Ismael Pérez Vigil 05 de marzo de 2022
Obviamente
es ineludible, y un deber, comentar el tema de la criminal invasión de Ucrania
por las tropas de Putin, aun cuando sea difícil hacer un aporte original a todo
lo ya dicho, pues, de entrada, confieso mi ignorancia en materia de historia
rusa y sobre todo ucraniana.
De manera que, no pretendo explicar ni ayudar a comprender de manera objetiva el conflicto, nada más lejos de mi intención; no pretendo ser objetivo, lo único que quiero es rechazar la invasión y mostrar mi indignación por la agresión del ejército de Putin al pueblo ucraniano. Debo reconocer que −gracias a la erudición de cantidad de personas que no me imaginaba que tenían conocimientos tan prolijos y profundos sobre estos temas− se me han aclarado cantidad de detalles que ignoraba; por ejemplo, sobre Hitler y los orígenes de la segunda guerra mundial −la toma de los Sudetes (?)−; ni que decir de todo eso del origen de Rusia en el Rus Kiev (?), mucho menos la diferencia de la palabra Kiev, de origen ruso, de la Kyiv, de origen ucraniano, que según parece es la forma correcta o “polite”” −disculpen el anglicismo− de llamar a la Capital de Ucrania;
Mis
comentarios −ilustrado por la cantidad de informes, artículos, análisis,
opiniones, mensajes, videos, etc. que he leído desde que se inició el
conflicto−, tienen en verdad su “inspiración” y origen en la indignación que me
produjeron unas declaraciones atribuidas a Donald Trump −que hacen hervir la
sangre a cualquier desprevenido−, en las que califica a Putin de “genio” y
justifica su hazaña invasora.
Si
tenía alguna duda −o más bien educada consideración− acerca de la insania
mental del expresidente norteamericano, Donald Trump, ya no la tengo; tampoco
dudo ahora que −por supuesto− es verdad eso de que Putin debe ser su socio de
negocios, al que trata de ayudar y que para hacerlo, −él y algunos de sus
seguidores− no tienen escrúpulos para pasar por encima de su país, porque en
realidad personas así no tienen país, ni nacionalidad, ni raíces, ni nada, lo
que les importa es su bienestar y su dinero, todo lo demás es fantasía.
Tampoco
me sorprende lo que piensan algunos seguidores de Trump, o personajes de la
farándula hollywoodense de quienes se sabe bien su apoyo a regímenes como el de
Hugo Chávez, como Oliver Stone, cuyas declaraciones justificando la acción de
Putin, han circulado por las redes; lo extraño es que no hayan aparecido otros,
como Sean Penn o el inefable Danny Glover −que aún nos debe una película sobre
Haití, por cuya filmación no realizada recibió una jugosa cantidad de dólares
del régimen de Hugo Chávez−; pero, más interesante que la opinión de esos
conspicuos directores y actores, es saber qué les pasa por la cabeza a quienes
defienden y justifican acciones como las de Putin −en Crimea, Bielorrusia y
ahora en Ucrania−, porque por ej. “los EEUU son también imperialistas” y han
sido “invasores”. No recuerdo a los que revisten de excusas de este tipo lo
ocurrido o apelan a razones “geopolíticas”, haber escuchado esas mismas
justificaciones y razones en contra de Rusia o la URSS cuando el invasor o
agresor ha sido los EEUU o algún país occidental. Nos queda la satisfacción de
saber que a esos que justifican acciones como las de Putin, son a los que se
les ven las costuras pro totalitarias.
Pero
ya que mencioné más arriba la palabra “fantasía” en el caso de Trump, sin
ofender a nadie, debo decir que de todas maneras, no compro eso que dicen
algunos, que Trump es un “ruso infiltrado” o un “agente ruso” en la política de
los EEUU, por la simple razón que esos individuos no le tienen lealtad a nada,
¿Por qué la habrían de tener a Rusia, si no fuera por negocios? Solo tienen
lealtad a su dinero y a sí mismos; pero, en fin, dejemos así lo de Trump y
regresemos al otro tema, “al tema”.
