Rafael Uzcátegui
En días pasados un grupo de personas integrantes de diferentes gremios, incluyendo derechos humanos, tuvieron la iniciativa de reunirse con Nicolás Maduro y, pocos días después, remitir una carta pública al presidente de Estados Unidos con una serie de peticiones, incluyendo la revisión de política de sanciones. Estas dos acciones, con poco margen de días entre una y otra, por lo que pudieran interpretarse como parte de un mismo movimiento, han generado un abanico de reacciones en la sociedad democrática. Uno de sus elementos positivos es que nos ha obligado a encarar un debate pendiente entre nosotros: la redefinición de una estrategia colectiva que sustituya la derrotada en el 2017 (con coletazos a comienzos del 2019) y que nos sacuda la inercia y la incertidumbre en la que nos encontramos, potenciada por la situación de pandemia. En otros textos he invitado a sacar lecciones de lo que ha hecho y de lo que le han hecho a la dirigencia política para ubicarla en el actual estado de debilidad y deslegitimidad frente a la población. El sentido de este texto es sumar elementos a la reflexión sobre estas iniciativas para extraer lecciones que nos ayuden a encarar, desde el movimiento de derechos humanos, futuras convocatorias hechas desde Miraflores, las cuales van a ocurrir en el marco de la simulación de cooperación y lo que las autoridades han definido como “diálogo inclusivo”, en áreas de nuestra competencia.
Revisando lo que hemos hecho como movimiento uno puede cerciorarse de la poca experiencia que tenemos en el diálogo político, valga la redundancia, con los políticos, por ello es importante cualquier aprendizaje. Una aclaratoria: En este escrito no abordaremos ni la estrategia asumida por personas integrantes del “Foro Cívico” ni el contenido de la carta a Biden, ni las razones por las cuales el gobierno les extiende en este momento una invitación. Su foco es la materialización, o puesta en escena, de vínculos con las autoridades oficiales para dilucidar, estratégicamente, que cosas deben hacerse diferente en el futuro.
1) Ninguna acción ocurre en el vacío: Sobre la conveniencia o no de una reunión con las autoridades, en un momento determinado, se debe tomar en cuenta los elementos de contexto que pudieran darle o variar su significación. En este momento dos situaciones se vinculan a cualquier contacto con las autoridades. La primera de ellas es una política deliberada de “normalización” que algunos de nosotros hemos denunciado parcialmente (por ejemplo cuando argumentamos que la palabra “emergencia humanitaria” está siendo sustituida por “ayuda al desarrollo” para maquillar la situación de los venezolanos). El gobierno ha visto una oportunidad en la aspiración legítima de la población en retomar actividades productivas para sortear la crisis y la parálisis de pandemia, intentando posicionar una matriz de opinión sobre la supuesta “recuperación económica del país” (Como ejemplo, artículo de Temir Porras en The Washington Post: https://www.washingtonpost.com/es/post-opinion/2022/02/21/venezuela-economia-mejora-cepal-credit-suisse/). La frase “Venezuela se arregló” ha sido fabricada en un laboratorio, y ha encontrado eco en un sector de la ciudanía, por diferentes razones, teniendo cajas de resonancia en algunos empresarios. A esta promoción de una “normalización” cuyo motor es la supuesta recuperación económica, tenemos una segunda dimensión vinculante: La legitimación de la vocería, por parte de las autoridades, de una “oposición política no beligerante”, sobre la que se ha señalado incluso que ha sido financiada por las arcas estatales. Esto es lo que observa el ciudadano promedio: Empresarios haciendo negocios con el gobierno y políticos de oposición que son más beligerantes con la oposición que con el gobierno. ¿La iniciativa de nuestros colegas pudiera ser confundida como parte del esfuerzo “normalizante”? La respuesta es sí. ¿Cómo podía esto abordarse? De ello hablaremos a continuación.
