Analítica 19 de abril de 2022
@Analitica
El
síndrome de Estocolmo es un fenómeno paradójico en el cual la víctima
desarrolla un vínculo positivo hacia su captor, como respuesta al trauma del
cautiverio.
Después
de 22 años de dictadura en Venezuela pareciera estar emergiendo en algunos ese
síndrome. Lo hemos observamos recientemente, cuando gente, considerada como
seria, se reúne con Maduro y otras suman sus firmas a un documento público en
el que se le solicita a Joe Biden que elimine las sanciones.
¿Acaso creen esos venezolanos de buena voluntad que la naturaleza del régimen, es decir su ADN, va a modificarse, o morigerarse, porque se le elimine la presión internacional?
Es
cierto que las sanciones por sí solas no van a lograr sacar a Maduro, Putin,
Ortega o cualquier otro autócrata del poder, pero la eliminación de ellas
tampoco va a modificar la esencia de esos regímenes, que tienen en común el ser
antiliberales, antidemocráticos, personalistas, despóticos y, por encima de
todo, profundamente corruptos.
El
acomodo puede servirle a algunos para lograr que se cumpla ese dicho, tan
venezolano, de quien a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija.
Pero si el árbol pierde sus hojas, porque no lo cuidan los que así apostaron,
quedarán expuestos a un solazo en una tierra yerma.
La
pregunta obvia es qué hacer y la respuesta la tenemos en nuestra historia del
siglo XX, que comenzó con la generación del 28, luego con la del 58, la del
2002 y la de hoy, cuando más del 80% quiere, implora, un cambio en el país para
no tener que seguir emigrando.
Y esa
respuesta implica que solo se producen cambios cuando los más se unen tras un
liderazgo preclaro, que piensa en el futuro y no en la preservación de sus
pequeños y mezquinos intereses de hoy.
Tomado
de: https://www.analitica.com/el-editorial/el-sindrome-de-estocolmo-3/
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