Comienzo
por decir que tampoco creo que sea rigurosamente válido e histórico comparar a
Putin con Hitler, por más que ambos sean sendos locos invasores, pero no dejo
de reconocer que me parecen “simpáticas” algunas de las caricaturas y frases
que han aparecido haciendo esa comparación; y sobre todo, si a él le molesta,
pues bienvenida sea.
Debo
confesar, que en mi optimismo craso y a toda prueba, hay dos cosas que no creí
que pasarían: La primera es que Putin diera el paso de invadir Ucrania; la
verdad es que nunca relacioné este hecho con lo de Crimea, ese criminal abuso
lo entendí como una manera de asegurarse su salida al Mediterráneo, “recuperar”
algunos espacios geográficos y asegurar otros, como Sebastopol, que en mi
ignorancia histórica e imaginario “peliculero”, siempre asocié con Rusia; por
lo tanto, ese acto de agresión de la toma de Crimea, no es que lo justifique,
pero llegue a explicármelo. Lo que no llegué a explicarme nunca fue la inacción
o pasividad europea al respecto. De aquí viene entonces la segunda cosa que no
creí que pasaría: Que los países occidentales, léase los grandes de la UE y los
EEUU, tuvieran la reacción que han tenido, de ninguna a una muy lenta, que
gracias a Dios −o a los dioses de la guerra− se han ido produciendo reacciones
un tanto más enérgicas.
Sí, es
probable que tengan razón los que dicen que el sistema internacional −ONU−, no
sirve para nada; el veto de Rusia a la resolución del Consejo de Seguridad de
la ONU así lo demuestra; sin duda los que hablan de la inutilidad de esos organismos
−OTAN incluida− para enfrentar estas situaciones, o similares, tienen la razón;
de esa cuerda tenemos un largo rollo en Venezuela con la OEA, Grupo de Lima,
etc. (Y que me perdonen mis amigos internacionalistas, ya me excusé
confesándome ignorante en la materia. Espero que estemos en la víspera de un
cambio en el orden mundial institucional).
Que a
Putin hay que detenerlo, no me cabe tampoco ninguna duda y por lo tanto, me
estoy aviniendo a pensar que la única manera de parar a personajes como Putin
es la fuerza; pero, el problema es que la fuerza −sobre todo en este caso y con
orates como Putin− nos puede llevar muy rápidamente al armamento nuclear o
químico o biológico, con consecuencias desastrosas para toda la humanidad, y no
vale o no nos salva que no consideremos a estos señores como parte de la
humanidad.
Lo
peligroso de la situación es que a individuos como Putin no les importan las
consecuencias de lo que hacen, si con ello obtienen alguna ganancia
territorial, de poder o de tiempo; los muertos son, para ellos, estrictamente,
números; para los países de Occidente, eso no es así (aunque a veces algunos
dudan) … y Putin sabe eso. Sabe ambas cosas, que sabemos que a él no le
importan nada las vidas humanas (obviamente tenía que saberlo), pero que a
occidente, sí… y esa es su enorme ventaja; por eso, paradójicamente, creo que
las sanciones, al menos algunas, sí le podrían afectar, además si se acompañan
de una respuesta de fuerza física más contundente, aunque solo sea enviando
armas y ayuda militar a Ucrania, como han comenzado a hacer algunos países
europeos.
Cuando
hablo de sanciones, desde luego me refiero sobre todo a las sanciones que se
han mencionado estos días, las de sacar a los bancos rusos del sistema
financiero internacional, y que las medidas se le apliquen en lo personal a
Putin y se hagan extensivas a los “ricachones mafiosos”, socios y amigos suyos
y a los militares que los acompañan; y buscar formas de reemplazar el
combustible que venden los rusos, sobre todo a Italia y Alemania; en mi
ignorancia al respecto, pienso que eso no debería ser problema para los
norteamericanos. Ojalá sea así.
En
fin, creo que hay cosas que se pueden hacer −evitando llegar al extremo de
desatar un conflicto multinacional− para que entren en razón algunos de sus
cómplices internos y forzar la caída de Putin y que el conflicto se resuelva
favorablemente para el pueblo ucraniano, el ruso −ajeno a las ambiciones de
Putin− y desde luego para la democracia occidental, que es una de las probables
víctimas de todo esto. Por allí van mis reflexiones.
Ismael
Pérez Vigil
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