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viernes, 11 de marzo de 2022

La huida de Kiev de la diseñadora ucraniana Ksenia Schnaider: “Solo quiero volver a casa. Nunca pensé que amaba tanto a mi país”

 

Escrito por Sofía Agostini.

La diseñadora ucraniana Ksenia Schnaider vive cerca del aeropuerto de Kiev. El jueves 24 de febrero en la madrugada, a eso de las 5 de la mañana, se despertó con el sonido de explosiones. Las amenazas de Putin de invadir Ucrania para “desmilitarizar” el país se materializaron ese día en las regiones de Sumy, Kharkiv, Kherson, Odessa y a pocos kilómetros de la casa de Schnaider.

Horas después, estaciones de autobús estaban abarrotadas de personas tratando de movilizarse, las autopistas de hasta cuatro canales estaban paralizadas con coches tratando de salir de Kiev. Dos días después Schnaider estaría en uno de ellos, con su hija de 10 añossu esposo Anton y una pareja de amigos.

“Nos llevó tres días llegar al oeste de Ucrania, un trayecto que normalmente demora siete horas”, nos cuenta Schnaider por Zoom, ahora desde Budapest, “tuvimos que quedarnos en casas de desconocidos y dormir en el suelo o en el coche”, continúa. El toque de queda no les dejaba viajar de noche, y muchas vías estaban ocupadas por tanques de guerra o destruidas por las bombas, lo que los obligó a viajar por caminos rurales, tardándose aún más en llegar a la frontera.

“Solo tomé una foto [del recorrido]. Fue un día por la mañana en una casa llena de gente de Kiev y Kremenchug - diferentes edades, diferentes profesiones... Era la casa de un joven sacerdote y él dio todo su espacio gratis a la gente que huía de la guerra”, cuenta Schnaider.

Cuando los Schnaider salieron, no tenían un plan, solo escapar. Después de esos tres días que tardaron para llegar al oeste, fueron a las fronteras de Polonia, donde las filas duraban días, Rumanía, donde un guardia no los dejó pasar porque su esposo Anton es ruso, y finalmente Hungría.

Una colega, Mariann Szluka, a quien había conocido en París, representante de un showroom chino con el que había trabajado y apenas había cruzado algunos correos con facturas, la contactó por Instagram ofreciéndole su casa en Budapest. Szluka le ha conseguido alojamiento a varios ucranianos huyendo del país. “Estoy realmente impresionada por cómo todos estos días me encuentro con personas tan amables y tan comprensivas. Ves cosas horribles pasando y al mismo tiempo ves mucha bondad en este mundo y por eso me emociono”, cuenta Schnaider.

Desde ese apartamento su hija, Zoe, recibe clases por Zoom con otros 500 niños ucranianos. Nos preguntamos si hubiese sido posible reintegrarse tan rápido a las actividades escolares si no fuese por el entrenamiento de covid. “Probablemente no”, admite Schnaider.

Zoe está mejor ahora, tiene una aplicación en el móvil donde mantiene un diario de sus emociones. Los primeros días estaba todo negro, ni siquiera había palabras describiendo cómo se sentía. Ahora está verde. “Aún no me aparece una carita sonriente, pero es mejor que negro”.

Esta temporada era importante para su equipo de 30 personas en KSENIASCHNAIDER, la marca famosa por sus prácticas sostenibles. Todos estaban listos para celebrar 10 años en el mercado con una colección inspirada en lo fácil que es vestirse cuando se es adolescente, cuando lo que te pones se ve bien, cuando estás lista en 10 minutos y te sientes increíble.

Modelo de la colección aniversario de KSENIASCHNAIDER, primavera/verano 2022 ANDREW GREY

Al pensar en la adolescencia, en tiempos más simples, Schnaider se pone vaqueros en su mente, inmediatamente. Pero el presente está lleno de vaqueros también, no solo porque se ha convertido en el uniforme de nuestra generación, sino porque confiesa tener más de 40 pares en su armario en Kiev.

