Fernando Mires 23 de abril de 2022
@FernandoMiresOl
La contradicción propuesta por Joe Biden a nivel
planetario es la de democracia contra autocracia. Como Biden
es presidente de los EE UU, es decir, un político y no un politólogo, no explicó
la razón de esa nueva contradicción. Nueva, porque en el pasado reciente no era
la principal para los EE UU. La del periodo de la Guerra Fría, recordemos, era
comunismo versus democracia. Después de 1990, sin embargo, la impresión general
fue que, si no entrábamos al fin de la historia, adveníamos a un mundo
multipolar que pondría fin a la confrontación de bloques. Luego, al desaparecer
el bi-polarismo, sería difícil situar una contradicción principal de carácter
mundial. La de Biden, democracia contra autocracia, en cambio, reactualiza en
su simpleza un nuevo orden político binario, una nueva división en bloques bajo
otro formato.
1. Definiciones y conceptos
No quiso decir Biden que la contradicción
democracia-autocracia eliminaba otras contradicciones históricas, pero sí que
la de democracia-autocracia adquiría un lugar hegemónico. Podríamos afirmar
entonces que la de democracia-autocracia surge como una contradicción
regulativa y que los EE UU ajustarán a ella, al menos durante la
administración de Biden, su política internacional.
Naturalmente, salta la pregunta: ¿Por qué democracias
contra autocracias? ¿O por qué no nos habló, Biden lisa y llanamente de una
contradicción entre democracias y dictaduras? ¿O es el concepto de autocracia
un término de uso diplomático cuyo objetivo es no irritar a los dos principales
oponentes de los EE UU, China y Rusia? ¿O hay para Biden, y por supuesto, para
quienes discutieron el nuevo antagonismo, una intención, una cuyo objetivo es
caracterizar a un nuevo tipo de formación política emergente, materializada en
gobiernos que no siendo democráticos tampoco podemos caracterizar como
dictatoriales? Al parecer así es: cada vez son más las naciones gobernadas de
modo no democrático que no corresponden a los parámetros del siglo XX, los que
tomaban como referencia a las dictaduras del mundo comunista, a las militares
del sur europeo y a las clásicas militares latinoamericanas.
Inevitable será entonces preguntarnos acerca del
significado del término autocracia. Intentemos, a modo de premisa, una
definición preliminar. Como el nombre indica, autocracia se refiere a
una forma de dominación política ejercida por un líder o un círculo político,
burocrático o militar. La diferencia con una dictadura es que la
autocracia no monopoliza o no intenta monopolizar todo el poder, sino que
mantiene franjas o segmentos subalternos que permiten la existencia del juego
político.
2. Una escala de diferencias
Para mejorar la idea, quizás sea mejor entender el
concepto autocracia a partir de una escala de diferencias. Dicha escala
estaría construida con los siguientes peldaños: el de un gobierno
democrático, el de un gobierno autoritario, el de un gobierno autocrático, el
de una dictadura militar y el de una dictadura totalitaria.
Un gobierno democrático garantiza la plena división de
los poderes públicos sometidos a una constitución reconocida por toda la
ciudadanía. Un gobierno autoritario tiene como característica fundamental un
sobrepeso del ejecutivo por sobre el legislativo y no necesariamente puede ser
catalogado como no-democrático. Un gobierno autocrático es el que concentra una
parte de la totalidad del poder, manteniendo, como ya ha sido dicho, segmentos
o espacios formales para la práctica política. Así nos explicamos por qué
algunos autores, al referirse a las autocracias, nos hablan a veces de
dictaduras electorales, o dictaduras híbridas o mixtas.
Pero una dictadura, a diferencia de un orden autocrático,
no permite ningún espacio político, ni formal ni real. Una dictadura aparece
allí cuando gobierno y estado son convertidos en sinónimos. Una dictadura
totalitaria en cambio va mucho más allá en la escala anti-democrática. De
acuerdo a Hannah Arendt podemos hablar de totalitarismo solo cuando en nombre
de una ideología única y total desaparecen los límites que separan
al espacio de lo privado del de lo público y, al
ser todo político, será eliminada la política.
Y bien, hasta aquí con las definiciones.
Las definiciones son solo aproximaciones a la realidad la
que al transcurrir es dinámica, cambiante y por sobre todo, histórica. Ninguna
definición puede dar cuenta total del objeto definido. Toda definición es
parcial y transitoria. En cada definición sobra o falta algo. En consecuencias,
el punto que en este momento nos preocupa, la caracterización de las
autocracias, topa con el problema de que las formas que las constituyen suelen
ser modificadas en el transcurso de su propia historia.
Un gobierno autoritario puede llegar a ser de modo
inadvertido una autocracia y esta, transformarse en una dictadura. Así lo
demuestra un reciente artículo de Jan Werner Müller (“Cómo soportar una
autocracia”) al analizar como la autocracia ya establecida por Viktor Orban en
Hungría, daba cuenta de la dificultad para precisar el carácter exacto de una
autocracia en sus diversos momentos históricos.
