Eddie A. Ramírez S. 21 de abril de 2022
Sobre el tapete está la carta enviada al presidente Biden por el G25, grupo de conocidos venezolanos que, con todo respeto, pareciera que se reunieron para redactarla jugando al cadáver exquisito. Este juego lo pusieron de moda los surrealistas franceses, al compás de los años 20 del siglo pasado. Cada uno redactaba un párrafo, dejando solo descubierto la última palabra que pasaba al siguiente jugador. En una oportunidad, los ilustres escritores obtuvieron como resultado la frase “El cadáver exquisito beberá buen vino”, que quedó como nombre para escribir poesía en conjunto. De allí, las diferentes interpretaciones de la polémica carta.
Unos
consideran que no debió ser enviada. Algo así como la carta a Eufemia, que
popularizó Pedro Infante, por aquello de “Cuando recibas esta carta sin razón,
Eufemia…”. Otros la comparan con la carta a los Efesios, atribuida a San Pablo,
que entre otros consejos dice que “La esposa se someta a su marido, como al
Señor. Esclavo obedece a tu patrón…”. No falta quien le encuentre semejanza con
la Carta de las Naciones Unidas; es decir, bien intencionada, pero muchos no la
toman en cuenta.
La
carta adolece de un análisis sobre el efecto de las sanciones. ¿Cómo afectan?
Los signatarios sostienen que “Si bien las sanciones no son la raíz de la
emergencia humanitaria de Venezuela, las condiciones empeoraron gravemente para
el venezolano promedio”. Sin embargo, los proponentes no aportan data. Al
reconocer que las sanciones no son la raíz del empobrecimiento, el eliminarlas
no resolvería el problema. ¿Acaso consideran que la solución a la grave
situación que aqueja a la población se solucionaría con paños tibios?
Las
sanciones tienen como objetivo presionar para lograr elecciones transparentes.
Además, conllevan un castigo moral.
Eliminar
las sanciones sería darle la razón a un régimen que tuvo inmensos ingresos y
que, por corrupción, ineptitud, resentimiento y mala intención descuidó el
mantenimiento de la infraestructura, no invirtió en otras que eran necesarias y
que se apropió indebidamente de empresas agropecuarias e industriales y a todas
las quebró. Además, destruyó las empresas estatales del hierro, del aluminio,
Pdvsa, el Metro, y las que suministran la electricidad y el agua.
Desde
luego que las sanciones teóricamente tienen algunos efectos indeseables. Sin
embargo, el G25 no toma en cuenta que la mayoría son burladas por el régimen.
En el caso de la industria petrolera, esta exporta sin limitaciones lo poco que
produce a China e India, que por cierto desde hace años el régimen escogió como
su mercado preferido, por razones geopolíticas y no económicas. Gradualmente
fue abandonando nuestro mercado natural que es Estados Unidos. En los dos
últimos años, antes de las sanciones, solo exportaba a ese país un promedio de
220.000 barriles de petróleo por día. Importa libremente combustibles y
diluyentes desde Irán. Adquiere maquinarias, equipos y repuestos de Rusia,
Turquía, Irán y de la Unión Europea. Las transacciones financieras en dólares
se le dificultan al régimen, pero logra sortearlas usando el yuan, rublo y
criptomonedas. La importación, desde Estados Unidos y de otros países, de
medicinas y alimento no está prohibida.
El
siguiente párrafo de la carta puso la guinda: “Hacemos un llamado al gobierno
de los EE. UU. para que negocie por el mejor interés del pueblo venezolano y
supere las presiones políticas internas, que lamentablemente han obstaculizado
el proceso”. Cabe preguntar cuáles presiones internas. ¿Acaso no fue el régimen
quien suspendió las conversaciones en México y se ha negado a reanudarlas? En
qué entorpeció Estados Unidos, ¿extraditando a Saab, por decisión judicial?
Por
otra parte, el G25 escribe “Hemos instado a Nicolás Maduro a aceptar reformas
políticas y electorales significativas y continuar con la liberación de presos
políticos. El gobierno debe reconocer que los acuerdos no pueden limitarse al
ámbito económico”. Sin duda es a lo que todos aspiramos.
No
tendría sentido suspender las sanciones sin que el régimen acepte lo que la
Constitución nos otorga.
Agrega
que “A la oposición venezolana le hemos planteado la necesidad de unificarse en
torno a principios básicos y realistas que sustenten posibles acuerdos. Hemos
alentado a la oposición a no ser rehén de posiciones extremas que solo
prolongan el doloroso statu quo”. Lo de la unidad es obvio. Falta que los
proponentes aclaren qué consideran posiciones extremas.
La
carta de Antonio Ledezma señala las causas de la emergencia humanitaria.
Apoyamos su petición, aunque hubiésemos preferido que fuese en conjunto con la
posición del gobierno de Guaidó. Desconocemos si Ledezma realizó gestiones en
este sentido, o si el gobierno interino sigue en hibernación. El artículo de
Gustavo Coronel fustiga con razón al G25. Los tuits de Liliana Fasciani son de
lectura obligatoria. Ojalá el G25 reflexione sobre el rechazo que ha tenido su
carta, pero sobre todo de lo extemporáneo de su posición.
Hay
que reconocer que las sanciones no han logrado que el régimen acepte realizar elecciones
transparentes, ni que libere a los 220 presos políticos. Cabe preguntar si es
porque el régimen ha podido burlarlas o porque no han sido suficientemente
severas. Pensamos que por las dos causas. También por despelote de la
oposición.
Como
(había en botica)
Hoy,
19 de abril, recordemos que Venezuela no acepta sumisión.
Mucho
dolor produce el caso de la ingeniera de Pdvsa que en horas nocturnas fue
encontrada lavando su ropa en un edificio de oficinas de la empresa en Anaco.
Al ser sorprendida por los vigilantes declaró “Duermo en la oficina porque no
tengo para pagar una habitación. Tengo una hijita de cinco años y mi esposo
tuvo un ACV, no tiene empleo y vive en otra localidad en vivienda prestada”.
Este es un lamentable caso de cómo sobreviven los trabajadores de la Pdvsa
roja. Antes, el personal devengaba un sueldo dentro del 75 percentil de las
mejores empresas venezolanas, tenía acceso a un préstamo para adquirir vivienda
y un buen seguro médico.
¡No
más prisioneros políticos, ni exiliados!
Eddie
A. Ramírez S
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