Hoy su armario es una maleta con un par de vaqueros y algunas sudaderas. “Hay un chiste entre ucranianos en redes sociales, ‘¿qué es lo más absurdo que metiste en la maleta cuando saliste huyendo?’. Yo no tengo casi ropa, no tengo cremas para la cara, pero me traje un litro de aceite de oliva y gel antibacteriano”, apunta, consciente de que muchos ucranianos han decidido quedarse, y otros simplemente no tienen los medios para salir.

Si vemos KSENIASCHNAIDER como una pequeña Ucrania, tenemos una muestra que se acerca bastante a algunas estadísticas. Solo 4 de los 30 miembros del equipo han salido del país. Según la agencia de refugiados de la ONU, hasta ahora han escapado 2 millones de personas de las 44 que constituyen la población total. “Mis padres dijeron que nunca se irían, mis colegas dicen que alguien se tiene que quedar, y es verdad, no podemos salir todos del país. La mayoría de las mujeres tienen parejas y sus esposos están en el ejército ahora, así que creo que prefieren quedarse antes de tener a las familias separadas”.

Para ser honesta, Ksenia también quería quedarse en Ucrania, pero al llegar al oeste del país vieron demasiada gente, todos los hoteles y las casas estaban llenas. “Era obvio que era peligroso quedarse y era mejor cruzar la frontera y esperar en un lugar más seguro”, explica. “Fue una decisión muy difícil y lo único que quiero es volver a casa. Nunca pensé que amaba tanto a mi país. Cuando emigras es una cosa, pero cuando te lo quitan, empiezas a darte cuenta de que es parte de ti, es parte de tu identidad”.

Desde el exilio, Schnaider se organiza para enviar refuerzos a su equipo, medicinas, alimentos, coordina traslados y estadías. Para mantener a su equipo a flote emitió tarjetas de regalo en su página web de 5, 50 y 500 dólares norteamericanos que van directo al equipo. “Al principio dudé si la gente lo recibiría bien, hay tantas iniciativas en las que la gente confía, como la Cruz Roja o los militares, pero yo tenía que hacer algo para apoyar a mi gente”. Las tarjetas las han comprado clientes, colegas y hasta proveedores de todas partes del mundo, desde Estados Unidos hasta Japón.

Ksenia trabaja junto a su esposo en KSENIASCHNAIDER. Es de esas parejas que se pueden dar ese lujo. “Durante un largo período estuvimos en una relación a distancia, constantes viajes de Ucrania a Rusia. Después de que Anton se mudó a Kiev, inmediatamente comenzamos a crear, a aprender uno del otro.”

Anton tiene familia en Rusia, sus padres y otros parientes. “El primer día, le dije a su madre que tal vez iríamos de Kiev. Y me preguntó por qué, que no tenía que hacerlo. Que todo era muy pacífico, que no iban a lastimar a los civiles, etc. Porque ella creía en la televisión rusa”. Pocos días más tarde su suegra entendió que la situación en Ucrania era catastrófica. “Me escribió llorando, diciéndome que lo sentía mucho y que no podía hacer nada para ayudarnos”.

A pesar de que la propaganda rusa ha convencido a muchos dentro del país que esta campaña es una operación militar especial contra un movimiento nazi en Ucrania, sus amigos rusos son de industrias creativas, viven en grandes centros urbanos, leen en inglés y consumen información de diferentes medios, así que no tuvieron que darles explicaciones para entender lo que estaba pasando. “Ellos nos han mostrado apoyo total, incluso están tratando de enviarnos dinero, pero ahora es imposible porque incluso PayPal está bloqueado allí. Se sienten impotentes y avergonzados.”

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, quien cuenta con 90% de apoyo según encuestas recientes, se ha convertido en la columna moral del país. Ksenia no se pierde uno de sus discursos. “Ahora me siento esperanzada y estoy segura de que vamos a ganar. Pero en 15 minutos estaré revisando las noticias y diciendo Dios mío, no podemos ganarle a Rusia. Tengo altibajos, pero trato de creer, trato de ser positiva”.

Tomado de: https://www.revistavanityfair.es/articulos/ksenia-schnaider-disenadora-ucrania-huye 

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