3. Del autoritarismo al autocratismo
Orban, según Werner Müller, inició su carrera
presidencial como un gobernante democrático. Luego, y muy lentamente, pasó a la
fase autoritaria. Hoy es un perfecto autócrata.
Orban ha establecido un predominio absoluto del ejecutivo
por sobre los demás poderes, ha eliminado la libertad de prensa en términos
casi absolutos, su partido Fidesz es gobierno y estado a la vez. Orban propaga
un gobierno confesional y unipersonal. En fin, el de Orban, en su cuarto
periodo, está al borde de ser una dictadura con todas sus letras. Si no lo es,
es porque Hungría está inserto en un marco europeo democrático-liberal, al cual
él, con su concepto i-liberalismo, intenta subvertir, pero del que no se puede
desligar ni política ni económicamente en tanto siga siendo miembro de la UE.
Lo mismo podemos decir del catolicismo ultraconservador de Kacsinsky en
Polonia.
Pero a diferencias de Hungría, Polonia se encuentra
geopolíticamente en peligro frente a la voracidad del imperio ruso, situación
que la obliga a permanecer inscrita dentro del marco occidental, aunque solo
sea por razones militares. Más cerca de Orban en su sentido integrista, nos
encontramos con el gobierno turco de Erdogan. La diferencia es que este último
ha sido obligado por la oposición a recorrer un camino contrario al de su
homólogo húngaro, hecho que demuestra que una autocracia puede llegar a ser
dictadura, pero a la inversa, que también puede ser presionada para volver a la
condición de simple gobierno autoritario.
Desde la perspectiva de una politología-historiográfica,
el proceso más interesante de todos parece ser el de
Rusia desde los tiempos de la URSS. Bajo Stalin primó un régimen totalitario en el más
clásico sentido del término. Pero a partir de Jruschev, pasando por Breschnev,
descendió un peldaño en la escala, para llegar a conformarse como una dictadura
burocrática de estado (Nomenklatura). Bajo Gorbachov, descendió otro peldaño
más, convirtiéndose en una simple autocracia personalista. Bajo Yelsin, otro
peldaño hacia abajo, llegando a ser un simple gobierno autoritario.
4. Putin: del autoritarismo al totalitarismo
Bajo Putin, en cambio, Rusia ha reiniciado un proceso
ascendente en la escala no- democrática. Putin inició su mandato como un
gobernante autoritario (durante su primer periodo se llegó a hablar de la
incorporación de Rusia a la UE e incluso a la OTAN). Todavía pertenece al G-20.
Muy pronto Putin se convertiría en un autócrata con tendencias militaristas y
expansivas. La reconversión de Rusia en un imperio llevaría a Putin a adoptar
la forma dictatorial de gobierno, desarticulando por la fuerza a cualquiera
oposición en condiciones de disputar el poder. En la Rusia actual ya no rige un
estado de derecho. La Duma (parlamento) no es más que un brazo del presidente
cuya palabra es ley, y los opositores son asesinados o encarcelados.
Y bien, durante el curso de la guerra a Ucrania, Putin ha
alcanzado el último escalón antidemocrático. En el marco determinado
por la guerra a Ucrania, Putin está a punto de convertir
a su dictadura personal, en un nuevo sistema totalitario.
Ya de hecho, los rasgos estaban inscritos en la ideología
ultraconservadora del régimen, en la reglamentación de la sexualidad, en la
vigilancia de los cuerpos ciudadanos, en la multiplicación de los servicios
secretos, en fin, dicho en los términos de Foucault, en el desarrollo de un
bío-poder.
Hoy, durante la invasión a Ucrania, Putin ha pasado a
convertirse en un presidente de corte orwelliano. La principales connotaciones
del totalitarismo están presentes en todas sus formas, antes que nada en la
alteración del lenguaje. Ya hay palabras prohibidas (guerra, anexión, invasión)
La agresión a un país democrático la llama Putin “desnazificación”, los
opositores son llamados traidores.
Nadie sabe como terminará la guerra de Putin a
Ucrania. Pero sí sabemos que, mientras continúe Putin al mando de
Rusia, sean cuales sean los resultados de esa guerra, estaremos
presenciando el regreso del totalitarismo en Rusia.
Ni Catalina la Grande, ni Pedro el Grande, ni
Stalin. Putin, es el precursor y creador de un orden
totalitario multiforme que integra en sí al expansionismo
zarista, a la ideología de la Madre Rusia, a la crueldad
del stalinismo, al culturalismo fascista, al populismo de
Mussolini, al integrismo religioso de Franco y al odio a Occidente y
a la democracia de Hitler.
Hemos vuelto, queramos o no, a la era del totalitarismo. Putin nos ha llevado a ella. Bajo otras formas, sí.
