Francisco Fernández-Carvajal 28 de abril de 2022
@hablarcondios
—
Hacer lo que esté en nuestras manos, aunque sea muy poco. El Señor pone el
incremento.
—
Optimismo sobrenatural: contar con el Señor y con su poder.
— De
la conjunción de los medios humanos y de los sobrenaturales dependen los frutos
del apostolado. Somos instrumentos del Señor para hacer obras que superan
nuestra propia capacidad.
I.
Leemos en el Evangelio de la Misa1 que
Jesús se retiró a un lugar solitario con sus discípulos, a la otra
parte del lago de Tiberíades. Pero como sabemos por otros relatos
evangélicos, cuando las muchedumbres se dieron cuenta, le siguieron. El Señor
acogió a estas gentes que le buscan: les hablaba del Reino de Dios, y
daba la salud a los que carecían de ella2.
Jesús se compadece del dolor y de la ignorancia.
Empezaba a declinar el día3. El Señor se ha detenido largamente, desvelando los misterios del Reino de los Cielos, dando paz y consuelo. Los Apóstoles, inquietos por la hora avanzada y la lejanía del lugar, se ven en la necesidad de advertir al Maestro: Despide a la muchedumbre, para que vayan a los pueblos y aldeas de alrededor, a buscar albergue y a proveerse de alimentos; porque aquí estamos en un lugar desierto4.
El
Señor les sorprende con su pregunta: ¿Con qué compraremos panes para
que coman estos? Les hace ver la falta de medios económicos: Felipe
le contestó: Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque
un pedazo5. Pero los Apóstoles hacen lo que pueden: encuentran cinco
panes y dos peces. No poseen más medios. Y había unos cinco mil hombres.
Demasiada gente para lo que habían conseguido.
A
veces, también nos hace ver Jesús a nosotros que los problemas nos superan, que
podemos poco o nada ante la situación que tenemos por delante. Y nos pide que
no nos fijemos demasiado en los recursos humanos, porque nos llevarían al pesimismo,
sino que nos apoyemos más en los medios sobrenaturales. Nos pide ser
sobrenaturalmente realistas; es decir, contar con Jesús, con su poder.
Quiere
el Señor que huyamos tanto de pensar en el esfuerzo humano como única ayuda,
como de la pasividad, que bajo pretexto de un abandono total en las manos de
Dios convierte la esperanza en una pereza espiritual disimulada.
El
Señor utiliza lo que hay: unos pocos panes y unos pocos peces, lo único que
habían podido recoger los Apóstoles. Él puso lo demás. Pero no quiso prescindir
de los medios humanos, aunque fueran pocos. Así hace el Señor en nuestra vida:
no quiere que, por ser insuficientes o escasos los instrumentos con que
contamos, nos quedemos sin hacer nada. Nos pide Jesús fe, obediencia, audacia y
hacer siempre lo que esté en nuestras manos; no dejar de poner ningún medio
humano a nuestro alcance y, a la vez, contar con Él, conscientes de que nuestras
posibilidades son siempre muy pequeñas. «También el agricultor, cuando camina
surcando el campo con el arado o esparciendo la semilla, padece frío, soporta
las molestias de la lluvia, mira el cielo y lo ve triste, y, sin embargo,
continúa sembrando. Lo que teme es detenerse considerando las tristezas de la
vida presente y que después pase el tiempo y no encuentre nada que segar. No lo
dejéis para más tarde, sembrad ahora»6,
aunque parezca que el campo no va a dar fruto. No esperemos a tener todos los
medios humanos, no esperemos a que desaparezcan todas las dificultades. En lo
sobrenatural, siempre hay fruto: el Señor se encarga de ello, el Señor bendice
nuestros esfuerzos y los multiplica.
II.
Cuando Jesús envía a sus discípulos en su primera misión apostólica, les
dice: No llevéis oro, ni plata, ni dinero en vuestras fajas, ni alforja
para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón, porque el que trabaja
merece su sustento7.
Les urge para que salgan sin demora al cumplimiento de su labor. Y para que,
desde el principio, aprendan a apoyarse en los medios sobrenaturales, les quita
toda ayuda humana.
Salen
así los Apóstoles -sin nada- para que se vea que no son suyas las curaciones,
las conversiones, los milagros que realizan; que sus cualidades humanas no
bastan para que las gentes se dispongan a recibir el Reino de Dios. No deben
preocuparse por carecer de bienes materiales y de cualidades humanas
extraordinarias; lo que falte, Dios lo proveerá en la medida necesaria.
Esta
audacia santa se repite una y otra vez en todo apostolado. ¡Cuántas cosas
grandes se han acometido sin disponer de los medios humanos más
imprescindibles! Así han obrado los santos. Ellos han conocido bien que
«Cristo, enviado por el Padre, es la fuente y origen de todo apostolado en la
Iglesia»8. Cuando el cristiano está persuadido de lo que Dios quiere, se
ha de detener solo en lo imprescindible para hacer un recuento de los medios de
que dispone. «En las empresas de apostolado está bien -es un deber- que
consideres tus medios terrenos (2 + 2 = 4), pero no olvides ¡nunca! que has de
contar, por fortuna, con otro sumando: Dios + 2 + 2...»9.
La
misma enseñanza podemos sacar de la Primera lectura de la Misa de hoy, que
recoge las palabras de Gamaliel, el maestro de San Pablo, al Sanedrín,
aconsejándoles lo que han de hacer con los Apóstoles. Después de recordar
algunos ejemplos de iniciativas puramente humanas -las insurrecciones de Teudas
y Judas el Galileo-, fracasadas con la muerte de sus promotores, añade: En
el caso presente, mi consejo es este: No os metáis con esos hombres; soltadlos.
Si este designio o esta obra es cosa de hombres, se dispersarán; pero si es
cosa de Dios, no lograréis dispersarlos, y os expondríais a luchar contra Dios10.
Nuestra seguridad y optimismo al trabajar por Dios se fundamentan en que Él no
nos abandona. Si Deus pro nobis, quis contra nos? —Si Dios
está con nosotros, ¿quién contra nosotros?11.
Contar
siempre con Dios en primer lugar, es buena señal de humildad. Los Apóstoles lo
aprendieron bien y lo pusieron en práctica en su tarea evangelizadora, después
de la Resurrección. ¿Quién es Apolo? ¿Quién Pablo? Ministros de Aquel
en quien habéis creído. Yo planté, Apolo regó, pero es Dios quien ha dado el
incremento12, dirá San Pablo.
No
obstante, el Señor también nos pedirá que pongamos todos los medios humanos a
nuestro alcance, como si de ello dependiera todo el éxito de la empresa.
III. En
la primera misión apostólica, el Señor les indicó expresamente: no
llevéis bolsa, ni alforja... Comprendieron en aquella primera salida
apostólica que Jesús es quien daba la eficacia: las curaciones, las
conversiones, los milagros no se debían a sus cualidades humanas, sino a la
fuerza divina de su Maestro.
Antes
del último viaje a Jerusalén, Jesús complementa la enseñanza de la primera
misión apostólica. Y les pregunta: Cuando os envié sin bolsa ni
alforja, ni calzado, ¿acaso os faltó algo? Nada, le respondieron. Entonces les
dijo: Ahora, en cambio, el que tenga bolsa, que la lleve; y del mismo modo
alforja; y el que no tenga, que venda su túnica y compre una espada13.
Siendo los medios sobrenaturales lo primero en todo apostolado, quiere el Señor
que utilicemos todas las posibilidades humanas a nuestro alcance. La gracia no
suplanta la naturaleza, y no podemos pedir ayudas extraordinarias del Señor
cuando, por los conductos ordinarios, ha puesto Dios en nuestras manos los
instrumentos que necesitamos. Una persona «que no se esforzara por hacer lo que
está de su parte, esperándolo todo del auxilio divino, tentaría a Dios»14,
y la gracia de Dios dejaría de actuar.
De ahí
la importancia de cultivar las virtudes humanas, soporte de las sobrenaturales
y medio necesario en el afán de acercar a los demás a Dios. ¿Cómo vamos a
presentar de modo atrayente la vida cristiana si no somos alegres,
trabajadores, sinceros, buenos amigos...? «Hay algunos que, cuando hablan de
Dios, o del apostolado, parece como si sintieran la necesidad de defenderse.
Quizá porque no han descubierto el valor de las virtudes humanas y, en cambio,
les sobra deformación espiritual y cobardía»15.
Al
hacer apostolado hemos de utilizar también los medios materiales, que son
buenos porque los hizo Dios para servicio del hombre: Todas las cosas
son vuestras –nos dice San Pablo–: el mundo, la vida, la
muerte, lo presente, lo futuro16.
Y, a la vez, tendremos presente que perseguimos un efecto que supera, con
distancia infinita, la capacidad de estos medios: llevar los hombres a Cristo,
que se conviertan y comiencen una vida nueva.
Por
esto, no esperaremos a tener todos los medios (quizá no lleguemos a tenerlos
nunca), ni dejaremos de hacer ciertos trabajos, o de empezar otros nuevos. «Se
comienza como se puede»17.
Y el Señor nos bendecirá, especialmente al ver nuestra fe, la confianza en Él,
y el interés y esfuerzo para tener disponible todo lo necesario. Dios, si
quisiera, podría prescindir de estos medios, pero cuenta, sin embargo, con
nuestra voluntad de ponerlos a su servicio.
«¿Has
visto? —¡Con Él, has podido! ¿De qué te asombras?
»—Convéncete:
no tienes de qué maravillarte. Confiando en Dios –¡confiando de veras!–, las
cosas resultan fáciles. Y, además, se sobrepasa siempre el límite de lo
imaginado»18.
1 Jn 6,
1-15. —
2 Lc 9,
11. —
3 Lc 9,
12. —
4 Ibídem.
—
5 Jn 6,
5-7. —
6 San
Agustín, Comentario sobre el Salmo 125, 5; PL 36, 164.
—
7 Mt 10,
9-10. —
8 Conc.
Vat. II, Decr. Apostolicam actuositatem, 4. —
9 San
Josemaría Escrivá, Camino, n. 471. —
10 Hech 5,
38-39. —
11 Rom 8,
31. —
12 1
Cor 3, 5-6. —
13 Lc 22,
35-36. —
14 Santo
Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 53, a. 4 ad 1. —
15 San
Josemaría Escrivá, Surco, n. 37. —
16 1
Cor 3, 22. —
17 Cfr. San
Josemaría Escrivá, Camino, n. 488. —
18 ídem, Surco,
n. 123.
Tomado
de: https://www.hablarcondios.org/meditaciondiaria/1/
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