2) Cualquier vinculación con autoridades debe hacerse desde el respeto: El respeto no es sólo el tono de la reunión, que entendemos fue “cordial”, sino también los propios términos de la convocatoria. En este caso fue hecha con pocas horas de antelación. Los convocados y convocadas decidieron aceptar la invitación, literalmente, de un día para otro. Y esto les dio poco margen de preparación. Todas las debilidades del documento entregado, e incluso de las propias intervenciones, han sido adjudicadas al “poco tiempo de preparación”. Para hablar en los organismos internacionales, en un terreno de mayor confort para los activistas, usamos semanas y hasta meses de preparación previa, a veces para intervenir sólo 5 minutos. Esto permite la consulta colegiada, decidir qué temas se abordan y cuáles quedan por fuera, y especialmente de acuerdo a la investidura del interlocutor, que tipo de exigencias podemos hacerle: A un jefe de Estado se le plantean políticas de Estado. Como sabemos en estos casos, la improvisación debilita la incidencia. Este plazo de preparación también incluye lo que se dice antes de la reunión y lo que se comunica después de ella. ¿Cómo nos podemos anticipar a los previsivos mensajes desde medios oficiales? Convocar a una reunión de esa magnitud con tan poco plazo, además de ser irrespetuoso, tiene entre sus objetivos que los convocados asistan lo menos preparados posible.
3) El “timming”, la secuencia: A veces se puede escoger el momento más propicio para la acción, a veces no. Supongamos que esa era la única fecha posible para la reunión con Maduro, y que esa variable no era controlable por los convocados. Pero la de la aparición de la carta pública a Biden sí. En este caso el orden de los factores sí altera el producto. Que se divulgue pocas horas después del cónclave en Miraflores genera una conclusión: La misiva es su consecuencia, aumentando con ello la vinculación al esfuerzo normalizante. Si bien podemos compartir la petición de una revisión a la política sancionatoria, esta petición es la protagonista del actual discurso gubernamental, y por tanto un activo simbólico oficial. La ecuación hubiera sido diferente si la secuencia hubiera sido distinta, por ejemplo: a) Reunión con Maduro b) Carta pública al Fiscal de la CPI saludando instalación de oficina en Caracas c) Carta a Biden. Incluso, si se hubiera tomado más días para divulgarla no sólo se debilita la “confusión normalizante”, sino también se hubiera podido aumentar la cantidad de personas adherentes. Nuestra experiencia en la redacción de comunicados sabe que la legitimidad no proviene sólo de la justeza de las peticiones, sino también de la cantidad de personas que públicamente las apoyan, mucho más si son temas que pudieran ser polémicos. En otro lugar hemos dicho que las ONG no estamos para buscar “aplausos” o “likes”, y a veces hay que decir en solitario afirmaciones políticamente incorrectas. Pero la crítica de que “son sólo 25 los firmantes” cobra una perspectiva diferente ante la incertidumbre y perplejidad creada por la secuencia de la acción dentro de lo que debería ser su base natural de apoyo: El resto de la sociedad civil. Finalmente sobre este punto: La reunión con el dictador, por lo menos para quienes estamos convencidos de su actuación no democrática, significa un cambio cualitativo de cualquier incidencia de la sociedad civil nacional. Esto no está negado. Pero, ¿había que reunirse precisamente pocos días después del anuncio de la instalación de una oficina de la CPI en el país?
Conclusiones para el futuro
- Debemos hacer un análisis del contexto en el que ocurre nuestra acción. Si esta pudiera confundirse o desvirtuarse por iniciativas similares de otros, debemos hacer un esfuerzo deliberado por diferenciarla y explicarla.
- El respeto no sólo se gana, sino que también se exige. Hacernos respetar es también aceptar convocatorias de reunión hechas con la debida anticipación, que nos permita prepararnos lo mejor posible para ella
- Cualquier acción debe fortalecer, y no debilitar, nuestra base de apoyo.
- Las acciones colegiadas tienen mayor fortaleza que las iniciativas individuales
- En política el orden de los factores sí altera el producto
Recomendaciones
- Elaborar un discurso sobre lo que entendemos como “normalización post-pandémica” en el país que se diferencie de la matriz de opinión sobre la capitulación generalizada de las aspiraciones de cambio social, económico y político detrás de la narrativa “Venezuela se arregló” promovido por el gobierno.
- Recuperar los espacios de confianza para los debates y conversaciones entre las organizaciones, para definir estrategias de cara al contexto actual y los desafíos del futuro La base de cualquier red o plataforma es la comunicación permanente
- Elaborar un discurso sobre lo que entendemos como “normalización post-pandémica” en el país que se diferencie de la matriz de opinión sobre la capitulación generalizada de las aspiraciones de cambio social, económico y político detrás de la narrativa “Venezuela se arregló” promovido por el gobierno.
- Recuperar los espacios de confianza para los debates y conversaciones entre las organizaciones, para definir estrategias de cara al contexto actual y los desafíos del futuro La base de cualquier red o plataforma es la comunicación permanente
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