Pero es totalitarismo. Por donde lo miremos.
5. La alianza entre el totalitarismo ruso y las
autocracias de Occidente
¿Tenemos entonces que sustituir la contradicción
democracia-autocracia propuesta por Biden por la contradicción democracia
-totalitarismo como ocurió durante la era de Hitler y Stalin? No
necesariamente. Si en Rusia termina de imponerse la tendencia totalitaria,
Putin deberá buscar aliados entre las naciones no democráticas de la tierra,
las que en su inmensa mayoría son regidas por gobiernos autocráticos. De tal
manera que la derrota política del totalitarismo putinista pasa por
desarticular su sistema de alianzas internacionales con naciones autocráticas.
Eso, como lo demostró la votación de la ONU (02.03.2022), cuando 141 naciones
condenaron la invasión de Rusia a Ucrania, es perfectamente posible. Hay
gobiernos no democráticos a los que conviene más ser clientes de Occidente que
de un totalitarismo desprestigiado internacionalmente como es el de Putin
(China, por ejemplo). Por otra parte, la línea de demarcación de Biden tiene un
efecto suplementario. Esa línea no solo cruza el campo de las relaciones
internacionales, también la vemos trazada al interior de la mayoría de las
naciones del mundo. Más todavía, como ya han destacado muchos autores, la
guerra de Putin a Ucrania ha tenido por efecto fortalecer la “idea de
Occidente”. Ha nacido, en contra de la brutal agresión a
Ucrania, una suerte de “orgullo occidental”.
El Occidente político, muy distinto al Occidente
geográfico, enfrentado al peligro de una tercera guerra mundial, ha descubierto
su identidad, la de ser un espacio de libertad para la coexistencia de diversas
culturas siempre y cuando estas subscriban a las constituciones y a las
instituciones democráticas. Por eso es tan importante defender a Ucrania, un
país que ha encontrado su identidad nacional y su identidad occidental en lucha
contra un invasor cruel y despiadado. Ucrania era y debe seguir siendo una
democracia: un lugar donde puedan expresarse las diferentes tendencias
políticas del país, sean estas de izquierda o de derecha.
La resistencia de Ucrania ha tenido el efecto
de ser un verdadero test al exterior y al interior de las
naciones. No es casualidad que en
las dos votaciones de la ONU sobre Rusia, la de condena de la agresión y la de
exclusión de Rusia de la Comisión de los Derechos Humanos, Rusia no recibió el
apoyo de ninguna nación democrática. La línea de separación según Biden, ha
probado ser cierta en la práctica.
6. América Latina merece una mención especial.
En el subcontinente, las líneas políticas de demarcación
no son hoy muy diferentes a las que se dan en Europa y muestran como la
globalización no ha sido solo económica y digital, sino también política.
Incluso, en líneas generales, podemos observar un cierto crecimiento del ideal
democrático en gran medida manifestado en oposición a la agresión a Ucrania.
La alianza internacional de las izquierdas
antidemocráticas anhelada por Castro, Guevara y Chávez, está muy
lejos de ser cumplida. Las dictaduras militares de derecha también
pertenecen al pasado. La
linea cursa más bien en dirección contraria: tanto izquierdas como derechas
están paulatinamente democratizándose pero sin reconocer todavía su
occidentalidad política a la cual históricamente pertenecen. Los mismos
conceptos de “izquierda” o “derecha” son denominaciones occidentales (en la
mayoría de los países islámicos, no hay izquierdas ni derechas, en China y en
el sudeste asiático tampoco). La Rusia de Putin no es de izquierda ni de
derecha, es “otra cosa”. Si la dictadura de Putin es todavía apoyada por
algunos harapos políticos, son simples remanentes de un anti-norteamericanismo
anacrónico que permanece incrustado en el discurso de las izquierdas
latinoamericanas desde los tiempos de Stalin.
Tratando de conjugar analogías, así como hablábamos en el
pasado de países en vías de desarrollo, desde una perspectiva no económica sino
política, podemos hablar de países en vías de democratización. A
esa categoría pertenece la mayoría de los países latinoamericanos. Aparte de
Cuba -síntesis de lo peor de las dictaduras centroamericanas y de lo peor de
las ex burocracias soviéticas- y de la dictadura neo-somocista de Ortega en
Nicaragua, la lucha entre el ideal autocrático y el ideal democrático sigue
librándose al interior de cada país latinoamericano.
Quizá muchos observadores no se han
dado cuenta que del futuro de la guerra de Putin en contra
de Ucrania depende el destino político de mucha naciones del globo. Si el dictador ruso no logra imponerse sobre la
inmolada Ucrania, las autocracias de la tierra, que son muchas, habrán perdido
su eje de rotación. La derrota de Putin sería, en este caso, una victoria de la
democracia a nivel mundial.
Tomado
de: https://polisfmires.blogspot.com/2022/04/fernando-mires-democracias-contra.html
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