Luís Ugalde, SJ 20 de abril de 2022
Alarma
la aparente inactividad e indiferencia de los diversos responsables de la
educación ante la ruina de la escuela venezolana en todos los niveles. ¿Será
que piensan ocultar la realidad con falsas palabras? Es fuerte el poder de la
propaganda con los medios controlados, pero tiene unos límites, más allá de los
cuales se cae en el ridículo y la indignación de los sufrientes y su diario vía
crucis.
Sabemos
que más de 80% vive en pobreza de ingresos, agravada por el deterioro de los
servicios públicos como luz, agua, sistema de salud y de previsión social,
educación... Cientos de miles de jubilados profesionales tienen dificultad para
la comida diaria, los trabajadores del sector público ganan menos de 10% de lo
necesario y los niños y jóvenes están sembrando un futuro de miseria con este
sistema educativo en ruinas. En esto ha quedado el prometido milagro
socialista, luego de 23 años de dominio.
De la renta al talento
Durante
unos 70 años, desde 1916, Venezuela se transformó gracias a la irrupción
petrolera, de un pobre país rural y analfabeto de 3 millones a un país urbano
de 30 millones más educado y productivamente mejor equipado; es lo que llaman:
capital humano. La cuantiosa renta petrolera sirvió de palanca para
transformarse en un país modernizado con un sostenido crecimiento de 6% anual, con
escasa inflación durante más de medio siglo. También creció esa riqueza humana
nacional con cientos de miles de trabajadores venidos de decenas de países que
renacieron en esta tierra y la enriquecieron con sus talentos y habilidades
eficientes.
Una de
las formas más exitosas de la “siembra de petróleo” fue la educación.
Fundamentalmente, desde 1958, se levantaron escuelas en todos los pueblos como
luces de esperanza. También se abrieron centenares de centros universitarios en
todas las regiones: universidades creadas y financiadas por el Estado a las que
se sumaron las autofinanciadas y creadas por diversas iniciativas sociales. Al
morir el dictador Gómez en el atardecer de 1935 el número total de estudiantes
universitarios no llegaba a 900 en 3 o 4 ciudades y con la democracia llegaron
a más de 1.000.000 en 1998. Además con la democracia miles de venezolanos
recibieron apoyo público extraordinario para estudios de postgrado en el
exterior con la convicción de que no hay democracia sin pueblo capacitado y
educativamente empoderado. No todo se hizo bien, pero en contraste con la
actual oscuridad educativa, fueron tiempos luminosos.
La
ruina del Estado y los retos de la Sociedad
Terminamos
el Siglo XX con el modelo económico agotado y necesidad de cambio, pero con
falsas ilusiones de promesas mesiánicas: el Caudillo y el Estado totalitario
aplicarían la alquimia socialista para convertir el barro en oro repartido.
Pero el milagro resultó al revés: lejos de potenciar el talento creativo con
ética y trabajo, reforzaron la enfermedad de la “renta petrolera” estatista,
con saqueo y sin cultura productiva, arruinaron la industria petrolera que hoy
no alcanza a cubrir las necesidades de un Estado reducido y endeudado, que ha
arrastrado a la miseria al país que se sostenía recostado en sus dólares.
Ahora
estamos en el cruce de caminos: seguir hundiéndonos en la miseria o apostar en
serio al talento de los venezolanos, que no está en los pozos petroleros. El
Estado está en la miseria, pero la sociedad venezolana y su talento son
infinitamente más ricos que en 1930, aun con el éxodo de seis millones de
personas. Pero hay que activar esa mina humana, con una sistemática elevación
de la productividad (hacer más con menos y mayor talento). La clave está en la
educación, vinculada al desarrollo de una cultura eficiente de una ciudadanía
renacida y de bienes económicos y materiales. Para ello, la hegemonía tiene que
pasar del ruinoso Estado a la sociedad productiva. Somos estatalmente pobres en
cuanto a capacidad de gestión de lo estatizado, con derrumbe de los servicios
públicos y de los ingresos de los trabajadores pagados por el Estado. La
sociedad venezolana debe retomar con nueva fuerza la educación y la escuela en
todos sus niveles. El Estado arruinado e ineficiente no tiene ni recursos, ni
reflejos para este cambio radical y toda la sociedad debe responsabilizarse del
renacer nacional.
Familia,
Sociedad, Estado en sinergia educativa
La
empobrecida educación no podrá renacer desde la decadente rutina educativa venezolana
sin una sacudida y una nueva relación entre los sufrientes y actores: familia,
sociedad y Estado. Ni divididos ni enfrentados entre sí, sino mutuamente
necesitados y exigidos. Poco puede hacer la familia empobrecida sola, pero
aliada con la sociedad y el Estado en una nueva comunidad escolar, se potencia
su responsabilidad y capacidad educadora. De la misma manera los maestros
educadores renacidos son claves para sacudir la acción pública educativa,
saliendo de su lamento y rutina de funcionarios mal pagados.
Rescatar
el mantenimiento de las escuelas, impulsar su dotación e informatización de
toda la enseñanza-aprendizaje, requerirá una extraordinaria alianza
internacional con gobiernos y centros educativos en iniciativas solidarias. Un
equipamiento para la educación virtual que hoy no está al alcance de la mayoría
de los alumnos, ni de sus escuelas y maestros.
Estado,
sociedad y empresa, al igual que familia y educadores, todos estamos
empobrecidos. Pero hay una manera virtuosa de apoyarnos y exigirnos mutuamente
con una nueva conciencia ética que rompe las rutinas de rentista rico y
potencia las capacidades con creciente productividad y sinergia. Creo que
cuando hablamos de sociedad civil como fuente de renovación política estamos
hablando de esta nueva escuela para la productividad económica, social y
política.
Luís
Ugalde, SJ
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