Julio Castillo Sagarzazu 12 de abril de 2022
A
justo título, la liturgia cristiana, llama al periodo entre estos dos días, la
Semana Mayor. En efecto, se trata del momento en el cual se cumple la promesa
profética del sacrificio y la resurrección de Cristo. Hechos que marcan el
deslinde histórico del judaísmo y el nacimiento de una nueva confesión.
Quien
esto escribe no está capacitado para hablar del alcance teológico del asunto,
pero, no hay duda de que la antropología cristina de este periodo concentra
enseñanzas perfectamente extrapolables a la conducta social de los pueblos.
Esta nota, tratara de ponerlas en evidencia. En primer lugar, lo que habría que destacar es como en el relato de los evangelistas, queda perfectamente demostrada la volatilidad de la opinión pública y del comportamiento social y político de los pueblos, sobre todo cuando éstos actúan, como sujetos colectivos, como “masas”. Que mejor ejemplo de esta volatilidad y esta facilidad de manipulación de esas “masas” que el recibimiento de Jesús en Jerusalén en domingo de ramos. Un acontecimiento social que la ciudad no había conocido nunca, las ramas de olivo y las palmas cubrieron el camino de Jesús y los vítores se hicieron sentir en toda la ciudad. Pues bien, ese mismo pueblo, unos cuanto días después, es el que pide que le crucifiquen y piden la libertad de Barrabas cuando Pilatos le consulta y les pide escoger a cual de los dos había que perdonar, como era costumbre en la pascua judía.
La
segunda lección interesante es el papel que juega el Sanedrín local. Una suerte
de representación del pueblo judío, tolerada por la ocupación imperial romana.
El gesto significativo del lavado de manos de Pilatos, es una muestra evidente
de que Jesús no era su preso (cosa que declara directamente) y que quienes se
sentían amenazados por su presencia eran los sacerdotes hebreos locales. Una
demostración de que las fuerzas de ocupación, como en la Francia de Vichy o
como en los regímenes autocráticos, siempre necesitan una “oposición” leal y a
la medida ´para interactuar.
La
tercera lección está referida a como el miedo logra su efecto entre los
apóstoles, incluyendo a los más cercanos a Jesús(judas le traiciona y Pedro le
niega tres veces antes de que cantara el gallo). Todo, en una evidente
demostración de que la represión y la persecución pueden llegar a intimidar,
desmoralizar y desmembrar a los militantes de cualquier causa.
La
cuarta lección es la del fenómeno de la resurrección. No entraremos aquí al
análisis teológico del asunto. Nos interesa lo que significó el regreso del
liderazgo para volver a recomponer las fuerzas de quienes se habían
desperdigado y escondido para huir de la razzia que se cebó contra el grupo
iniciático del galileo. Sin embargo, no todo fue instantáneo.
El
regreso de Jesús fue complejo. Primero tuvo que recriminar a sus apóstoles
diciéndoles “por qué me buscáis entre los muertos”. Incluso, tuvo que mostrar
las heridas a Tomás quien, como mucho de nosotros, ya había dicho “ver para
creer”.
Ya cumplidos estos hechos, ocurrieron otros dos eventos sumamente importantes
también: El primero fue el Pentecostés que, como su nombre lo indica, tuvo
lugar en el quincuagésimo día después de la pascua. Fue el descenso del
espíritu Santo sobre los apóstoles. Un acto en el que se reúnen, por primera
vez después de la resurrección, para preparar su misión. Para planificar la
estrategia de difusión de la buena nueva por el mundo. Cuenta la tradición que
se posaron sobre sus cabezas lenguas de fuego y aprendieron a hablar en lenguas
extranjeras y les fue infundida la ciencia de la sabiduría. Dicho en latín
vulgar: salieron con las pilas cargadas a cumplir su misión y a cumplirla con
un plan y de manera organizada.
Sobre
esta última consideración es la que queremos detenernos ahora y para ello
debemos recurrir al relato de Mateo sobre el encargo que hace Jesús a Pedro
cuando le dice. “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi iglesia”. Se
trata de una afirmación cargada de significado. Estaba claro que los apóstoles,
por más ciencia infusa del espíritu santo para acometer su tarea que hubieran
tenido, no habrían podido cumplir su misión sin la eficacia de la organización.
Es
interesante ver que Jesús pone el énfasis en la primera piedra de un edificio.
Una demostración de que las organizaciones se construyen con un plan, con una
cabeza. Con un liderazgo, diríamos ahora. Las tareas a cumplir no pueden
dejarse al libre albedrio. Las causas por más justas que sean, tienen que estar
organizadas e incluso, organizadas jerárquicamente. Pedro no solo fue la
primera piedra, fue también el primer Papa y el primer obispo de Roma.
Venezuela
hoy es una prueba de la volatilidad de la opinión pública. Hace apenas unos
años, casi el 70% de sus habitantes pensaban que estábamos al borde de un
cambio. No hemos logrado el cambio, han logrado diezmarnos y desmoralizarnos.
El sanedrín de le “oposición” ha crecido por los peores medios. Hay miedo de la
represión y la persecución y también miedo al vacío.
Sin
embargo, estamos muy lejos de haber sido derrotados. La fulana “mejoría” aun no
logra despojar a Maduro del título de responsable de la pesadilla que vivimos.
Las campañas orquestadas por el régimen y los sanedrines políticos,
empresariales y sociales aun no ganan la batalla de la opinión pública.
¿Qué
nos falta? Pues tomar la decisión clara de reenderezar el camino. El
Espíritu Santo no descenderá con lenguas de fuego sobre la cabeza de los
líderes opositores. Habrá que hacer un proceso largo de reconversión (no solo
de las estructuras) para ganar de nuevo la confianza nacional. Habrá que hacer
los balances de los errores y los aciertos; deponer los planes particulares y
avanzar hacia una renovación legitimada para generar el liderazgo que
necesitamos.
Hay
que avanzar con fe. No busquemos las soluciones “entre los muertos”
Julio
Castillo Sagarzazu
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