, en espera a que terminaran de chequear al resto de los pasajeros. 


El funcionario encargado de "acompañar" el chequeo en Iberia. Puede verse el lote de pasaportes que le iban pasando.


Beatriz Cisneros
beacisneros2000@gmail.com

2 comentarios:

  1. Soy dominicano por herencia, y no puedo dejar de manifestar que mi Padre (médico y muy conocido en la RD) nos decía "Hijos decidí ser venezolano, porque mi tierra no deja, ni dejará de ser una aldea". Y eso es. ¡Que razón tenía mi Padre!

    ResponderEliminar
  2. Muy triste el mal trato que se le estan dando a los Venezolanos en algunos Países y uno que recibió en Venezuela cualquier nacionalidad abriéndole las puestas surgieron y formaron parte de nosotros

    ResponderEliminar

Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico